Oaxaca.-Se celebran 98 años del natalicio de Juan José Arreola. El autor de
Confabulario nació en Zapotlán el Grande (hoy Ciudad Guzmán), en Jalisco, el 21 de septiembre de 1918. Murió el 3 de diciembre de 2001. Su pluma dejó libros admirables como
Varia invención (1949),
La feria (1963),
Bestiario (1972) y otros volúmenes no menos notables.
Lector y escritor autodidacta, Arreola careció de todo tipo de estudios universitarios. Borges, Kafka y Schwob figuran como sus maestros. Publicó sus relatos primerizos en 1943. Junto con Antonio Alatorre, fundó la revista jalisciense
Pan. “A mí me consta que
Pan fue mero juego, diversión pura. Arreola y yo, cuando la hicimos andábamos en las nubes. Soñábamos, y era placentera la ilusión de que nuestros sueños iban cuajando en algo concreto”, escribió Antonio Alatorre para
Letras libres. Para ese momento, Arreola ya había leído a Rilke, Neruda, Verlaine. Su apetito literario era voraz.
“Cuando Juan José Arreola se fue a París a fines de 1945, sentí que Guadalajara se quedaba árida” dijo Alatorre a
El Universal en 2010. El autor de
La feria viajó a Francia a estudiar dramaturgia con Louis Jouvet y Jean-Lois Barrault. Escribió teatro y lo actuó. Trabajó en el Teatro de Media Noche de Rodolfo Usigli.
En 1959, el rector de la UNAM, Nabor Carrillo, y Jaime García Terrés, entonces Director de Difusión Cultural, propusieron el primer centro cultural fuera del campus universitario. El nombre del edificio se mantiene todavía hoy: Casa del lago. Juan José Arreola fue nombrado su primer coordinador e hizo que en el lugar concurrieran artistas de disciplinas diversas. En esa época, nació el festival
Poesía en voz alta.
Arreola era un escritor todo terreno. Elaboró programas de radio en la XEW y en la XEQ; colaboró para algunas ediciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y participó en programas televisivos deportivos y culturales. Habrá que recordar la colección
Cuadernos del Unicornio en la que editó a escritores valiosos de su generación y de las vendieras, como
Nocturno amor (doce sonetos) de Elías Nandino;
Canto llano a Simón Bolívar de Rubén Bonifaz Nuño;
La sangre de medusa de José Emilio Pacheco, entre obras de varios otros escritores.
La mejor manera de rendir homenaje a un escritor es leyéndolo. En su obra, Arreola dejó desperdigadas lecciones literarias: rigor, inteligencia y amor a la vocación.