Todavía en octubre de 2009, el diario británico The Guardian publicó una nota en la que entrevistaba de manera anónima a “alguien” de la Agencia Internacional de Energía (AIE), quien declaraba que se había llegado al pico de producción de petróleo (al que seguiría el declive), pero que había fuerzas ocultas que impedían que esta información se difundiera, para no provocar pánico a nivel global.
Los amantes de las teorías de conspiración tenían bastante tela de dónde cortar para armar las fantasmagóricas hipótesis a las que son afectos. La realidad es que el mundo nunca alcanzó ese pico de producción; al contrario, ha seguido aumentando. El dato principal es que la nueva técnica deextracción, primero de gas y después de crudo, llamada fracking (o fracturación hidráulica), llegó a cambiar el panorama.
Estados Unidos lleva más de una década utilizando este sistema (que se basa en la inyección de agua en el subsuelo, mezclada con químicos, en los terrenos con piedras de esquisto), al principio muy rudimentario, pero cada vez más sofisticado. Esa primacía le ha conferido una ventaja competitiva relevante. Tanto, que en dos años Arabia Saudita dejará de ser el mayor productor de petróleo, dejando el paso precisamente a la Unión Americana.
Con el título de “¿El fracking hará que el Golfo Pérsico se vuelva irrelevante?”, el Global Postpublicó en mayo del año pasado un análisis en el que se vertían las ideas que imperaban en un escenario siempre cambiante. Citaba el pensamiento de algunos analistas, que sostienen que nos acercamos a una nueva era de solvencia energética gracias al petróleo shale.
Pero quizá debiéramos guardar mesura al hacer predicciones alegres. Es cierto que el gas y el petróleo de esquisto transformarán el mapa de la energía y traerán reacomodos geoestratégicos, pero en este punto debemos hilar fino.
Los primeros que deberían estar preocupados son los sauditas, los emires del Golfo y los kuwuaitíes.
Los principales productores de gas y petróleo de esquisto serán EU, Canadá y algunos países más, entre ellos México que tiene amplios yacimientos. En cuanto a Europa, el continente está en graves problemas, no solo energéticos, sino estratégicos.
El gas ha llegado a un costo tres veces mayor que en Estados Unidos (en Japón la cifra es cuatro veces más), lo que afecta enormemente su industria, que pierde productividad a pasos agigantados. En el enfrentamiento de Rusia contra Ucrania, precisamente, la Unión Europea no se ha podido poner de acuerdo en de qué manera puede hacer frente a la amenaza expansionista rusa.
Aunque Estados Unidos anunció que podría apoyar al viejo continente en este tema del gas, sacudirse el yugo de Moscú es algo que llevará años, si llega a concretarse. La cruda realidad es que Europa sigue dependiendo por completo del gas ruso y, con excepción de Noruega, del petróleo que viene de países como Arabia Saudita, Catar, los Emiratos Árabes Unidos, Libia, etcétera.
Incluso si se permitiera extraer gas y petróleo shale en todo el territorio europeo, la Unión Europea llegará tarde a la cita, y su producción nunca alcanzará para cubrir sus necesidades, lo mismo que lasenergías renovables en las que tanto ha invertido, pues están muy lejos de satisfacer la demanda.
Hay cálculos que indican que las empresas y gobiernos tendrán que gastar 9% adicional en los procesos del fracking para proteger el medio ambiente, lo que deja aún un buen porcentaje de ganancias que asegure la producción. Lo que resta es que se certifique que el shale, utilizando las mejores prácticas, realmente minimiza el impacto ambiental. Por el momento, se ve un perdedor claro: Europa, debilitada por no tener fuentes propias de energía, excepto la nuclear, que posiblemente deberá aumentar en los próximos años a pesar de las protestas de los ecologistas, muchas de ellas, por cierto, infundadas.