Oaxaca.-El autor que abrió un nuevo panorama en las letras con un estilo fresco y audaz, que fue parteaguas en la narrativa mexicana, el mexicano Gustavo Sainz será recordado este 26 de junio al cumplirse un año de su muerte.
La noticia de su deceso se dio a conocer en diversos medios internacionales una semana después. El escritor había muerto en Bloomington, Indiana, (Estados Unidos), días antes de cumplir 75 años de edad.
En México se le rindió homenaje, al Palacio de Bellas Artes acudieron Hernán Lara Zavala, Luz Elena Gutiérrez, Ignacio Trejo y Sara Poot para recordar y compartir con las nuevas generaciones los atributos literarios de Sainz, que lo hicieron formar parte de la llamada literatura de la Onda, junto a otros autores, entre ellos José Agustín (1944).
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Fotos: Alan Villeda/Conaculta[/caption]
Libros como "Gazapo" y “A tronche moche” denotan el interés de Sainz por experimentar con el lenguaje y las estructuras narrativas, a utilizar recursos novedosos, contar historias en un plano no lineal, intercalar escenas, poner diálogos que pueden venir antes o después, así como inventar sueños, lo que le da profundidad, complejidad y atractivo.
Gustavo Sainz, quien nació el 13 de julio de 1940, también destacó por su humor cáustico, interesante, que hicieron de títulos como "La princesa del Palacio de Hierro" (1974), con el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia, y "Obsesivos días circulares" (1969), una literatura imborrable.
“Gazapo” se publicó por primera vez en 1965 y que ha sido traducida a 14 idiomas, le siguieron títulos. También destacan títulos como “A la salud de la serpiente”, “Paseo en trapecio”, “Muchacho en llamas”, “La novela virtual”, “Batallas de amor perdida” y “El tango del desasosiego”.
La Secretaría de Cultura federal destacó el legado de Sainz por compartir con nuevas generaciones recrear el lenguaje directo y coloquial de los jóvenes en la década de los años 60 a través de sus obras.
De acuerdo con colegas que conocieron de cerca su vida y obra, Gustavo Sainz inventó las presentaciones de libros como las conocemos en la actualidad, pues antes se hacían sólo con amigos en una casa o restaurante donde no había público ni prensa.
De esta manera abrió espacios a la difusión de las obras en lecturas realizadas en el Palacio de Bellas Artes a donde invitaba a personajes de la talla de Mario Vargas Llosa y Mario Benedetti y que eran aderezadas con magníficos cocteles.
También ideó la apertura de la librería e instauró el suplemento cultural La semana de Bellas Artes, uno de los mejores que ha habido en México y que llegó a tener tirajes de 300 mil ejemplares.