Ángela Chávez Almonte
Hace muchos años era común ver a la guacamaya verde cruzar los cielos del pueblo de San Pedro Jocotipac, en la región de la cañada oaxaqueña. Había tantas que en ocasiones las cazaban para comerlas e incluso algunos usaban sus plumas para la medicina tradicional o la brujería.
Sin embargo, actualmente estas aves están a punto de extinguirse, por ello los pobladores de la comunidad buscan revertir el daño causado al ecosistema y a partir de 2007 se han dado a la tarea de protegerlas, a pesar de no tener los recursos económicos ni un apoyo fijo del gobierno; y como resultado, la población del ave pasó de 70 a 130 ejemplares.
“Decidimos que había que cuidarlas, si no ya no iba a haber (…) en ese entonces (2007) había 70 aves y ahora hay aproximadamente 130”, relataron los miembros del Comisariado de Bienes Comunales (CBC) de esa zona, encargados de monitorear a las guacamayas.
Norberto López Vázquez, presidente del CBC, relató a Milenio, la lucha que han emprendido para cuidar de la guacamaya y los animales que hay en la zona.
“Nos levantamos a las tres de la mañana para subir a la montaña y llegar a la zona con los primeros rayos del Sol, que es cuando salen de su nido y empiezan a volar”.
Cuidado peligroso
La travesía para subir la montaña es larga y pesada, los caminos se han ido formando con el ir y venir de los cuidadores de la guacamaya. La zona es peligrosa, pero eso no les impide proteger a esta especie que anida en el Cañón del Sabino, que tiene aproximadamente 250 metros de profundidad.
Los miembros del CBC visitan la zona dos veces al mes y desde la orilla del barranco buscan los huecos en los que guacamayas tienen sus nidos. Ellos, al igual que el Sol, esperan que el ave se vaya a dormir y regresar hasta las ocho de la noche, “llenos de cansancio, satisfacción y de los datos obtenidos por el monitoreo”.
“Antes nos veníamos directo del pueblo, pero ahora tenemos unas cabañas hechas de madera y techo de palma donde descansamos. Todo el pueblo, niños, mujeres, adultos y ancianos, nos ayudaron a subir el material y a construirlas (…) También hicimos una cocina con adobe y neumáticos y baños ecológicos”, detallaron Zacarías y Diego Gaytán, miembros del CBC.
“En la noche, cuando llegamos de estar todo el día monitoreando, prendemos un fogón y nos comemos unas tortillas con sal, hechas en el pueblo con el trigo y el maíz que sembramos”, dijo Diego.
En cuanto a la paga, es poca, a veces nada; en otras consiguen dinero para darles a los del monitoreo 100 pesos al día y así ayudarlos a su manutención, dijo López, quien abundó que han buscado apoyo del gobierno y a veces han logrado conseguir algo de ayuda por parte de algunas instituciones, pero desde hace un par de años que no se los han renovado, por lo que han tenido que mantenerse por sí solos.
“La última vez conseguimos apoyo de la Comisión Nacional Forestal y reforestamos la zona. Nos ayudó todo el pueblo, y ahí están los arbolitos creciendo (…) tenemos resultados, pero nos gustaría tener más, por eso quisiéramos ver el modo de tener un apoyo fijo por parte del gobierno”, explicó López.
Detalló que su comunidad donó más de 2 mil hectáreas en las cuales no permiten que se realice ninguna actividad que entorpezca el desarrollo del ecosistema, por ello no permiten la cacería, el pastoreo ni que se tire basura.
Con o sin apoyo
A raíz del cuidado de la guacamaya verde, la población de otros animales también creció, como son los jabalíes, zorros, venados, coyotes, varias aves e incluso los pumas, que ya no se detectaban en la zona, han vuelto.
De los pueblos que los rodean son cuatro los que apoyan; sin embargo, otros 10 que se encuentran de la zona no lo hacen, e incluso han buscado meter su ganado, practicar la cacería y tirar basura.
Los pobladores de San Pedro Jocotipac se manifiestan contentos por lo que hacen, incluso, los niños y ancianos reciben información sobre el cuidado de las aves y otros animales y ellos también participan cuando pueden.
En el pueblo sobreviven de lo que siembran y de artesanías, las cuales elaboran por meses para salir a venderlas una vez al año, pero la paga es poca, “algunas veces un sombrero que hacemos un día, entre otras actividades, nos lo pagan en tres pesos, o a veces nos lo cambian por un kilo de jitomate y otra cosa que nos sirve para comer”, relató Bernabé Miguel Mendoza, secretario del CBC.
Dijo que pese a ello continuarán cuidando a la guacamaya verde con o sin apoyo, ya que para ellos es importante que esta ave, que en algún momento habitaba el país de norte a sur, deje de ser una animal en peligro de extinción y pueda cruzar en grandes parvadas los cielos de México.
Te podría interesar...
Esta conversación es moderada acorde a las reglas de la comunidad “Ciudadanía Express” . Por favor lee las reglas antes de unirte a ella.
Para revisar las reglas da clic aquí