Oaxaca.-Ingeniero civil de profesión, casado con Luz Longoria y Gama y padre de 14 hijos. Los orígenes de la importante labor de José Álvarez Icaza como líder social se remontan a finales de los años cincuenta y surgen principalmente del gran amor a su familia, su profunda formación cristiana, su fe activa, su sensibilidad humana y su inquietud por colaborar en la renovación de la Iglesia Católica para acercarla a sus feligreses.
En 1958, José y Luz Álvarez Icaza, en conjunto con otros matrimonios, iniciaron el Movimiento Familiar Cristiano (MFC) en México, organización que ellos dos presidieron, primero en el Distrito Federal y posteriormente en la República Mexicana. Dado el éxito de su liderazgo, dirigieron durante tres años el Secretariado para Latinoamérica (SPLA) del mismo movimiento.
En 1964 el Episcopado Mexicano los invitó a participar como Auditores Laicos en el Concilio Vaticano II, en el que ambos influyeron de marea importante en la Constitución Pastoral “La Iglesia en el mundo de hoy”. Su participación pronto rindió frutos: como respuesta al llamado del Concilio para que los episcopados nacionales contaran con un centro que orientara e influyera en los medios de comunicación, ese mismo año, José Álvarez Icaza fundó el Centro Nacional de Comunicación Social A.C. (CENCOS), y por su desempeño en el mismo Concilio, fue invitado por el Papa Paulo VI a formar parte del Consejo de Laicos en Roma, de 1967 a 1971.
Como director de la comisión “Vida de la Familia” de dicho Consejo, Álvarez Icaza asistió al III Congreso Mundial para el Apostolado de los Laicos. En 1968, participó en la II Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, en Medellín Colombia, experiencia determinante en su vida. En 1969, colaboró en la constitución del Centro de Estudios Ecuménicos, en 1972, a través del CENCOS, apoyó la campaña para permitir el retorno de judíos rusos a Israel, y en 1975, participó en la creación del Centro Coordinador de Proyectos Ecuménicos. Estas tres últimas actividades fueron de gran trascendencia para la construcción de una sociedad ecuménica tolerante y justa.
A partir de la metodología que utilizó en su trabajo el MFC y otras experiencias, José Álvarez Icaza conoció en profundidad y miseria de miles de familias latinoamericanas y su preocupación por ello lo llevó a comprender la esencia de la filosofía cristiana y del mandato evangélico como un compromiso ineludible de acción en favor de los derechos de los pobres y los oprimidos, a concebir el subdesarrollo y la desigualdad como situaciones injustas que conspiran contra la paz; a asumir la necesidad urgente de un cambio de estructuras en la sociedad; y a concluir que, para lograr dicho cambio, la Iglesia y la familia deberían jugar un papel fundamental a través de la evangelización, la formación de hombres y mujeres libres y responsables, la educación en la fe y la promoción del desarrollo.
Comprometido con sus principios y con la sociedad, junto con otros organismos eclesiales, puso en tela de juicio el papel del gobierno mexicano ante el movimiento estudiantil de 21968, lo que significó el desconocimiento del CENCOS como órgano de información oficial del Episcopado Mexicano. Álvarez Icaza optó por continuar con el CENCOS como organización independiente de laicos, con la misión de informar a la sociedad sobre todas las corrientes de pensamiento y de acción entre el pueblo católico, especialmente de América Latina, y de convertirse en un espacio para quienes tenían la necesidad de hacerse oír.
En 1977, el CENCOS fue allanado y 11 personas fueron detenidas con violencia. A raíz del suceso, el Centro comenzó a organizar actividades en favor de la libertad de prensa en México y América Latina. Desde ahí, su líder participó en diversas movilizaciones de protesta contra los abusos ejercidos por las autoridades, denunció la desaparición y el asesinato sistemático de periodistas y organizó y colaboró en seminarios, foros y encuentros sobre democracia, periodismo y medios de comunicación social. En el contexto del levantamiento indígena en Chiapas, en 1994, el CENCOS sufrió cuatro allanamientos de sus sedes en sólo 10 días.
Paralelamente a sus actividades relacionadas con la lucha por la libertad de prensa, José Álvarez Icaza ha trabajado durante más de tres décadas en acciones comprometidas con la búsqueda de la paz y el respeto a los derechos humanos. En 1970, fundó el Comité de Defensa de los Presos, Desaparecidos, Perseguidos y Exiliados Políticos de México, primera organización de su tipo en el país. Desde esa plataforma y junto con otros miembros del CENCOS, ha denunciado situaciones de represión, tortura y violaciones a los derechos humanos en países con dictaduras militares alrededor del mundo. También ha apoyado iniciativas en favor de movimientos urbano-populares; movimientos ecologistas, feministas y eclesiales; espacios e iniciativas en favor del ecumenismo; y organismos de solidaridad a nivel internacional; entre otros.
En 1992, el CENCOS publicó un informe sobre la situación de los derechos humanos en México. Cuatro años más tarde, Álvarez Icaza recibió el premio Nacional de Derechos Humanos Sergio Méndez Arceo.
