Oaxaca, México.- A través de su ópera
Motecuhzoma II —basada en
Motezuma, drama operístico de Antonio Vivaldi (1678-1741)—, el violinista mexicano Samuel Máynez alcanzó la utopía que la historia no logró: la convivencia y diálogo de dos mundos que colisionaron durante la Conquista de México-Tenochtitlan.
Durante una revisión de esta pieza del
bel canto, que se realizó recientemente en el Museo Nacional de Antropología (MNA), el músico afirmó que en su creación, la música es la que logra la comunión de dos mundos, de dos culturas distintas.
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Quetzalcóatl se hace presente. Se privilegió la referencia a los elementos y personajes del mundo mesoamericano. Foto Ernesto Lehn.[/caption]
“Los instrumentos y las armonías provenientes de Europa pueden convivir armoniosamente con los instrumentos prehispánicos que integré a esta versión con música del compositor europeo”, dijo Máynez durante la charla
Motecuhzoma II, una relectura de la ópera Motezuma de Vivaldi desde la visión mesoamericana.
“Busqué una ambientación más apegada a la cosmoacústica mesoamericana, que no fuera un capricho mío, sino que el libreto lo sustentara; cuando se escuchan las ocarinas, que representan al viento, es Quetzalcóatl quien se hace presente. Se buscó que tuvieran referencia con los elementos del mundo mesoamericano”, puntualizó.
Fue en 2002 cuando el también escritor descubrió una copia del manuscrito del melodrama operístico estrenado en 1733. La trama original ensalza la Conquista que concluye con un final feliz, donde Motezuma es representado como un personaje anormal y ruin, que no muere y cuyo reino es un regalo de bodas para uno de los hijos de Cortés (llamado Fernando en esta puesta operística) y su hija.
Por tal razón, Samuel Máynez decidió elaborar una nueva versión donde la visión mesoamericana fuera la que dirigiera la trama. Para tal empresa, el violinista recurrió a especialistas como los doctores Miguel León-Portilla y Alfredo López Austin para apoyarse en los aspectos históricos, con este último hizo el libreto, apegado a la objetividad histórica.
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Motecuhzoma II, una relectura de la ópera Motezuma de Vivaldi desde la versión mesoamericana. Foto Ernesto Lehn. Diseño de la galería: Página Web, INAH.[/caption]
Uno de los retos más importantes en la nueva historia operística sobre la Conquista, fue la traducción del libreto al náhuatl clásico, al maya y al español antiguo, por lo que el violinista se auxilió de especialistas en estas lenguas.
“Para adaptar los textos del libreto tuve que recurrir a varios traductores. El escritor Jorge Cocom Pech se encargó del maya, el historiador Rafael Tena Martínez y el escritor Librado Silva Galeana (1942-2014) del náhuatl. Fue complicado porque no había una unificación, ni siquiera de la ortografía sobre las variantes del náhuatl”, recordó Máynez.
Rafael Tena Martínez, historiador e investigador de la Dirección de Etnohistoria, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se encargó de traducir las arias del italiano al náhuatl, mientras que Librado Silva se ocupó de los parlamentos en prosa.
“Para traducir las arias, obviamente, como están en verso, hubo que contar el número de sílabas y hacer que también en el náhuatl correspondieran en número, para que se pudieran cantar”.
Tena Martínez recordó que no fue fácil traducir los conceptos o palabras, de ahí que tomó la idea principal de lo expresado en español e italiano para traducirlo al náhuatl clásico con más o menos palabras, según lo que requerían el metro y la prosodia.
“Sin embargo, tratándose de una ópera no se pueden presentar los hechos históricos desnudos; la esencia de la ópera implica que lleve ficción, dramatismo, acción, Máynez conjugó la realidad histórica con el desarrollo de una acción, relacionada a través de la música, la coreografía y la escenografía”.
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Ópera Motecuhzoma II, basada en Motezuma, drama operístico de Antonio Vivaldi 1678-1741. Foto Ernesto Lehn.[/caption]
De acuerdo con el historiador del INAH, un acierto en
Motecuhzoma II fue la inclusión de instrumentos autóctonos, que fueron adaptados en función de la afinación exacta con la música de Vivaldi.
En 2005, Samuel Máynez reconsideró hacer su versión de la ópera del músico italiano. “Vivaldi no tuvo la culpa del libreto, él fue responsable de la música, por lo que me dediqué a hacer una tesis que busca reivindicar a los personajes reales en la obra”.
Sustituyó a los personajes ficticios por los reales, ya no se llamaba Motezuma ahora era Motecuhzoma II, agregó a Hernán Cortés (que se llamaba Fernando), a Doña Marina (La Malinche), al villano Pedro de Alvarado y a Cacama, el sobrino de Moctezuma. El personaje ficticio de Mitrena, la esposa de Motezuma, fue reemplazado por el de la madre del emperador, en reconocimiento a las madres indígenas.
“Parte de nuestra intención es reivindicar a los personajes históricos que forman parte de nuestra historia, salvo a Pedro de Alvarado. A Moctezuma hay que verlo en su dimensión trágica, es un personaje que vivió un dilema existencial como el de Hamlet. A La Malinche, por supuesto, porque fue una mediadora de dos mundos, ella tuvo en su poder la comunicación”, puntualizó.
Por último, Samuel Máynez dijo que fue difícil encontrarle el “lado bueno” a Cortés, y en la ópera lo representó como un hombre humanista, que al final sí se enamora, metafóricamente, de la nueva tierra a través de la indígena representada por La Malinche, ya que tiene un hijo con ella.