Ciudadania Express
Lunes 31 de marzo, 2014. 08:46 am

La poesía es la memoria de los pueblos, y la parte secreta del alma: Octavio Paz

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Oaxaca, México.- Octavio Paz (Ciudad de México 31 de marzo de 1914 – 19 de abril de 1998) es considerado uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos, el único mexicano en distinguido con el Premio Nobel de Literatura, 1990.

octaviopaz4Como el propio Octavio Paz señaló en una entrevista realizada a fines de 1996, “yo no he vivido de mis libros sino hasta muy tarde. He vivido del trabajo de diplomático. Tenía que trabajar todo el día, y la noche o los weekends dedicarlos a la escritura de poemas”.

Nacido el 31 de marzo de 1914 en la ciudad de México, Octavio Paz Lozano cuenta con una extensa obra literaria en diversos géneros, realizada a lo largo de 60 años, que incluye más de 20 poemarios, casi 30 libros de ensayo, cinco traducciones y sus Obras completas.

En la última entrevista que dio en 1997 a Guillermo Sheridan, Octavio Paz señalaba que “la poesía es la memoria de los pueblos, pero también es aquella parte secreta del alma de cada uno y del alma de los pueblos, en la cual esa zona, muy oscura y muy ambigua, refleja o mejor dicho perfila el futuro”.

Y es que para el escritor, reconocido con el Premio Cervantes en 1981 y miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1997, “la poesía es de todos y de nadie. La mejor definición de lo que significa ser un poeta escogido la dio Juan Ramón Jiménez cuando dijo que sus libros estaban destinados a ‘la inmensa minoría’. Eso es lo que yo creo”.

El poeta, escritor, ensayista, diplomático y editor de revistas literarias, tuvo una gran influencia para interesarse en las letras por su abuelo, Irineo Paz, intelectual liberal que también era escritor y poseía una vasta biblioteca, su padre, Octavio Paz Solórzano, que escribió sus memorias de la Revolución Mexicana y su tía Amalia, gran amante de la literatura, a quien Manuel Gutiérrez Nájera dedicó un poema.

Iniciado en la lectura de autores como Benito Pérez Galdós, Lope de Vega, Calderón de la Barca y Francisco de Quevedo, Octavio Paz ingresó en 1931 a la Escuela Nacional Preparatoria, donde tuvo de maestros a los poetas más importantes de la generación anterior, como Carlos Pellicer y José Gorostiza.

Su primer libro, Luna silvestre que data de 1933, fue desconocido por su autor. Con Raíz del hombre, de 1937, donde ya comenzaba a perfilarse la fuerza de su poesía, pudo ingresar al grupo de Los Contemporáneos, con Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia como padrinos.

Luego de realizar estudios en Derecho, en 1937 viajó a Mérida, donde fungió como maestro rural, se casó con Elena Garro y asistió al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, al que había sido invitado y donde conoció a varios escritores de importancia en su vida como Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pablo Neruda, Julien Benda, Louis Aragon, entre otros.

En 1944 viajó a Estados Unidos con una beca de la Fundación Guggenheim y en 1945 inició su carrera en el Servicio Exterior Mexicano que duró 23 años y que lo llevó a destinos como Francia, Japón e India, donde se casó con Marie-José Tramini y concluyó su carrera diplomática en 1968, cuando renunció al puesto de embajador en protesta a la represión del movimiento estudiantil de ese año.

Y es que para Paz, quien fue galardonado con el Premio Xavier Villaurrutia en 1956 por El arco y la lira y miembro de El Colegio Nacional desde agosto de 1967, la actividad intelectual fue paralela a la actividad creadora, “quiero decir que nunca he podido desligar completamente lo que siento de lo que pienso. Creer y pensar son para mi actividades paralelas, muy cercanas una a la otra”, comentó en la última entrevista que dio en 1997.

A la par de estas actividades, Paz tuvo una gran participación en la fundación y edición de revistas literarias: Barandal, Cuadernos del Valle de México, Taller, El hijo pródigo, Plural y Vuelta, la cual le valió para ser reconocido con el Premio Príncipe de Asturias en 1993.

La larga carrera literaria de Paz, realizada a lo largo de 60 años, tuvo tres años de esplendor, pues en 1949 publicó su primer libro fundamental de poesía, Libertad bajo palabra; al año siguiente un ensayo sobre la naturaleza del mexicano, El laberinto de la soledad y un año después, ¿Águila o sol?, una serie de poemas en prosa de influencia surrealista.

De hecho, destaca Alberto Ruy Sánchez en el libro Una introducción a Octavio Paz, “uno de los poemas de este libro Mariposa de obsidiana, fue la primera colaboración de Paz en una publicación surrealista, al ser incluido por André Bretón en el Almanaque surréliste du demi-siècle (1950)”.