En el ámbito de la política, como complemento a su lucha por la democracia, ha desarrollado actividades destacadas que desde el apoyo a los estudiantes del movimiento del 68 en México, la solidaridad con el pueblo chileno en 1973 a raíz del golpe militar de Pinochet y el repudio a la instalación de la dictadura militar en Uruguay, hasta su colaboración y participación activa en el Partido Mexicano de los Trabajadores, el Partido Mexicano Socialista y el Partido de la Revolución Democrática.
Impacto de su trabajo
A lo largo de más de 35 años de trabajo humanitario, José Álvarez Icaza ha sido y es un líder social en toda la extensión de la palabra. Si bien ha transitado por diversas líneas eclesiales, sociales y políticas, sus principales características han sido la coherencia entre su pensamiento y sus actos, entre su honestidad y su integridad.
Su participación eficaz y comprometida en actividades religiosas, políticas, sociales y de comunicación, en organizaciones no gubernamentales, en organizaciones cívico políticas y en favor de los derechos humanos ha beneficiado a millones de personas en todo el mundo, sin distinción de clase, género, raza o nacionalidad, como: indígenas, campesinos, refugiados de guerra; presos, perseguidos y desaparecidos políticos y de conciencia; niños, adolescentes, jóvenes, mujeres y hombres; trabajadores despedidos, solicitantes de tierra, grupos de colonos; etcétera.
En el ámbito de lo religioso, con un espíritu amplio, solidario y ecuménico, Álvarez Icaza ha sido un líder y promotor de la actualización de la Iglesia Católica. A través de sus primeras actividades en el CENCOS y de sus importantes reflexiones sobre el papel de los laicos y de la familia, así como de la participación política de los cristianos, ha propiciado el acercamiento entre las iglesias y los ciudadanos.
Como líder en el terreno de la comunicación, su principal labor ha sido dar voz a los sin voz llevando a los medios de comunicación y a la sociedad en general la situación de pobreza y marginación y las demandas de los sectores más vulnerables del país y de América Latina, animando a la lucha en favor de la justicia y la paz. Digna de mencionar también es su capacidad como propiciador del diálogo entre socialistas, comunistas y cristianos.
José Álvarez Icaza se ha convertido en uno de los más destacados impulsores de la comunicación alternativa y popular, promoviendo a través del CENCOS la cultura cívica, el respeto de los derechos y la ley, la justicia y honestidad desde una posición ética contra la corrupción. Y, a través de sus acciones de fomento a la comunicación social y a la búsqueda de la libertad de prensa, ha contribuido en forma prominente a la transformación de nuestro país.
La realidad social y política de México ha requerido líderes que comprometan su vida en beneficio de la justicia, la verdad y la democracia. En las actividades realizadas por Álvarez Icaza en diversas organizaciones políticas, siempre imprimió una ética a su militancia.
Además de su larga y reconocida trayectoria pública, en su compromiso social ha sido forjador de liderazgos dentro del sector. Su coherencia personal, su audacia responsable, su constante denuncia de las injusticias y su respeto por todas las personas lo han convertido en un líder reconocido dentro de la sociedad civil y un ejemplo a seguir.
José Álvarez Icaza es pionero y uno de los pilares fundamentales de la historia de la conformación de la sociedad civil en nuestro país, un líder con vocación de fundador. Como tal, ha participado en la creación de diversas instituciones y organismos de servicio social, redes y coaliciones comprometidas con la democracia, la justicia y los derechos humanos que buscan respuesta a las necesidades espirituales, sociales, económicas, políticas, culturales y educativas de nuestro pueblo.
En la lucha por el respeto de los derechos humanos, su trabajo es ecpecional. Comprometido hasta sus últimas consecuencias, su vida ha estado en peligro en varias ocasiones por denunciar la violación de dichos derechos en todas las instancias. Ha colaborado en la formación de centros de derechos humanos en todo el país; con gran valentía ha denunciado un sinnúmero de violaciones en el mundo, ha documentado el homicidio de meas de 100 periodistas y cerca de 400 asesinatos políticos y ha sistematizado la información sobre las experiencias que han existido en México al respecto.
José Álvarez Icaza es maestro y guía, es un referente del liderazgo social porque lo vive con pasión y es testimonio de coherencia e integridad. El tiempo transcurre por él dotándolo de sabiduría y una renovada pasión por lo social. Él y su esposa, son reconocidos como ejemplo vivo y fructuoso de familia unida, amorosa, comprometida consigo misma y con las causas de los pobres.
En todas las labores que ha emprendido y participado, se ha distinguido por su larga y limpia trayectoria como luchador social y periodista honesto; impulsor de múltiples proyectos de beneficio para la comunidad; y entusiasta promotor del ecumenismo, la libertad de expresión y los derechos humanos.
Sus méritos son reconocidos por las personas, que en los últimos 40 años, han luchado en todo el mundo por unas relaciones más honestas y transparentes, tanto en la sociedad civil como en la Iglesia. Su activismo, energía, generosidad ilimitada, sencillez y valentía han ayudado a construir una sociedad más justa, digna y solidaria; un México y un mundo mejor.
** Texto publicado por Premios Compartir XIII Edición