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“Balada del consentimiento a este mundo” por Bertolt Brecht

Lunes 15 de junio, 2015.
12:12 pm
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Oaxaca, México.-Entre 1931 y 1932, antes de tener que abandonar Alemania por la persecución nazi, Brecht escribió esta balada, empapada del inconformismo que caracteriza toda su obra. En ella, finge ser un cínico interesado y celebra las penurias que padece el hombre común. Burgueses, terratenientes, policías, jueces, burócratas y militares: todos son atravesados por la mirada de Bertolt Brecht, que dispara a discreción contra los distintos niveles dominantes de la sociedad en la que hubo de vivir. Bretol-BrechtConsiderado uno de los poetas y dramaturgos más influyentes del siglo XX, Brecht supo reflejar en sus textos un compromiso político sólido y la crítica feroz a las jerarquías y el sometimiento. Esta edición fue ilustrada por Henning Wagenbreth, cuyos trazos cercanos al underground y su filosofía artística de compromiso social convierten la Balada del consentimiento a este mundo en un manifiesto excelente. A continuación, para reflexionar, la “Balada del consentimiento a este mundo” íntegra de la pluma de Bertolt Brecht:  

1

No soy injusto, pero tampoco soy valiente Hoy me enseñaron el mundo tal cual es Me lo mostraron con un dedo ensangrentado y yo me apresuré a decir que sí, que por mí estaba bien.

2

El palo sobre mi cabeza, los ojos bien abiertos, noche y día el mundo entero ví, vi que los carniceros, como carniceros sirven, y a la pregunta:¿Te alegra lo que ves? Yo dije: sí.

3

Desde ese día dije que sí a todo: mejor cobarde que hombre muerto, me oí decir. Y sólo por no caer en esas manos, consentí en todo lo que no se puede consentir. Balada2

4

Vi al estanciero revender cereales, y al pueblo hambriento aplaudir con humildad. Rodeado de intelectuales dije en voz alta: es algo caro, pero de buena calidad.

5

Vi a los patrones allí: solo a uno de cada tres lo necesitan, e incluso le pagan. A los que no son elegidos, les digo: hablen con ellos. De economía, yo no sé nada. balada5

6

Vi a los militares planeando sus saqueos; vi que por cobardía los dejan andar sueltos. Sospenchando lo peor, les cedí el paso y grité: ¡Bravo! Para estos, la técnica no tiene secretos. Balada3

7

Vi a los diputados que a sus hambrientos votantes juran que ellos todo lo cambiarán. No mienten, digo, son grandes oradores, pasa que los supera la realidad.

8

Vi a los burócratas enmohecidos mantener funcionando el superinodoro, mal pagados, por presionar y patear entre quejidos. Para ellos pido más sueldo y más decoro.

9

No quiero olvidar a los agentes del orden bastión insobornable de la honestidad. Les alcanzo la toalla llena de sangre con tal de que me defiendan mi seguridad.

10

Veo a los jueces, patrones de las leyes, encubrir evidencias con el mayor cinismo. Salvar la propiedad, las amistades. Si fuera juez, sin ofender, haría lo mismo.

11

Y digo: esos señores son incorruptibles. No hay importe que los pueda tentar. Cuidar las leyes y dictar sentencia. ¿No es suficiente incorruptibilidad?

12

Allí a pocos metros, veo unos delincuentes golpeando a un anciano, a una mujer y a un niño; veo también que sus palos son de goma... Y me doy cuenta que no son bandidos.

13

La policía que combate la pobreza, para que la miseria detenga su invasión, tiene trabajo a manos llenas. Mi última camisa es para ellos que salvan del ladrón.

14

Así demuestro que no tengo agravios, y espero que aprecien mi transparencia, más aún si me identifico con los que han sido calumniados por la prensa.

15

Para los periodistas: la sangre de sus víctimas suele hacerles de tinta: "Los asesinos no lo hicieron". Yo ayudo a distribuir las hojas aún mojadas, y afirmo: buen estilo, tienen que leerlo.

16

El poeta nos envía su Montaña Mágica para la lectura. ¡Lo que él (por dinero) allí dice, lo dice con razón! ¡Lo que él (gratuitamente) calla, podría ser la verdad! Yo digo: no confundir ceguera con mala intención.

17

Un comerciante convenciendo a los que pasan: "soy yo el que huele mal, no mi pescado." Pienso: ese no come su pescado podrido. A lo mejor tengo suerte y me vende en el mercado. Por las dudas lo cuido.

18

La piel medio comida por las infecciones, un viejo compra a una jovencita con plata robada. Le doy la mano (con cuidado), con mis congratulaciones, agradeciéndole que ayude a la muchacha.

19

A los médicos, que a los pacientes pobres como pescado chico devuelven a las aguas, no dejo por eso de pedirles turno, y sobre sus camillas me tiendo y encomiendo el alma.

20

A los ingenieros creadores de las cintas sin fin que al desgraciado obrero quita toda energía, les canto loas por su técnico perfil, el triunfo del espíritu me exalta de alegría.

21

Vi a los maestros, pobres represores, formar niños a su imagen y semejanza. Del Estado cobran sus remuneraciones. No retarlos. Ni para morirse de hambre les alcanza.

22

Y veo chicos de catorce años, del tamaño de seis y que hablan como ancianos. Y digo: así nomás. Y a la muda pregunta: ¿Por qué? Contesto: No sé. ¿No es humano?

23

Los profesores, que con bellas palabras justifican lo que su mandatario hace, hablan de crisis financiera en vez de crímenes. No son peores que lo que puede imaginarse.

24

A la ciencia que multiplica nuestro conocimiento, que a su vez hace crecer nuestra miseria, la ensalzan como a una religión, que en su momento estimula nuestra ignorancia, que también se revela.

25

No quiero hablar de más. A los curas los siento mis amigos. Las guerras y las matanzas no los cambian. En alto sostienen la fe en el amor y la asistencia al vecino. Nada de todo eso será echado en el olvido.

26

Vi a todo el mundo alabando a dios y al usurero. Y escuché al hambre gritar: ¿dónde hay que pedir? Y vi unos dedos gordos señalando hacia el cielo. Y entonces dije: ¡vieron que hay algo allí!

27

Los gordos pelados, que hace ya un tiempo bocetara George Grosz, están a punto de degollar a la humanidad en un planeado intento. Si es un plan ordenado, estoy con el asunto.

28

He visto a las victimas y a los asesinos. Sé distinguir entre coraje y compasión, y frente a la valentía del asesino digo: bien hecho, es una doble elección.

29

Veo venir las formaciones de matarifes, quiero gritarles ¡Alto! Pero también veo que estoy rodeado de un montón de guardias, y grito lo que gritan todos: ¡HEIL!

30

Como detesto bajezas y necesidades mi arte no tiene aprobación en este tiempo. Porque a la mugre de vuestro mundo de maldades le hace falta -lo sé- mi consentimiento.

Bertolt Brecht

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30/12/2015 | 10:24 am | shinji_nerv

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