Además de su amistad con André Bretón, Octavio Paz se interesó en el surrealismo, ya que también fue un gran promotor de la película Los olvidados de Luis Buñuel que, en el Festival de Cannes, el gobierno mexicano se oponía a su presentación, debido a que daba una mala imagen de nuestro país. Del cineasta, dijo Paz “yo admiré desde el principio a Buñuel: lo quise mucho y lo admiré mucho”.

Octavio Paz también fue un importante traductor pues, explicaba, “al escribir, el poeta no sabe cómo será su poema; al traducir, el traductor sabe que su poema deberá reproducir el poema que tiene bajo los ojos”. Entre las traducciones que realizó se encuentran: Sendas de Oku de Bashô (1957); Antología de Fernando Pessoa (1962); Veinte poemas de William Carlos Williams (1973); Versiones y diversiones, una antología de traducciones (1974), y Quince poemas de Apollinaire (1979).

Para el autor no se trataba de “meras traducciones, sino recreaciones poéticas. Hay algunas traducciones que me gustan, tanto o más que lo mejor que yo he escrito. Por ejemplo, ciertos poemas de Pessoa o bien ciertas libertades que me he tomado con una traducción de originales que yo ignoro. Ignoro, por ejemplo, el chino y el japonés; pero a través de versiones al inglés, al francés y a otros idiomas, he podido rehacer ciertos poemas en español. Con algunos de ellos estoy contento”.

El poeta, ensayista y traductor aseguraba en la entrevista de 1996 con Enrico Mario Santí que ya había dicho casi todo, pero no todo. “Quizá tendría que haber escrito una obra de ficción para poder decir con mayor facilidad muchas cosas que no dije, o dije mal. Nunca está uno satisfecho con lo que se ha dicho. Hace mucho escribí El laberinto de la soledad, no sé siquiera si lo tolero ahora. Pero creo que aunque mi país ha cambiado, el análisis sigue siendo válido”.

Fue hace ya casi 24 años, que la Academia Sueca le otorgó, “por su escritura apasionada y de amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística” el Premio Nobel de Literatura 1990, a “un escritor en español con una amplia perspectiva internacional” que publicó su primera colección de poemas en su adolescencia y que a sus 76 años “es una persona que permanece activa como escritor y crítico”.

El comunicado que emitió la Academia para anunciar el premio destacaba que la obra de Paz era reconocida “porque mira al mundo como si lo pronunciará. Su poesía consiste, en gran medida, de la escritura con y sobre las palabras. Se trata de exquisita poesía amorosa a la vez sensual y visual. Obras en las que Paz se vuelve hacia el interior de sí mismo de una manera nueva”.

Según Ruy Sánchez en Una introducción a Octavio Paz, el poeta comenzó a escribir sintiéndose desarraigado entre la poesía pura, que defendía la generación anterior y la poesía social, acorde con una idea mesiánica de la sociedad futura. Entre estas dos poéticas, formuló una solución paradójica: el poema como luz negra que señala la conciencia de estar en el mundo, de vivir entre los otros y en la historia.

Así, la poesía es la crítica a la modernidad pero no intelectual, sino pasional, pues como el poeta reconocido con el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1978 y la de Harvard en 1980 decía, “a veces la poesía es el vértigo de los cuerpos y vértigo de la dicha y el vértigo de la muerte”.

Además de Libertad bajo palabra, entre la obra poética de Paz destacan A la orilla del mundo, Salamandra, Blanco, la Centena, Ladera este, Pasado en claro, Vuelta, Poemas, El fuego de cada día y Árbol adentro que, según el autor, es el mejor que escribió.

Entre los ensayos donde abordó una gran variedad de temas, como sus reflexiones sobre la historia del país y cuestiones históricas y políticas de México y el mundo, se encuentran: Postdata, El ogro filantrópico: historia y política 1971-1978, Tiempo nublado y Pequeña crónica de nuestros días.

Mientras que los temas literarios se unen a los de las artes plásticas y a los de corte político en Las peras del olmo, Cuadrivio, Puertas al campo, Corriente alterna, El signo y el garabato, In/Mediaciones, Sombras de obras, Hombres en su siglo y otros ensayos,  Al paso y Convergencias. El erotismo es abordado en Conjunciones y disyunciones y La llama doble. Amor y erotismo y finalmente Itinerario y Vislumbres de la India (1995) tienen un carácter autobiográfico.

De acuerdo a Ruy Sánchez, se trata de ensayos fundamentales sobre arte, sociedad, historia y política, que hacen de su obra, piedra fundamental de la cultura contemporánea, sin embargo, la clave está en su poesía, que es “el eje lúcido que alimentó su pensamiento y su manera peculiar de estar en el mundo”.

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