Ciudad de México.- Ute Lemper, la mujer que ha sido llamada hechicera de los escenarios del mundo, la heredera del arte del cabaret de la primera mitad del siglo XX, la narradora sórdida de la bohemia, de las pasiones nocturnas, del espíritu oscuro y festivo de la Europa de la posguerra, conquistó el Palacio de Bellas Artes al que definió como uno de sus recintos preferidos del mundo.
La cantante nacida en Münster, Alemania, en 1963, compartió el escenario con la Orquesta Sinfónica Nacional en una velada donde el público no dejó un sólo asiento vacío en la sala principal y donde con aplausos de pie y vítores hizo regresar hasta en cinco ocasiones a la intérprete al escenario.
El secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa, estuvo presente en el concierto donde el talento de los músicos mexicanos, bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto y la presencia del ensamble vocal Hudson Shad enmarcaron la actuación de la diva que ha sido ganadora del Premio Laurence Olivier a la mejor actriz de musical y quien ha colaborado con músicos como Tom Waits, Philip Glass, Nick Cave y Michael Nyman.
El primero de dos conciertos que ofrecerá la artista, comenzó con la interpretación de la obra musical
Los siete pecados capitales, de Kurt Weill, y en la que Ute Lemper, ataviada con un elegante vestido rojo interpretó a una chica sureña que sueña con juntar el dinero para construir junto con su hermana una casa en Luisiana y viaja a la ciudad, donde se convierte en estrella de cabaret.
Con grandes dotes histriónicos, Ute Lemper demostró que su dominio escénico reemplaza grandes escenografías y decorados y fue celebrada por el público con aplausos de pie por más de dos minutos.
Después del intermedio la segunda parte del concierto estuvo dedicada a las canciones del cabaret clásico, las que se escuchaban en los años 20, 30 y 40 del siglo XX en los tugurios más escondidos y en los grandes teatros de burlesque de Berlín y Paris.
“Me siento honrada de estar nuevamente en México y de que me acompañe la maravillosa Orquesta Sinfónica Nacional”, expresó Ute Lemper al salir al escenario con un nuevo vestuario: vestido negro con una cinta roja en la cintura.
La cantante interpretó piezas como
Milord, Padam Padam y
Die Moritat vom Mackie Messer, las cuales, dijo, recuerdan los repertorios de los cabarets que traían un poco de alegría y humanidad a la Europa de los años cuarenta ocupada por los nazis, pero son también canciones que muchas veces eran creadas por los compositores en los campos de concentración.
Nuevamente los dotes dramáticos de Ute Lemper se desplegaron en escena para transformarse según la letra de cada canción en vampiresa, en fichera de burdel, en amante que rechaza los convencionalismos de los veinte y en una atormentada mujer que vive de la nostalgia, como lo plasmó en la conmovedora interpretación de
Ne me quitte pas, uno de sus éxitos internacionales.
El concierto culminó con un homenaje a las canciones de George Gershwin, a quien Ute Lemper nombró como uno de los compositores más importantes de su vida y de quien obsequió al público un popurrí de canciones entremezcladas.
Los asistentes a la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes vitorearon desde todos los niveles a la cantante, quien además de regresar en cinco ocasiones a agradecer los aplausos, regaló al público una canción en español
María de Buenos Aires, de Astor Piazzolla.
La noche terminó con una simpática Ute Lemper que imitó el ademán de beber un vaso de tequila a la salud de los mexicanos y salió de escena dejando a una multitud hechizada por el influjo de su bohemia, su calidad interpretativa y su magia como la heredera de las grandes divas de la Europa de marquesinas y candilejas.