Ciudadania Express
Viernes 04 de julio, 2014. 12:36 pm

Oaxaqueño mantiene vivo el arte plumario en México

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Oaxaca, México.- Las técnicas ancestrales en la elaboración de textiles como el hilado de pluma torcida aún persisten gracias al trabajo de artesanos como el del oaxaqueño Román Gutiérrez Ruiz, quien se ha dado a la tarea de recuperar este proceso que había desaparecido en los últimos 250 años.

[caption id="attachment_229364" align="alignleft" width="300"]El manto emplumado de San Miguel Zinacantepec fue creado a partir de la unión de tres piezas. Foto Manuel Curiel. INAH. El manto emplumado de San Miguel Zinacantepec fue creado a partir de la unión de tres piezas. Foto Manuel Curiel. INAH.[/caption]

Al participar en el Primer Encuentro de Conservación de Arte Plumario, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), el artista de los textiles oriundo de Teotitlán del Valle, Oaxaca, habló sobre el rescate de una tradición milenaria, su técnica y los materiales que en ella se utilizaban. El galardonado con el Premio Especial en el concurso del arte popular “Leyendas Vivientes: Obras de Grandes Maestros de México”, organizado por el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, explicó que la técnica del hilado de pluma torcida es un método prehispánico en el que dos hilos de algodón se tuercen juntos para sostener el plumón; con ello, al dar vuelta a la especie de rueca que en esa época utilizaban, se va creando el hilo con el que se creaban tejidos plumarios que no se habían visto desde la antigüedad. Román Gutiérrez inició su actividad textil a los 10 años de edad, gracias a la guía paterna en la tradicional técnica de zarape utilizada en Teotitlán del Valle. Su curiosidad lo llevó a querer hacer algo más de lo que comúnmente se realiza en su comunidad, por lo que visitó bibliotecas, salas de lectura y videotecas, en busca de diseños que lo inspiraran, hasta que encontró en los códices su inspiración. “En ellos vi la vestimenta de los ancestros, y a partir de ahí nació mi inquietud por intentar reproducir, lo más apegado posible al original, estas piezas. Uno se imagina a los señores nobles en la antigüedad con todos estos atuendos, debió de haber sido impresionante”, dijo. Apoyado por una rueca, ejemplificó la manera de hilar una pieza a partir de la pluma como materia prima, a la par que mencionaba las dificultades a las que se ha enfrentado.

[caption id="attachment_229366" align="alignright" width="300"]Román Gutiérrez Ruiz es uno de artesanos que busca rescatar la técnica de antigua de pluma torcida. Foto Manuel Curiel. INAH. Román Gutiérrez Ruiz es uno de artesanos que busca rescatar la técnica de antigua de pluma torcida. Foto Manuel Curiel. INAH.[/caption]

“Para recuperar esta técnica me he topado con problemas como el teñido; algunos de los materiales que nuestros ancestros utilizaban no se pueden conseguir, por lo que tratamos de suplirlos con otros que nos den un aproximado en cuanto al acabado”, detalló el artesano, quien ha trabajado con artistas como Francisco Toledo, Trinne Ellitsgaard y Pantaleón Ruiz. Román Gutiérrez Ruiz habló de cómo logró teñir el plumón, primero le quitó la cera natural a la pluma, para hacer que el pigmento se fijara en ella. Otro reto al que se enfrentó fue que el plumón, al mojarse, disminuye drásticamente su volumen, pero luego de una búsqueda consiguió restaurarlo con una secadora de pelo de alta potencia. “Soy uno de los artesanos que le gusta compartir lo que he investigado y realizado. Uno de los peores errores que uno puede hacer es llevarse el conocimiento a la tumba”, afirmó el único artesano que trabaja con la mencionada técnica en la región, porque la mayoría labora con urdimbre de lana. El arte plumario tuvo su época de oro desde finales del siglo XVI y principios del XVII. En la actualidad, el Museo Textil de Oaxaca se ha interesado en técnicas como la de la pluma torcida, a partir del estudio y la restauración de un paño novohispano, un fragmento textil de finales del siglo XVII y una de las cinco piezas existentes de época virreinal, cuya investigación se realizó en conjunto con la ENCRyM, y uno de los resultados obtenidos fue la identificación y la reproducción de la técnica de la pluma torcida.

