Oaxaca, México.- El programa Alianza de América del Norte para la Acción Comunitaria Ambiental (NAPECA, por sus siglas en inglés), de la Comisión para la Cooperación Ambiental, con sede en Montreal, Canadá, apoyará el proyecto universitario “Integración de quelites a la cadena productiva para lograr la seguridad alimentaria de la sierra Tarahumara”.
[caption id="attachment_228974" align="alignleft" width="300"] El quelite, básico en la dieta rarámuri, tiene alto contenido en fibra, hierro, potasio, vitaminas C y D.[/caption]El trabajo, a cargo de Robert Bye, del Jardín Botánico del Instituto de Biología (IB), fue favorecido entre 500 solicitudes para recibir recursos en dos años, que se destinarán a promover la producción de hortalizas nativas mediante la puesta en marcha de prácticas de manejo biointensivo, y sistemas de captación de agua en cinco comunidades de la sierra alta.
El etnobotánico, quien trabaja en la zona desde hace casi 44 años, explicó que mediante esas acciones también se pretenden impulsar nuevas formas de conservación de ese alimento –con un alto contenido en fibra, hierro, potasio, vitaminas C y D– básico en la dieta rarámuri, como el envasado, y ampliar la disponibilidad de la planta fresca durante más meses. Asimismo, incrementar su producción y la posibilidad de su comercialización por ese grupo indígena.
Bye recordó que, desde 2010 y debido al cambio climático, en la sierra Tarahumara se ha registrado un problema de sequía extrema que afecta a ese grupo indígena, que vive de la agricultura de temporal. Las semillas de maíz, calabaza y frijol se perdieron y otros productos asociados a la milpa, como los quelites, ya no salieron.
A esa situación se suma que la estación de cultivo es muy corta, de tres meses (junio a agosto), limitada muchas veces por heladas tardías, en primavera, y tempranas, en otoño.
Desde hace años, el universitario y su equipo emprendieron un proyecto de investigación participativa, con la colaboración de la población y organizaciones no gubernamentales, para integrar nuevas técnicas a la producción de alimentos y para que la gente amplíe la disponibilidad de alimentos, en particular los quelites. “Ahora contaremos con el apoyo de NAPECA”.
[caption id="attachment_228975" align="alignleft" width="182"] Robert Bye, del Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM.[/caption]Además, subrayó que los quelites son verduras nativas, pueden ser hierbas o arbustos. En la sierra tarahumara alta, “donde trabajamos”, salen en la milpa con las primeras lluvias, a finales de mayo o principios de junio. Luego de seis semanas esas plantas se retiran porque compiten con las de maíz y frijol, es decir, están disponibles en un lapso muy limitado.
En la zona crecen alrededor de 120 especies, incluso hay algunos ejemplos de endemismo, como la Arracacia edulis, de la familia del apio.
En el sitio existen dos limitantes de cultivo: el agua y el suelo de origen volcánico, explicó el biólogo. Por ello, los objetivos del proyecto son la captación del líquido y la “fabricación” de suelo, con la integración de materia orgánica.
El sistema agrícola de los rarámuri está a punto de romperse, porque con la sequía la gente perdió casi todo su ganado (chivos y borregos), que contribuía a abonar la tierra. “Con los cultivos de cama biointensivos queremos usar otros recursos, como aserrín, y producir intensivamente, en diferentes ciclos de siembra”.
Ahí, luego de germinar, las plántulas se dejan crecer hasta cuatro semanas, para después resembrar. “Mientras no haya heladas podemos mantenerlo hasta ocho meses, y con el prototipo de agricultura hidropónica, donde gota a gota el agua se utilizará para crecer los quelites, hasta 10 meses”.
En este proyecto se trabajará en la zona, remarcó el universitario. Varios programas de desarrollo social han querido introducir otro tipo de verduras o maíz mejorado, pero esas variedades dependen de semillas “de fuera” y eso va en contra del pensamiento de los pobladores, que quieren ser autónomos.
Joel Rodríguez, también integrante del IB, indicó que para tener cultivos continuos, biointensivos, se requiere un área específica en cada huerto de las comunidades, esto es, una “cama elevada” donde se pueda sembrar de forma constante, en este caso los quelites, y un suelo rico en nutrientes, sin emplear fertilizantes, insecticidas ni pesticidas.
Ese sistema garantiza la reducción de 80 por ciento de consumo de agua y casi 99 por ciento de la energía no renovable, porque la que se aplica es la del propio horticultor. Se garantiza 100 por ciento de fertilidad. “Está pensado para el autoconsumo, para que las familias no dejen de tener una fuente de alimentos, pero un beneficio puede ser la venta de la sobreproducción”.
Ya se tiene un prototipo avanzado de cama elevada en la sierra. “Fue presentado con éxito a la comunidad, les gustó la producción de germinados, sobre todo de quintonil, y nos dieron la oportunidad de avanzar en la de plantas grandes”. Pero eso requiere otra infraestructura, como energía solar y captación de agua de lluvia.
Queremos lograr la integración de un huerto biointensivo, donde se mezclen camas elevadas de verduras, la zona de plantas medicinales y árboles frutales, precisó.
En tanto, Bye refirió que el agua se captará de los techos y contará con un sistema sencillo de limpieza y almacenamiento en cisternas. Servirá para uso doméstico, riego de las camas de cultivo biointensivo y el sistema de agricultura hidropónica.
Para mantener la disponibilidad de alimentos en la mesa de los tarahumaras, añadió Luz María Mera, también del IB, se emplean procesos de transformación: el primero es la deshidratación de las plantas, el secado de granos, así como el secado y molido de maíz para obtener pinole. Con la ayuda de los universitarios se han implementado otros, como el envasado.
Un tipo de quelite, la verdolaga, recién cosechada, se coloca en agua caliente; luego de “blanquearla” se envasa y así puede durar tres años en anaquel sin perder las propiedades alimenticias, dijo.
El proyecto continuará en las cinco comunidades de la Tarahumara alta, ubicadas en el corredor turístico, donde hay mayor seguridad, y se invitará a más gente de otras zonas para que aprendan el método. Hace año y medio asistieron a un taller 120 personas provenientes de los límites de Chihuahua con Durango y Arizona. Han participado tepehuanes, rarámuri y pimas.
Los tarahumaras quieren ser independientes y que el resto de los mexicanos aprecie su forma de vida, sus conocimientos y los elementos en su dieta. Viven en condiciones difíciles, pero no es por falta de capacidad, aclaró Robert Bye. Para ayudarlos, se necesita conocer sus recursos y trabajar con ellos.