Oaxaca.- El fotógrafo mexicano Rafael Doniz (Ciudad de México, 1948) presentó el libro Salineros, retrato vivo de un oficio olvidado, en el Centro Cultural San Pablo el viernes pasado, acompañado de los autores de los textos —Blanca Solares, Víctor Muñoz y Sebastián van Doesburg— y el diseñador del libro, Pablo Rulfo.
Doníz, en entrevista, habló de su trabajo fotográfico que llevó a cabo en tres zonas de México: Zapotitlán Salinas, en Puebla; San Bartolo Salinas, en la Mixteca Baja, y la colonia Álvaro Obregón de Juchitán, ambas en Oaxaca. “Es parte de un proyecto que yo he venido desarrollando desde hace algunos años sobre jornadas y oficios, que yo le llamo, o le he llamado también héroes anónimos, que se refiere a los trabajos, a todo ese ejército de gentes que hacen las labores más difíciles y más terribles, a veces para desarrollar trabajos que ofrecen un sostén económico y que muchas veces no son ni siquiera imaginados ni tomados en cuenta”.
Como parte de este proyecto, recorrió fábricas de coches, minas y otros espacios de oficios poco reconocidos, “un tema que yo lo abordo conforme se me va presentando la oportunidad de estar en los lugares de trabajo”.
Hace unos cuatro años empezó a retratar a los salineros, a los productores de sal que todavía lo hacen artesanalmente, con herramientas muy rudimentarias.
“Aunque yo escogí estos tres lugares particularmente porque, a pesar de que yo ya había visitado Guerrero Negro en Baja California o Las Coloradas en Yucatán, que también me atraen mucho los paisajes, estos lugares los escogí porque hay una coincidencia: son zonas indígenas. Una, la región zapoteca que está en la Costa, Juchitán, la colonia Álvaro Obregón; Zapotitlán Salinas, que en zona popoloca; y en la Mixteca Baja, que es San Bartolo Salinas, son dos salinas tierra adentro. Y me interesó mucho porque, además de que son zonas indígenas, son lugares que han sido trabajados, explotados, desde época prehispánica”.
Sobre las salinas de la Mixteca Baja, nos cuenta que ya tenía las fotos de las otras dos zonas salineras, la de Juchitán y la de Zapotitlán Salinas, y con estas primeras fotos, en el 2012, se hizo una exposición en el Centro de las Artes San Agustín (CaSa). “Esta exposición es un trabajo que se lo mostré al maestro [Francisco] Toledo y le fascinó, precisamente cómo esa blancura, esa intensidad tan blanca, y que se ven formas, que hay detalle, le cautivó y me invitó a exponerlo en el CaSa, en el Centro de las Artes de San Agustín. Y, a partir de ahí, en un momento dado, esa exposición estuvo alrededor de tres meses, me encuentro a Sebastián [van Doesburg] y me manifiesta un asombro muy grande. Encontró una identidad muy profunda con los lugares y me platicó de este otro territorio, lo cual también me pareció cautivante que él haya dado con unas salinas, a través de un códice, y que él detectó dónde, cómo, cuándo. Entonces me pareció interesantísimo. Y cuando el maestro Toledo nos convoca, tanto a Sebastián como a mí, y dice por qué no hacemos un libro, Sebastián y yo volteamos a vernos y dije que no puedo hacer este libro si no se incluye esta zona de la Mixteca Baja. Y tuve a bien que me invitaran a conocer el lugar y, bueno, quedé fascinado porque es una población muy apartada, una población muy pequeña y prácticamente es una fuente de trabajo para todos los que están ahí. Aunque es temporal, pero en una época del año, los primeros meses del año, febrero, marzo, abril, mayo, trabajan la sal y lo demás para el cultivo”.
En la presentación del libro, la investigadora de CRIM/UNAM, Blanca Solares, afirmó de las fotografías de Rafael Doníz, que “están más allá de todas las palabras, que traducen un mito y una simbología complejas”, que evocan a la venerada Diosa de la Sal mexica, Xiuhpohualli, a la que hacían fiestas y sacrificios.
Por su parte, para el artista visual Víctor Muñoz, el libro de Rafael Doníz “es como un pan, no puede salir de su proceso, ni antes ni después, porque se echa a perder”.
Sebastián van Doesburg, director de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, habló de cómo él llegó a las salinas de San Bartolo Salinas y cuando acompañó a Doníz para que conociera estas salinas, los cajetes donde se cosecha la sal, donde descubrió “el ojo mágico de Rafael Doníz, que ve lo que no se da ni cuenta de que está ahí”.
Para finalizar, el fotógrafo agradeció a las instituciones y personas que apoyaron la publicación de este libro (Francisco Toledo, Fundación Francisco Toledo, Alfredo Harp Helú, María Isabel Grañén Porrúa, Gobierno del Estado de San Luis Potosí, Secretaría de Cultura de San Luis Potosí, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Centro de las Artes San Agustín). Par finalizar , también recordó a todos los trabajadores, “esos héroes anónimos sin los cuales nuestro país se derrumbaría”.