Oaxaca, México.- Amplios sectores de la población rinden culto a la juventud y rechazan y agreden a las personas mayores, en especial a las mujeres, expuso Sonia Frías, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.
Al participar en el Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez, indicó que este proceso de deterioro físico está cruzado por el género al exacerbar la desigualdad socialmente construida. “Ellas, como otros grupos minoritarios, pierden estatus con los años debido a situaciones como la jubilación o quedarse sin empleo o pareja”.
Los menoscabos se perciben como una señal de vulnerabilidad y exponen al sector a violencia; aunque ésta es minimizada, no se considera como tal o es tolerada por quienes la ejercen o padecen, apuntó en el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de esta casa de estudios.
El ámbito más estudiado es la agresión de pareja, pero es necesario señalar que las mexicanas adultas mayores son atacadas de múltiples formas en lo familiar o comunal, con variantes que van desde lo físico y psicológico, hasta la negligencia y el abuso económico o sexual.
A esta condición se le conoce como polivictimización y se registra porque en cierto momento concurren varias experiencias de violencia. “Este concepto permite estudiar todas las formas en que son agredidas”, añadió.
Al respecto, Irene Casique, también del CRIM, refirió que según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) de 2011, el 42 por ciento de las solteras y casadas han experimentado alguna vez violencia de pareja; 41, emocional; 14, física; 23, económica y siete por ciento, sexual (debido a que muchas padecieron dos o más de estas variantes, la suma de los deciles sobrepasa el 100 por ciento).
El sector más proclive a las arbitrariedades de índole físico es el de los 15 a los 19 años de edad. Además, a medida en que incrementan los estudios hay un decremento de la prevalencia de la agresión.
La académica destacó que estos datos deben analizarse con reservas, porque en comparación con la ENDIREH de 2003 y la de 2006, en la de 2011 hubo cambios importantes en la metodología para elaborar las preguntas.
Por ejemplo, en el último muestreo las mujeres pertenecían en gran medida a rangos alto y medio; registraban mayores niveles educativos; tenían uno, dos o ningún hijo y había menos estudiantes o trabajadoras y más jubiladas.
“Vistos así, los datos no reflejan la situación a nivel nacional, pero revelan que el país aún presenta una alta prevalencia de la violencia hacia la mujer”, concluyó.