“Yo siento una impotencia tremenda, porque por un lado, México es un país con enormes recursos pero toda la violencia que hay sólo nos atrasa”, afirmó durante el encuentro.A Rutilio se le pone la piel chinita cuando recuerda que los estudiantes desaparecidos no pasan de los 22 o 23 años, pues le vienen a la mente las imágenes de sus hijas que también son universitarias y que están en México, porque ellas no dudan en manifestarse si acaso no están de acuerdo con las imposiciones de las autoridades. La cita en el norte de Italia fue en Piazza Cardusio, a unos pasos de la majestuosa catedral de Milán, conocida como el Duomo. Los mexicanos viajaron y se encontraron para protestar por el caso de aquellos muchachos de los que no se tiene noticia desde el pasado 26 de septiembre, es decir, desde hace dos semanas. Rutilio Trinidad, un poblano que vive en Binasco (una localidad en la provincia de Milán), llegó con su cartulina y sus ganas de gritar para informar lo que pasa en el país que dejó hace apenas un año.
“Yo siento una impotencia tremenda, porque por un lado, México es un país con enormes recursos pero toda la violencia que hay sólo nos atrasa”, afirmó durante el encuentro.A Rutilio se le pone la piel chinita cuando recuerda que los estudiantes desaparecidos no pasan de los 22 o 23 años, pues le vienen a la mente las imágenes de sus hijas que también son universitarias y que están en México, porque ellas no dudan en manifestarse si acaso no están de acuerdo con las imposiciones de las autoridades. Lo mismo le ocurre a Alejandro Hernández, ingeniero mecánico de 25 años que empezó su carrera en la Universidad de Chapingo y que vino a terminar a la Universidad de la Sapienza, en Roma. Desde hace algunos meses, se trasladó a Milán porque encontró un trabajo mejor del que ya había conseguido en la llamada ciudad eterna. “43 studenti messicano sono scomparsi”, se lee en la cartulina de Elisa Sánchez que trata de informar a los paseantes lo que ocurre en México con los estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Ella lleva apenas seis meses en esta parte del mundo, pero le urge dar a conocer los problemas que existen en México.
“Lo que no soporto es la indiferencia y eso, desgraciadamente, en México abunda. Yo trato de poner mi granito de arena, no sé si pueda ayudar, pero lo voy a intentar. Ya no nos podemos quedar callados”, dice esta joven contadora que vive todavía más al norte de Milán, en una ciudad que se llama Treviglio.No muy lejos de donde están reunidos, un grupo toca La Bamba y por momentos se retoma la alegría, aunque la tristeza de los hechos en Iguala es más fuerte. Los compatriotas siguen llegando y para antes del mediodía ya suman una cuarentena. Todos quieren participar. Hay quienes reparten moñitos negros, quienes comparten su cartulina a los que no llevaron. Otros tratan de idear la mejor manera para resumir la versión que ellos creen: que 43 estudiantes fueron secuestrados por policías y entregados a un grupo criminal que recibía órdenes de un presidente municipal y de su esposa que ahora están en fuga.
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