Agencias
Oaxaca, México.- Hace sólo unas semanas, después de cumplir 70 años, Lorenzo Zambrano confesó que no tenía intenciones de traspasar el timón de Cemex, la empresa a la que transformó en una de las mayores cementeras del mundo incluso a costa de sofocarla con deuda.
Pero el empresario murió este lunes 12 de mayo sorpresivamente en Madrid sin poder concretar los nuevos planes que tenía para la compañía, justo cuando empezaba a recuperarse de la peor crisis que vivió desde que fue creada hace más de un siglo.
Para "el ingeniero", como le decían sus colaboradores, Cemex era su vida: no se veía haciendo otra cosa que no fuera dirigirla hasta en los momentos más difíciles.
"Recién cumplí 70 años y hay muchas cosas que hacer (....), aporto valor a la compañía y mientras suceda eso seguiré aquí", dijo en una entrevista con Milenio TV difundida a principios de mes, en la que lució rozagante y esbozó planes a futuro.
Nieto del fundador de la firma, se graduó de ingeniero en el Instituto Tecnológico de Monterrey. En 1968, antes de entrar formalmente en la nómina de Cemex, obtuvo una maestría en administración en la Universidad de Stanford.
Desde que era adolescente tenía claro que quería dirigir Cemex. Su padre nunca estuvo al frente de la firma.
Sus anhelos se concretaron a sus 41 años, cuando los inversionistas le entregaron las riendas del negocio en 1985.
Las apuestas a su talento comenzaron a dar frutos poco después. Perfilándose como un astuto hombre de negocios, adquirió en 1992 las dos mayores cementeras de España: Valenciana y Sanson.
"Hemos mostrado que una compañía que nace de un país en desarrollo puede competir en todo el mundo y queremos seguir haciéndolo", dijo Zambrano a Reuters en el 2009. "Cuando compramos Valenciana y Sanson, decían: ¿qué saben de Europa?, pero aprendimos y aquí estamos".
No sólo el mundo corporativo fascinaba al hombre nacido el 27 de marzo de 1944 en la norteña ciudad de Monterrey. Era un apasionado del arte y la cultura latinoamericana; además, se dio el lujo de coleccionar autos antiguos que de cuando en cuando conducía por el municipio de San Pedro Garza García.
El empresario llevaba una vida discreta y evitaba los flashes. Nunca se casó y no tuvo hijos.
Parte de su tiempo libre lo dedicaba a su alma mater, de la que fue uno de sus principales benefactores. Y también era un aficionado del futbol, que se negaba a vender su participación en el equipo mexicano Tigres, a pesar de su poco brillo.
La crisis
Zambrano no se conformó con desembarcar en España. Cemex se convirtió en el 2000 en uno de los grandes productores de cemento de Estados Unidos con la compra de Southdown por 2,800 millones de dólares.
Nunca desembolsó demasiado por una compra y usó su ojo agudo para multiplicar las ganancias recortando costos.
Aunque los inversionistas se mostraron preocupados cuando Cemex duplicó su tamaño en el 2005 con la compra de la británica RMC, el empresario no quitó el pie del acelerador.
Los 4,200 millones de dólares que pagó dispararon señales de alarma y llamados a ser más conservador.
Su última gran compra fue en el 2007. Zambrano quiso volver a hacer su magia y tomó el control de la empresa australiana de materiales de construcción Rinker con una oferta hostil.
Pero la operación no sólo triplicó la deuda neta de Cemex hasta casi 20,000 millones de dólares, sino que aumentó la exposición al mercado estadounidense justo cuando se desataba la crisis del mercado hipotecario que terminó en la peor recesión global desde la Segunda Guerra Mundial.
En un esfuerzo sobrehumano que duró meses, Zambrano logró refinanciar unos 15,000 millones de dólares en deuda, salvando a la empresa del colapso y poniéndola en un espinoso camino de recuperación.
"Esta es la peor crisis que he vivido en mi vida profesional", comentó Zambrano, el mayor de cinco hermanos. "Pero seguimos aquí, ahora como una compañía más ágil y flexible. Pasamos de ser un elefante a un galgo", comentó en una rueda de prensa antes de la asamblea de accionistas del 2010.
Ahora los inversionistas se preguntan quién comandará a ese galgo.