Ciudadania Express
Martes 09 de diciembre, 2014. 01:23 pm

Aun sin protección total, la vacuna contra el VPH,

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Oaxaca, México.- Para atacar el virus del papiloma humano (VPH) existen dos vacunas en el mercado. “Son extraordinarias, pero sólo protegen contra cuatro tipos de virus, dos de los cuales provocan cáncer. Los ginecólogos tienen la obligación de mencionar esto a sus pacientes y que ellas estén conscientes de que están protegidas parcialmente. Los métodos preventivos como el Papanicolaou y la colposcopía aún son vigentes y necesarios”, afirmó Leticia Rocha Zavaleta, del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM. unampatriciarochaLa científica recordó que aunque desde los años 70 del siglo pasado se descubrió que el VPH es agente causal del cáncer cervicouterino, no fue sino hasta esta centuria que se obtuvo una vacuna. Al ofrecer la conferencia “Virus del papiloma humano: de la infección primaria al cáncer cervical”, en la Facultad de Medicina (FM), señaló que el VPH pertenece a una familia muy grande, en la que se han caracterizado más de 100 miembros; es simple y su material genético está envuelto por una cápside (cubierta) proteica. Se trata de un virus específico, así que el que contagia a los humanos no se transmite a cualquier otro animal. Se presenta en organismos como conejos o perros, pero no en ratones, “por lo que los sistemas para estudiarlo son complejos”. El VPH tiene dos grandes grupos: los cutáneos y los que infectan mucosas. Los segundos se asocian con el origen de tumores y pueden contaminar las mucosas oral y cervical, añadió la universitaria. Los que se propagan en la mucosa genital también se dividen en dos grupos; los de bajo y alto riesgo, de acuerdo con la lesión que generan. Los primeros son llamados VPH6 y VPH11, y se vinculan con condilomas o verrugas, que no malignizan. Pero los VPH 6, 18, 31, 33, 35, 39, 45 y 51, entre otros, tienen la capacidad de transformar a las células; son los que se asocian a cáncer cervicouterino, indicó la experta en el auditorio Fernando Ocaranza de la FM. En el virus del papiloma, la cápside se constituye de dos proteínas conocidas como L1 y L2, que forman pentámeros: L2 va en medio y cinco copias de L1 van por fuera, y estructuran un pentágono. “Toda esa formación es una sola proteína expuesta de manera constante al organismo”. El virus infecta un epitelio muy complejo, el del cérvix, que regularmente está expuesto a agresiones, sea en una relación sexual o en un parto, y sufre abrasiones. Sólo es capaz de infectar a las células basales del epitelio estratificado. Por lo tanto, requiere una “herida” para ingresar, atravesar las capas de ese tejido hasta abajo y encontrar su célula blanco, que expresa a los receptores del virus. Una vez que lo logra, puede propagarse al resto de las células del epitelio, porque las células en la capa basal son indiferenciadas y mitóticamente activas, es decir, son células “madre” que constantemente forman la nueva población de las que se diferenciarán hacia los estratos superiores del epitelio. Si una célula basal se infecta con VPH, ésta, al dividirse, propaga los virus. El VPH depende de la maquinaria enzimática de la célula que lo hospeda, no sólo para que le provea de todo, sino para replicar su ADN. “Es exitoso porque logra mantenerse dentro de esas células y replicarse de manera modesta por muchos años, sin provocar una patología visible”. Leticia Rocha explicó que una alta proporción de personas sexualmente activas ha estado infectada, pero debido a la actividad del sistema inmunológico se curan. Las que no logran eliminar al virus de manera natural, tienen un riesgo incrementado de desarrollar cáncer cervicouterino, segunda causa de muerte por neoplasia, sólo superado por el de mama. Existen diagnósticos típicos, tradicionales, de gabinete, pero también moleculares, “que pueden encontrar al virus antes de que genere cambios en la célula, porque se basan en la detección de su material genético”. Entre los primeros, el más utilizado es la citología exfoliativa o tinción de Papanicolaou, donde se toman células que se descaman para ponerlas en una laminilla y teñirlas. También se puede tomar una biopsia del sitio donde se sospecha que está el virus, y con una simple tinción observar los cambios que provoca en el epitelio estratificado. “La histopatología es aún el estándar de oro para la detección de una lesión y puede verificar el avance”. Una herramienta más es la colposcopía, que consiste en observar el cérvix aumentado y buscar un sitio sospechoso de lesión por VPH, precisó Rocha Zavaleta. Para la detección más temprana se usan técnicas moleculares: se toma una biopsia, se rompe la célula, se saca el ADN completo y se buscan trazas del ADN del virus. Se usan en este caso técnicas como la reacción en cadena de la polimerasa. La eliminación de ese microorganismo es sencilla. Las lesiones se retiran por métodos ambulatorios, se corta el epitelio infectado y el nivel de éxito es muy alto. Generar una infección persistente puede requerir de uno o dos años sin modificaciones evidentes en el epitelio. Para que se produzca un tumor pueden transcurrir hasta dos décadas. En ese lapso es factible hacer prevención del cáncer, manifestó la científica. Las vacunas, desarrolladas hasta hace poco, tardaron en salir porque el virus “es difícil de trabajar en el laboratorio”, subrayó. No tenemos un modelo animal; además, para reproducirse el VPH necesita la maquinaria, no sólo de replicación de las células, sino de diferenciación. Eso se resolvió gracias a la tecnología del ADN recombinante. Del VPH se extrajo el gen que codifica para la proteína de la cápside y se expresó en un modelo heterólogo, en células de levadura o de insecto. “Y por fin se obtuvieron las vacunas de que se dispone en la actualidad”. Pero ante el hecho de que sólo protegen de manera parcial, los métodos preventivos son vigentes y necesarios. “La lentitud que tiene el virus en transformar una célula debe ser aprovechada para prevenir, para detectarlo a tiempo y eliminarlo”, concluyó.
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