Oaxaca.-Nacido en Chile en 1953 y fallecido en 2003 ―con 50 años de edad―, Roberto Bolaño ha forjado una leyenda alrededor de su nombre. Varios escritores se han referido a él como el último “poeta maldito”; acaso sea más preciso nombrarlo el “perro romántico”. Escribió novelas memorables, como
Los detectives salvajes (1998) y
Nocturno de Chile (2000), y con los años se han publicado páginas póstumas. El 3 de noviembre próximo, Alfaguara publicará
El espíritu de la ciencia ficción, escrita en los inicios de la década de los ochenta.
Esta novela inesperada narra la vida de dos jóvenes, Jan y Remo, que desean vivir de la literatura. Los rasgos de la novela oscilan entre lo realista y lo fantástico, lo surrealista y lo detectivesco. En este texto, como en la mayoría de los que escribió el chileno, la literatura es protagonista. Sus personajes y situaciones están colmados de referencias literarias; se trata de nombres vivos, de historias que salen de la página. Bolaño cuenta los años de formación de estos jóvenes, describe el efervescente ambiente de la poesía en un lejano Distrito Federal.
El poeta T.S. Eliot afirmó que hasta una nota de la lavandería es interesante si es de un escritor célebre. En esta clave, la novela de Bolaño nos interesa sobremanera. Lejos de ser su mejor libro,
El espíritu de la ciencia ficción nos regala pistas (porque, al fin y al cabo, la literatura de Bolaño es sólo comprensible como una búsqueda inacabable, plagada de pistas cuya única tarea es abrir el sentido, el mundo, la realidad) para comprender la maduración de Bolaño como escritor.
Esta obra se presentará en la próxima Feria del Libro (FIL) de Guadalajara. Ocupará un espacio en el anaquel de veintitantos libros publicados con el nombre de Roberto Bolaño.
Editorial Alfaguara regala a los lectores de Bolaño un pequeño extracto (el comienzo) de
El espíritu de la ciencia ficción:
—¿Me permite hacerle una entrevista?
—Sí, pero que sea breve.
—¿Ya sabe que es usted el autor más joven que
ha ganado este premio?
—¿De verdad?
—Acabo de hablar con uno de los organizadores. Me dio la impresión de que estaban conmovidos.
—No sé qué decirle… Es un honor… Me siento muy contento.
—Todo el mundo parece contento. ¿Qué ha bebido usted?
—Tequila.
—Yo, vodka. El vodka es una bebida extraña, ¿no cree? No son muchas las mujeres que lo tomamos. Vodka puro.
—No sé qué beben las mujeres.
—¿Ah, no? En fin, da igual, la bebida de las mujeres siempre es secreta. Me refiero a la auténtica. Al bebercio infinito. Pero no hablemos de eso. Hace una noche clarísima, ¿no le parece? Desde aquí se pueden contemplar los pueblos más lejanos y las estrellas más distantes.
—Es un efecto óptico, señorita. Si se fija con cuidado observará que los ventanales están empañados de una forma muy curiosa. Salga a la terraza, creo que estamos justo en medio del bosque. Prácticamente sólo podemos ver ramas de árboles.
—Entonces esas estrellas son de papel, por supuesto. ¿Y las luces de los pueblos?
—Arena fosforescente.
—Qué listo es usted. Por favor, hábleme de su obra. De usted y de su obra.
—Me siento un poco nervioso, ¿sabe? Toda esa gente allí cantando y bailando sin parar, no sé…
—¿No le gusta la fiesta?
—Creo que todo el mundo está borracho.
—Son los ganadores y finalistas de todos los premios anteriores.
—Dios santo.
—Están celebrando el fin de otro certamen. Es… natural.