Oaxaca, México.- Cautelosa, con las patas en la malla ciclónica del aviario y la cabeza asomada hacia fuera, donde la enorme ventana del refugio se abrió para siempre, una hermosa guacamaya roja (Ara macao macao) observó el espacio inmenso de la selva habitada por sus ancestros y permaneció quieta unos segundos, antes de tomar su decisión.
Enseguida, abrió sus majestuosas alas y voló; así, emprendió una aventura que siguieron 22 aves más, que exhibieron en sus largas plumas el rojo predominante de su nombre –al que los mayas asociaban con el fuego–, una franja amarilla a medio cuerpo que representa al Sol y una gran área azul que evoca al cielo.
En contraste, cuatro decidieron permanecer en el aviario, una jaula de 18 metros de largo, 12 de ancho y de seis a nueve de alto (debido a la irregularidad del terreno). Pero la doble ventana quedó abierta para cuando decidan emprender su propio viaje, en unas horas o días, pues son seres grupales.
“Es la primera liberación de guacamayas rojas en Veracruz; habitaron en esta región de la selva, pero hace por lo menos 70 años nadie las ha vuelto a ver, desaparecieron debido a la deforestación y la captura ilegal”, indicó la bióloga y ornitóloga Patricia Escalante, investigadora del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, quien encabeza el proyecto.
Desde 2012, la también curadora de la Colección Nacional de Aves del IB inició su propia aventura para hacer realidad este proyecto. En alianza con el Parque Xcaret y la Reserva Ecológica La Otra Opción A.C., obtuvo del primero los polluelos criados en cautiverio por sus propios padres, y de la segunda, el sitio para instalar un enorme aviario, al que llegaron el 21 de marzo 29 guacamayas para adaptarse a una condición intermedia antes de probar la libertad.
“En esta liberación dos guacamayas se descartaron porque aún no están listas, de las 27 restantes sólo cuatro esperaron dentro del aviario, seguramente se tomarán un tiempo más para salir, pero las ventanas seguirán abiertas”, indicó.
Jóvenes con impronta en aves
De las 29 aves, ocho son adultos de más de cuatro años, 12 son jóvenes de entre uno y cuatro años, y nueve polluelos que pronto cumplirán un año. Si se considera que viven entre cinco y siete décadas, todos son jóvenes en etapa de adaptabilidad.
De un metro de largo (gracias a su larga cola emplumada) y un kilogramo de peso, se ven rojas casi por completo mientras están quietas, pero se vuelven tricolores al iniciar el vuelo.
En esta nueva aventura, los científicos estiman que las jóvenes impulsarán a las mayores en esta nueva aventura, mientras los polluelos requerirán una adaptación menor, pues seguirán desarrollándose en libertad.
Algo fundamental para su sobrevivencia, subrayó Escalante, es la impronta, ese periodo de primer aprendizaje donde se sigue el estímulo o enseñanza de una figura adulta preponderante, generalmente la madre o el padre, proceso que muchos animales en cautiverio asimilan de humanos.
“Las nacidas en Xcaret hicieron la impronta con sus padres y aprendieron de ellos durante uno o varios años a comer, volar y sobrevivir, un ejercicio que ahora realizarán todos los días en libertad. Esta fase es importante, porque además de un aprendizaje cercano al natural, se propicia una distancia con los humanos, algo que estas aves deben conservar para evitar ser capturados”, destacó.
Aves sociales
Las guacamayas son seres muy sociales y pueden compartir un aviario, pero lo necesitaban de tamaño grande para tener ejercicios de vuelo, socializar y prepararse para la vida en libertad, destacó la universitaria.
“Como la vida libre es distinta, en el aviario se les hicieron cambios en la dieta para incluir semillas que existen en los árboles de la reserva y se practicaron entrenamientos con sonidos de alarma ante depredadores. También se buscó que tengan poco contacto humano y alimento cerca de esta zona para que no pasen hambre”.
Al salir, lo más probable es que se mantengan cerca del aviario, en la zona núcleo dos de la Reserva de la Biósfera Los Tuxtlas, donde fueron liberadas, estimó la especialista.
“Son cautelosas, aprenden pronto y transmiten información culturalmente. Al no haber aquí otra población de guacamayas, tendrán poco de quien aprender en el futuro, así que hicimos una liberación suave, con zonas de alimentación cercanas al aviario para que experimenten rutas, pero también para que puedan volver a casa. Poco a poco explorarán más y en el invierno seguramente buscarán zonas menos frías e irán a sitios más tropicales al sur de la reserva”, dijo.
Monitoreo tras la liberación
Una vez liberadas, las 27 guacamayas serán vigiladas con ayuda de tecnología y de la comunidad.
“Cada una está identificada con una señal en su pico, tiene un anillo cerrado en una pata y un chip dentro de su cuerpo. Algunas tienen además un radiolocalizador y tenemos su huella genética para protegerlas si fueran capturadas. En ese caso, en un decomiso podríamos identificar a cada uno de los individuos que liberamos mediante su ADN”, explicó.
Además, el proyecto de Escalante cuenta con aceptación y colaboración de las comunidades locales, quienes forman parte de la Red de Monitoreo de Aves de la Reserva de Los Tuxtlas, que tiene 50 integrantes y sus familias.
“Los habitantes de la comunidad nos ayudaron a subir las guacamayas por la selva hasta el aviario y ahora participarán en la vigilancia; además, se pueden identificar con facilidad mientras vuelan por las cañadas, pues resaltan sus colores y sus sonidos”, abundó.
Escalante ya prepara una segunda etapa de reintroducción de estas aves, que iniciará en julio con la recepción de 31 individuos en el aviario; su fase de preparación y liberación será antes de fin de año.
“El plan es tener para entonces 60 ejemplares reintroducidos e involucrar a otros grupos comunitarios en este proyecto, pues la idea es lograr una población que pueda reproducirse en libertad”, finalizó.