Oaxaca, México.- “Espíritu del tie
mpo” es el título de la exposición del artista plástico Raúl Soruco, que se muestra en el Museo de los Pintores Oaxaqueños (MUPO), espacio en el que permanecerá hasta el próximo 3 de mayo.
Soruco, en esta nueva obra,, experimenta de manera armoniosa el abstracto y el color en la creación de rutas para el pensamiento de quien se enfrenta a sus piezas. Juega además con la dimensión y la posición a través de estos elementos.
Para el pintor, arriba y abajo no tienen por qué serlo, la forma y el color coexisten en entera libertad, de eso habla el proyecto de Soruco, de la libertad que el arte proporciona, tanto al creador como en quien se beneficia del disfrute de la pieza.
RAÚLSORUCO SÁENS
Nació el 16 de Julio de 1952 en Cochabamba, Bolivia.
Inicia en un taller de dibujo por el Arquitecto José de Mesa.
Cursa la carrera en la Facultad de Artes de la Universidad Mayor de San Andrés La Paz, Bolivia.
Junto con el Maestro Vargas, fundan el Taller de Grabado de la Facultad de Artes, Bolivia.
En 1981 Ingresa al Taller de la Grafica popular TGP, México.
En 1992 es Invitado por el Mtro. Francisco Toledo y traslada su Taller a la ciudad de Oaxaca, donde trabaja con importantes pintores de la plástica oaxaqueña y de otros estados de la República Mexicana.
En el 2000 Se dedica exclusivamente a su producción personal retomando la pintura, realizando más de 50 exposiciones individuales y colectivas.L
Becado: Por la Universidad Federal de Río Grande do Soul en Porto Alegre, Brasil.
Obtiene la mención anual Pedro Domingo Murillo en la Paz, Bolivia.
“Coloreando el boceto que observas…” (32 Soruco) *
Resonante, festiva, dolorida, aun en silencio, la inundación es siempre la medida de su pintura El color desborda la prisión del límite temporal y acaba por anegar a quien lo mira.
El lienzo es un paisaje desolado, como un otro que enfrenta al pintor la violencia de su cuerpo mudo, pero a fuerza de tocarlo, de acariciarlo con el pincel, una y otra vez, Raúl Soruco transforma su dureza en profundidades cromáticas, en asonadas de trazos coloridos. Ahí, por medio de su oficio de años, Soruco conjura al tiempo y anuda para siempre el sobresalto del cambiante tránsito con la obscura permanencia de lo eterno.
Es en el momento de crear, cuando reencuentra su perfil, cuando su compromiso de pintor se acrecienta frente al “abismo”, como nombra él mismo a la tela en blanco. Sobre la superficie impoluta deja caer una primera gota desde su pincel cargado de pigmento, la gota choca y se vuelve mancha, y así, de pronto, principia el prodigio. “A fuerza de tanto pintar mi alma se ha convertido en color ” dice Soruco, pero quizá, ya era un amasijo de colores y sensaciones desde sus días en su natal Cochabamba y su infancia en la Paz. Tan es así, que llegada la adolescencia, se inicia en los secretos del dibujo y de la pintura, para después abrazar un peregrinaje que lo conducirá por facultades y talleres: de Bolivia a Brasil, entusiasmado además por la gráfica y en cuya compañía llega a la ciudad de México. Años después se traslada a la capital de Oaxaca, donde hoy radica.
Su gráfica y su pintura son una representación del ánimo y del ánima. Viento que vuelve exterior lo que crece en la caverna personal, ese humus que se nutre de sí mismo, de la historia de la hermandad que conforman los pintores, sin importar las coordenadas de sus distintas latitudes, y a fin de cuentas, que se alimenta de los encuentros y desencuentros en los que Soruco pone en juego su apuesta por el amor y la vida. Al interior de su pintura transitan tormentas, huracanes; sincronías de tiempos distantes con el hoy que vive; parajes absortos en sí mismos y cantos que emanan del rosa, del morado y del amarillo. Polifónicos destellos del blanco sobre el blanco, como en los albos trajes de los monjes cartujos, que el pincel de Zurbarán recreó por el gozo de pintar, más allá del pasajero compromiso del retrato. Una intensa obscuridad habita también los cuadros de Soruco, penumbra que domina desde el fondo, al igual que la luz, pues tanto la gradación lumínica como la cromática son cualidades intrínsecas del cuadro, que no responden a fenómeno natural alguno.
Como los paisajes, las pinturas de Soruco invitan a la contemplación pero también al recorrido y llaman desde sus horizontes bajos y desde los dramáticamente altos a encontrar agua, arenas, proas de barcos que transportan pigmento, que son ellos mismos sólo colorido. Hay tierras rosadas y cielos lilas, acantilados de imponente blanco, rayos que parten el ambiente desde un chorreante rojo. Líneas del horizonte tan imaginarias como imaginaria es la línea geográfica que lleva el mismo nombre. Hay bardas y palomares, cuadrículas en rosarios de tonos o que se alimentan del contraste. Son como sueños donde los espacios y las sombras parecen discurrir azarosamente pero que en el fondo responden a líneas de tensión previstas por las emociones. Pero en este caso, para privilegio nuestro, al abrir los ojos, ahí siguen:
“Magenta, refugio de sueños, para que el alma no se muera de frío…”
(35 Soruco)*
Eloísa Uribe
Coyoacán, 2015
* Raúl Soruco 55 Poesías. Oaxaca, 2012 (Inédito)