México.- En esta sociedad de consumo sin freno, la obsesión por la fama y su inherente placer han devenido en una ensoñación donde flotan ídolos y masas, ¿qué hormona puede segregar esta ansia de poder y goce?, ¿cómo llamar a ese estado de histeria y obnubilación? Para el fotógrafo Ernesto Ramírez, ahora también inventor de palabras, la más adecuada es
Exitocina, título de su más reciente exposición.
[caption id="attachment_309317" align="alignleft" width="300"]
Fotógrafo Ernesto Ramírez. Foto Melitón Tapia. INAH.[/caption]
En su departamento de la colonia Independencia donde los libros se han convertido en huéspedes invasivos, Ernesto Ramírez cuenta que él también sabe lo que es ser fan, en su caso devoró la vida y obra de Fantomas y de Kalimán. Con el paso del tiempo sustituyó esos ídolos por unos más terrenales y cercanos, su familia y su trabajo, dice con una sonrisa.
Tal vez por eso, a este fotógrafo que admiraba los poderes mentales y físicos de Kalimán, una especie de Moisés vampírico que combatía lo mismo a organizaciones criminales que a extraterrestres, le asaltaron ciertas imágenes que hablan por sí solas de esta sociedad adoradora de efigies, productora de
Exitocina.
En la exposición a inaugurarse este jueves 11 de febrero y que permanecerá hasta el 10 de abril en la Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el visitante encontrará destellos de la variante mexicana de la
Exitocina, por ejemplo, un San Judas Tadeo convertido en uno de Los 4 Fantásticos (y con el mismo rictus apagado de “La Mole”) o personas que dejan el anonimato para mimetizarse con el Pachuco de Oro o El Chavo del 8.
Sin embargo, es el frenesí de un par de “beliebers” mexicanas en pleno concierto de Justin Bieber en el Zócalo capitalino, el que mejor condensa ese caldo espeso que es la
Exitocina. Esa imagen y un par de videos complementarios, tienen un lugar central en la exposición de Ernesto Ramírez montada en los muros de la Sala Nacho López de la Fototeca Nacional, en Pachuca, Hidalgo.
Para el fotoperiodista, forjado en uno de los periodos clave de la transición democrática en México, aquel que partió en 1988 y cuyo sentido documental de la imagen fue madurando en suplementos culturales de los diarios más importantes del país —siempre en busca de independencia, de libertad de mirada—, el próximo tema siempre llega manteniéndose alerta.
Así fue gestándose la idea detrás de
Exitocina. En abril de 2009, cuando laboraba para
Excélsior, Ramírez acudió al Panteón Jardín a una conmemoración de la muerte de Pedro Infante. El “instante decisivo” se dio al ver a una fan entrada en años besando la estatua de El Ídolo de Guamúchil. “Me percaté de que a más de 50 años de su muerte, él sigue siendo una de las grandes figuras de la música y el cine nacional, pero también de su cultura emocional”.
A Ernesto Ramírez le atrajo la parte antropológica y social de este fenómeno, cuyas claves incluso se encuentran en la política y la religión. Ese trasfondo es el que intenta dejar patente en
Exitocina, por eso la muestra es una reflexión más profunda sobre la sociedad del espectáculo.
Las 28 imágenes y el par de audiovisuales que la componen y que muestran el gozo que se desborda hacia las estrellas de la música, cine o televisión, tienen su eco en el texto introductorio de Eduardo Limón y algunas citas que se leen a manera de máxima, como la de David Bowie: “No hay nada que aprender del éxito (…) todo se aprende del fracaso”.
El fotógrafo muestra su vena periodística y señala que un tema va convirtiéndose en una velada obsesión. En su conversación aparecen referencias a sesudos y reveladores ensayos como
La estetización del mundo, de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, o a una entrevista que retoma las disertaciones del fotógrafo italiano Ferdinando Scianna.
Recordando esa página del periódico, Ernesto Ramírez, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, dice que de acuerdo con Scianna, la fotografía no está más interesada en el mundo, sino en sí misma, y que vivimos en un tiempo en el cual la imagen es más importante que el ser.
De ahí la invasión de las
selfies, el empoderamiento del exhibicionismo en las redes sociales, la urgencia del presente, “y cómo todo este fenómeno del
marketing y del consumo tiene que ver con los grandes ídolos, alrededor de ellos se genera un mercado y una economía incalculable.
“Por eso me parece un hallazgo, vincular la idea del éxito con la oxitocina, la ‘hormona del amor’, aludiendo a esa fascinación por el otro. En la actualidad, cumplir con esta sociedad es sinónimo de tener éxito. En cualquier caso, con
Exitocina, Ernesto Ramírez hace una declaración: Soy fan de los fans”.
Exitocina, exposición fotográfica. Sala Nacho López de la Fototeca Nacional del INAH. Ex Convento de San Francisco, Pachuca, Hidalgo. Abierta hasta el domingo 10 de abril de 2016. Entrada libre.