El manto emplumado En la actualidad, en México se conocen únicamente cinco textiles emplumados pertenecientes a la época colonial, entre ellos el llamado Manto de San Miguel Zinacantepec, que forma parte de la colección del Museo Nacional del Virreinato. Sobre esta pieza considerada tesoro del arte plumario, por estar elaborada con la técnica de hilo emplumado, Mariana Almaraz Reyes, restauradora tesista de la ENCRyM, dictó su ponencia La pluma en los textiles. Estudio y conservación del manto emplumado de San Miguel Zinacantepec. Siglo XVII. La tesista fue la responsable de la investigación para preservar esta pieza textil elaborada con un método utilizado desde la época prehispánica y que perduró hasta el virreinato. Indagó con técnicas y análisis especializados la historia del manto, su significado iconográfico, su uso y su función, así como los materiales constitutivos, con miras a entender el deterioro que tenía y proponer una restauración fundamentada, que no dañara y respetara los valores que tiene el textil. “El manto fue utilizado a manera de tapiz; lo mandó hacer un cacique de la región, en el siglo XVIII, para que, a manera de un colgante, mostrara su linaje y el reconocimiento de la Corona española. En el centro tiene un águila bicéfala coronada que históricamente ha tenido varias connotaciones, una de ellas podría aludir al emblema real de los Habsburgo; una segunda interpretación dice que es el ave del mito fundacional otomí”, explicó la investigadora. Con 1.80 metros de alto y 2.40 de ancho, la obra textil fue creada a partir de la unión de tres piezas, ya que, de acuerdo con Mariana Almaraz, en el telar de cintura no es posible hacerlo con grandes proporciones, lo máximo son 70 centímetros. La técnica consiste en ir hilando el algodón e incorporarlo al plumón, para que quede una fibra totalmente afelpada que será utilizada como trama al momento de tejer un textil. Del manto se tomaron muestras de las fibras; en tanto, los plumones se compararon para indagar de qué especie provenía la pluma, se comprobó que fue de Cairina moschata, especie de pato domesticado desde la época prehispánica. ”Además se analizaron los colorantes, y a las plumas teñidas se les hizo análisis macroquímico con la espectroscopia Raman, método analítico, cualitativo y cuantitativo no destructivo, que consiste en hacer incidir una fuente radiante continua, estable e intensa sobre una muestra, y según la longitud de onda emitida o absorbida, se refleja en un espectro, que posteriormente es comparado con espectros de otros colorantes. Los resultados en los tres métodos de análisis coincidieron con los mencionados por Irmgard Jonhson: en el azul añil (Indigofera suffructicosa), en el rojo cochinilla (Dactylopius coccus) y en el amarillo zacatlaxcalli (Cuscuta americana)”, detalló la restauradora. También se limpió con un aspirado general —prosiguió—, no se lavó, se fijaron algunos hilos del diseño que estaban sueltos y que distorsionaban la lectura de las figuras y formas, y se fabricó un contenedor que lo protegiera. “Antes de iniciar la restauración, nos dimos cuenta de que tenía muchas intervenciones anteriores: hilos de otros materiales como poliéster, que fijaban los diseños pero con el tiempo terminaron alterándolos; tenía una crepelina, que es una tela traslúcida que permite ver lo que hay debajo y protege, pero que aplastaba las plumas y no dejaba al descubierto los colores originales, por lo que se quitaron tanto los hilos como la crepelina”, informó. La importancia estética del manto, en opinión de la restauradora de la ENCRyM, radica en la riqueza de su decorado; por ejemplo, tiene algunos elementos que asemejan murciélagos con una curva que los encierra, lo que podría equipararse al topónimo de Zinacantepec, en el Estado de México, que es de donde proviene y que a su vez significa “Cerro del murciélago”. “Cuenta con inscripciones que aluden a quien mandó a elaborar el manto, ‘A devoción de’, se lee en uno de sus lados, seguido del nombre ‘Jua Die’, que es Juan Diego, nombre muy común en el siglo XVIII; hay otra frase que dice ‘Saved’, que es una especie de bendición por gratitud a la Corona española”, puntualizó. El Seminario-Taller de Restauración de Textiles de la ENCRyM lleva más de 10 años investigando la técnica de la pluma hilada. Hasta ahora, se han restaurado y conservado cuatro textiles, uno de ellos fue el de Zinacantepec.

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