Ciudadania Express
Viernes 19 de septiembre, 2014. 05:00 pm

Costureras: ejemplo de lucha sindical

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Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | Oaxaca, México-Surgido tras el sismo de 1985 para defender los derechos de trabajadoras del sector textil, el Sindicato 19 de Septiembre sufrió por años el acoso del GDF y devino en una asociación civil. Al menos 600 trabajadoras de la industria textil (la mayoría jóvenes, sin estudios y con hijos) murieron bajo los escombros de sus centros de trabajo durante el sismo de 8 grados Richter que el 19 de septiembre de 1985 cimbró a la capital del país. El terremoto evidenció las condiciones en las que trabajaban las obreras del vestido, lo que las obligó a adelantar la conformación del Sindicato de Costureras que llevaría por nombre la fecha de la tragedia; nació así el primer movimiento laboral en México dirigido por mujeres. En mayo de 1985 (cinco meses antes del temblor), Concepción Guerrero Flores –de entonces 20 años de edad– recorría las plazas públicas del Centro del DF para encontrarse en secreto con otras costureras de diferentes fábricas, y planear la creación de un sindicato independiente de la industria textil. Hasta entonces, las trabajadoras del sector eran representadas por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Textil, afiliado a la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y a la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROM), bastiones del “charrismo” sindical durante el dominio del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Las condiciones laborales de estas trabajadoras eran indignas: el baño sin agua ni papel; los garrafones de agua siempre vacíos; pago por destajo; jornadas de más de 10 horas, y sueldos que no representaban ni el 10 por ciento del costo de cada prenda elaborada por ellas. DE LA TRAGEDIA A LA AUTOORGANIZACIÓN Ese 19 de septiembre, con las mismas manos con las que hacía más de 100 costuras de zapatos al día, Concepción rescató con vida a varias de sus compañeras que estaban bajo los escombros. Luego del terremoto se supo que muchas de las fábricas caídas (200 de un total de 800 afectadas, según informó la Cámara Nacional de la Industria del Vestido) no fueron construidas para soportar maquinaria pesada; había unos 100 talleres clandestinos y algunas costureras no pudieron salir porque el patrón no quiso detener la producción. Las trabajadores denunciaron que los patrones y los líderes sindicales priorizaron el rescate de los bienes materiales, cambiaron la razón social de las empresas, y no pagaron indemnizaciones. Concepción narra que el 23 de septiembre de 1985 varias compañeras pusieron un campamento sobre la única vía abierta al tránsito sobre Calzada de Tlalpan –donde se ubicaban varias fábricas textiles–, y resguardaron la maquinaria para asegurar el pago de sus liquidaciones y la indemnización para las víctimas. El 21 de octubre de ese año las costureras obtuvieron el registro como Sindicato Nacional de Trabajadoras de la Industria de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexos 19 de Septiembre. Ganaron el respaldo de 36 gremios y de movimientos campesinos y populares, además lograron que se indemnizara a las familias de las víctimas por un total de 500 millones de pesos. El sindicato aglutinó a cinco mil trabajadoras y celebró contratos colectivos con 85 fábricas. Concepción se convirtió en secretaria de Actas y Acuerdos y suplente de Finanzas. En 1986 el sindicato desplazó a la CTM y extendió su lucha a otras trabajadoras de la industria. Guadalupe Martínez Rosales, ahora de 64 años, recuerda que ese año las trabajadoras de su fábrica votaron por sus representantes y aunque fue hostigada para que votara por los líderes “charros”, ella eligió al nuevo movimiento. Guadalupe relata que confió en esa lucha porque admiraba a las mujeres que la encabezaban y porque se ganaron mejores instalaciones y condiciones dignas de empleo, una guardería y un terreno prestado por la delegación Cuauhtémoc, de 2 mil metros cuadrados en San Antonio Abad, para que ahí construyeran su sede sindical. Mercedes Ramírez Molina tenía 24 años cuando en 1992 la nombraron secretaria general del sindicato. Cuenta que apenas podía creer que en su primera experiencia sindical se convertiría en dirigente. Dice que uno de sus grandes logros fue haber ganado 173 viviendas para las trabajadoras. DESPOJO Tras años de lucha sindical, en 1995 “apareció” el dueño legítimo del inmueble que la delegación Cuauhtémoc había prestado al sindicato. Tres años después, el GDF ordenó el desalojo de las costureras. Guadalupe, Mercedes y Concepción cuentan que el despojo incluyó el robo y la quema del archivo histórico del sindicato, y que después muchas trabajadoras abandonaron el movimiento. Paralelo al hostigamiento de las autoridades, el gremio se debilitó tras el descobijo de activistas, mujeres políticas y académicas que en un primer momento las asesoraron. Aún así las trabajadoras que decidieron continuar el sindicato resistieron ocho años en plantón afuera del terreno de San Antonio Abad para que se los devolvieran, por lo que el GDF finalmente lo adquirió en 2006 y les otorgó en comodato apenas 200 metros a las costureras. Ese mismo año se perdió, por falta de agremiadas, el registro del único sindicato mexicano conformado por mujeres. Convertido en asociación civil en 2006, el gremio perdura con el trabajo de 11 integrantes que se reúnen cada miércoles por la tarde. Ahora la organización es una escuela de derechos laborales que profesionaliza a mujeres y hombres, resguarda y reconstruye el archivo histórico del sindicato, y motiva a otras jóvenes a continuar un movimiento que “fue de mujeres, de obreras y que se levantó de las cenizas”. En ese espacio, las costureras reciben a organizaciones de maestros y mineros e impulsan talleres de diseño de modas y actividades de alfabetización, para que las mujeres y hombres que se dedican a este oficio tengan más herramientas para defender sus derechos laborales y sean más competitivas. Ahora las costureras demandan al GDF la donación legal del espacio que ocupan actualmente en avenida San Antonio Abad y no ser despojadas una vez más.  
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