Ciudadania Express
Viernes 16 de mayo, 2014. 09:13 pm

Rescatan papel histórico del documental en México

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Oaxaca, México.- A pesar que el documental es considerado el patito feo del cine, se trata de un género de suma importancia en nuestro país, donde se ha realizado desde inicios del siglo pasado y que en muchos ámbitos resultó innovador.

documentalmex Así lo plantea María Guadalupe Ochoa, coordinadora del libro La construcción de la memoria: historias del documental mexicano que es la primera investigación acerca del desarrollo de este género cinematográfico en el país, desde 1896 hasta 2012.

En entrevista, la especialista aseguró que la del documental es una de las historias ocultas de México, pues se sabe poco del desarrollo de este género cinematográfico, a pesar que ha tenido diferentes épocas de auge.

Y es que, por ejemplo, los grandes fotógrafos del cine de oro también realizaron documental, pero “cuando uno revisa la filmografía de Galindo, de Figueroa, de Gabriel Fuentes, de los grandes fotógrafos, generalmente no vienen consignados los documentales”.

Pero además, destacó la coordinadora del volumen, el documental mexicano fue innovador y este libro “muestra que ciertamente hemos recorrido un largo camino y hay que reconocer las múltiples manifestaciones interesantes, vanguardistas, donde el documental, inclusive, ha sido pionero, no solo en el documental de la Revolución, sino también en el documental etnográfico”.

Precisó que el antropólogo Manuel Gamio, antes que Robert Flaherty, considerado el padre de la antropología visual, realizó registros cinematográficos de poblaciones indígenas, donde ya hay un cambio semiótico sobre la imagen de estas comunidades, a diferencia de los documentales europeos, donde se les ve como piezas de museo o a punto de desaparecer.

Ochoa Ávila comentó que a finales de los años 20 y a principios de los 30, con la llegada del expresionismo alemán y el cine soviético, en México se hizo mucho documental experimental: “Emilio Amero hizo cosas abstractas, en una fábrica y lo que vemos son seguimientos fotográficos muy abstractos”.

Al mismo tiempo se utilizó al documental con fines propagandísticos y en la época de Lázaro Cárdenas “hay dos versiones sobre la expropiación petrolera, una parte de Gregorio Castillo defendiéndola y en cambio Fernando Fuentes haciendo uno pagado por las compañías petroleras en favor de ellas. Fotográficamente son muy bonitos”.

Manuel Álvarez Bravo también tiene documentales donde juega con el movimiento y hace seguimientos de la imagen, mientras que Miguel Covarrubias realiza documentales sobre danzas, no como una cuestión propagandística, sino en el ámbito de las costumbres, con el seguimiento de los personajes, los movimientos y los reencuadres.

Agustín Jiménez, agregó la especialista, era el fotógrafo de muchas películas que tenían un matiz casi expresionista y hace un impresionante documental sobre las obras de irrigación, con tomas aéreas y vanguardias fotográficas crea imágenes que son construcciones geográficas sobre las irrigaciones.

La importancia que tenía este género en esa época se muestra en el hecho de que este documental, Irrigación, “se estrenó el mismo año que Allá en el rancho grande y curiosamente también hay alfombra roja y está en los mismos cines, mientras que Compadre Mendoza tardó tres años en llegar a los cines”, apuntó Ochoa Ávila.

Después, en la década de los sesenta, el documental tuvo otra época de auge en México. Los movimientos sociales lo utilizan para difundir sus problemáticas y generar debate para lo cual incorporan técnicas como la voz en off y el “cine rollo”.

De hecho, “ahorita, casi ningún documental puede presumir que tuvo, en un año, más de 50 mil espectadores, Eduardo Maldonado con Atecingo, con sólo tres copias, logró que su película fuera vista por 50 mil personas”, comentó la historiadora, mientras que Iztacalco, de Alejandra Islas, tuvo tanta demanda entre los movimientos de colonos de todo el país que las películas prácticamente se deshacían de tanto pasarlas.

Finalmente, desde la década de los noventa, se ha registrado otro auge en el documental, pero como ha habido una transición tecnológica dejó el formato de cine y adquirió el del video y el de la televisión, con lo que se ha logrado gran proyección, por ejemplo, en las bienales que se hacían de video, donde la mayoría eran documentales.

El detalle de todos estos temas son presentados a lo largo de las 543 páginas de La construcción de la memoria: historias del documental mexicano que cuenta con 10 ensayos temáticos, 115 fichas biofilmográficas y fotografías.

Sin embargo, Guadalupe Ochoa advirtió que este libro es una primera historia del documental, una herramienta para futuras investigaciones y una base de datos inicial, aún incompleta, ya que es como la punta de iceberg de todo lo que se ha producido de este género en México.

“Lo valioso del libro es justamente poner un piso, una historia, para que a partir de eso, que es muy historiográfico, se pueda ahora empezar a analizar la diferentes corrientes, estilos y épocas. Con esta primera mirada empezamos a delinear algunos de los sube y baja de todo el continuo de la historia del documental”.

La historiadora confió que continúe la investigación sobre el documental mexicano, porque forma parte del patrimonio audiovisual que no sólo es necesario resguardar y conservar, sino también difundir, ya que muchos de estos materiales están guardados y no se ven, a pesar que hay “unas joyas sensacionales”.

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