Juan Manuel Alegría
Oaxaca.- Dicen que “una imagen vale más que mil palabras”. Que la fotografía no miente y es, periodística y emocionalmente hablando, más elocuente, comunicativa y eficaz que las noticias y crónicas enviadas por los teletipos.
No obstante, la fotografía puede mentir más que un texto; como señala el fotógrafo catalán Joan Fontcuberta: “Contrariamente a lo que la historia nos ha inculcado, la fotografía pertenece al ámbito de la ficción mucho más que al de las evidencias. Fictio es el principio de fingere que significa inventar. La fotografía es pura invención. Toda la fotografía. Sin excepciones”.
Una fotografía muy famosa es “Muerte de un miliciano”, tomada por el célebre Robert Capa (Endre Ernö Friedmann) el 5 de septiembre de 1936 en la Guerra Civil española, cuando el fotógrafo tenía 22 años. Foto muy cuestionada porque la mayoría de fotógrafos y analistas la considera un montaje. Desde el punto donde se enfoca, no era posible que estuviera Capa, ya que estaría expuesto a dos fuegos; prácticamente estaría en medio de ambos bandos.
El único miliciano que murió ese día, en Cerro Muriano, fue Federico Borrell García, que, no parece en las fotos de Capa, como demostraron estudios de Hugo Doménech y Raúl Montesinos. Borrel era joven y el de Capa no lo es. Borrel murió detrás de un árbol, en la foto de Capa no hay uno. No hay rastros de sangre y según una opinión forense, la postura del soldado no es la del que cae ante el impacto de una bala. (La Razón. 14 de mayo de 2010).
Señala Stella Martini: “la noticia periodística es una construcción de la realidad”. También la fotografía puede construir una “realidad”. Tenemos un ejemplo célebre con una fotografía del sudafricano Kevin Carter publicada en The New York Times que fue Premio Pulitzer en 1994.
La foto causó una gran conmoción en el mundo. Tomada el 26 de marzo de 1993, en Sudán, se puede apreciar a un niño en primer plano y detrás de él un buitre, que se interpretó, esperaba la muerte del esquelético infante para comerlo. Se levantaron voces criticando la “impiedad” del fotógrafo. El caso trascendió aún más por el suicidio del autor al que se le atribuyó un “remordimiento” por haber dejado morir al niño. Aun se puede leer en innumerables páginas de Internet que esgrimen ese argumento.
Ni el pequeño murió ni Carter se suicidó por esta foto. El nombre del niño era Kong Nyong, en la foto está junto a su aldea; cerca había un basurero donde tiraban los desperdicios e iba la gente a exonerar el vientre. Kong no estaba moribundo, sino haciendo sus necesidades.
Esa es una foto mentirosa porque el buitre no iba sobre el niño. Kevin Carter esperó como 20 minutos a que el ave, que se encontraba retirada (aunque en la foto se ve cerca, está como a 20 metros) quedara a cuadro, él esperaba que el animal abriera las alas para que la foto tuviera mayor impacto.
El niño tiene en la mano derecha una pulsera de plástico de la estación de comida de la ONU. Si se observa la foto en alta resolución, puede leerse, escrito en rotulador azul, el código "T3". Kong tenía malnutrición severa y sería el número tres en recibir alimento. De hecho Carter y otros periodistas habían viajado a Sudán con personal de la ONU que distribuía comida. Kong moriría en 2007 a causa de fiebres.
Es cierto que hubo muchas críticas y que, poco más de un año después, el autor murió por decisión propia, pero no por la foto: “tenía graves problemas familiares y una personalidad desordenada, perdía sus carretes de fotos en aviones y aeropuertos, arrastraba depresiones, llevaba una vida caótica y tenía acumuladas experiencias trágicas como para colapsar las consultas de varios psicoanalistas” […].
“Su vida era un completo desastre. Muchos años antes había intentado suicidarse, fumaba White Pipe, una mezcla de marihuana, mandrax y barbitúricos, tenía graves problemas familiares y una personalidad desordenada, perdía sus carretes de fotos en aviones y aeropuertos, arrastraba depresiones, llevaba una vida caótica y tenía acumuladas experiencias trágicas como para colapsar las consultas de varios psicoanalistas”. José M. Arenzana y Luis Davilla en Crónica, suplemento de El Mundo (25 de marzo de 2007).
En su nota final Carter dice por qué tomaría la decisión: "Estoy deprimido [...] sin teléfono [...] dinero para el alquiler [...] dinero para la manutención de los hijos [...] dinero para las deudas [...] ¡¡¡dinero!!! [...] Estoy atormentado por los recuerdos vívidos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor [...] del morir del hambre o los niños heridos, de los locos del gatillo fácil, a menudo de la policía, de los asesinos verdugos [...] He ido a unirme con Ken, si tengo suerte." Carter se refiere a su gran amigo Ken Oosterbroek, dos veces Mejor Fotógrafo del Año, muerto en ese mismo 1994.