Oaxaca.-Las reformas laborales hechas en México, en vez de proteger a las mujeres, representan un retroceso en materia de protección al no favorecer la igualdad y restringir el gozo pleno de ciertos derechos, señaló la académica Erika Lili Díaz Cruz durante su participación en la jornada de Diálogos por los Derechos de las Mujeres, organizada por la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca el 23 de noviembre último.
Al participar en el panel sobre “Derechos Laborales de las Mujeres” –realizado por la coordinación general de Fortalecimiento a la Cultura de los Derechos Humanos de la Defensoría–, Díaz Cruz explicó que las recientes reformas en materia laboral en México obedecen a políticas extractivistas que sólo buscan sacar el máximo provecho a la fuerza productiva de las personas, sin considerar sus derechos, pues únicamente las consideran como entes que producen bienes o prestan servicios.
La académica especializada en Género y Feminismo agregó que, en el caso de las mujeres, estas políticas las obligan a que renuncien a ejercer otros derechos para poder acceder al ámbito laboral, lo cual aumenta la desigualdad que permea dicho ámbito.
Subrayó que en el discurso pareciera que estas reformas buscan el avance; sin embargo, sólo invisibilizan la desigualdad que permite que las mujeres reciban un salario menor al de los hombres, aun cuando realicen el mismo trabajo.
Acompañada por Ana María Canseco Vásquez, mujer con discapacidad integrante de la organización Planeta Inclusión, así como de Fátima Cortés Zárate, ponente indígena, e Ita Bico Cruz López, defensora especializada de la Defensoría, la académica Díaz Cruz señaló que estas reformas afectan los derechos sociales de las mujeres y anulan la posibilidad de que accedan a una vida digna.
Durante el panel sobre los derechos laborales de las mujeres, Díaz Cruz explicó que actualmente el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres –no sólo los laborales, sino en general– continúa siendo escueto; por eso, la violencia que padecen ellas en el ámbito laboral es tan sólo un reflejo de las desigualdades y violencias que existen y permiten que el sistema que privilegia a los hombres se mantenga.
Díaz Cruz insistió en que las reformas laborales en México son un contrasentido a la protección de las personas, no sólo de las mujeres, pero ellas son las más vulnerables, pues en el discurso y en algunas acciones asumidas, las instituciones se apegan a un contexto de desigualdad rampante, en donde los derechos laborales se extinguen para obedecer los lineamientos de un capitalismo voraz, suprimiendo al ser humano y favoreciendo la obtención de ganancias para unos pocos.
La feminista señaló que somos sociedades que arrastran desigualdades históricas entre hombres y mujeres. “Seguimos –dijo– sujetas a un sistema que ha impuesto por medio de prejuicios y roles de género una carga laboral no reconocida a la mujer”.
Citó como ejemplo el caso del trabajo doméstico, pues por convención social es responsabilidad de la mujer cuidar a las y los hijos, además de que para poder cumplir con su obligación de procrear, las mujeres deben renunciar a ejercer otros derechos y a su autonomía, pues si alguna llega a procrear fuera del estereotipo impuesto socialmente, tiene que enfrentarse a prejuicios y desprecios.
Por su parte, al intervenir en el panel, Ana María Canseco Vásquez expuso que, desde su experiencia como mujer con discapacidad, las oportunidades de ejercer su derecho al trabajo son mínimas, pues los estereotipos hacen que prefieran no contratar sus servicios, por asociar la discapacidad con una enfermedad o con la incapacidad para realizar trabajos para los cuales es perfectamente apta.
Canseco Vásquez indicó que la discriminación hacia las mujeres con discapacidad es aún más marcada que hacia los hombres con la misma condición, pues si hay alguna oportunidad de trabajo, los empleadores siempre preferirán darle el puesto al hombre.
Añadió que las personas con discapacidad deben enfrentarse, además, a una política asistencialista basada en apoyos económicos, con los que se pretende ocultar la falta de inclusión en el ámbito laboral.
Por su parte, Fátima Cortés Zarate expresó que, desde su experiencia como mujer joven e integrante de una comunidad indígena, las oportunidades laborales son menores, además de que la discriminación es muy fuerte, pues continuamente se duda de la capacidad de las mujeres para desarrollar otras actividades distintas a las de su rol de esposa, madre o hija.
Cortés Zarate detalló que desde su experiencia como emprendedora de un proyecto comunitario en su pueblo de San Pedro El Alto, el nivel de violencia que las mujeres afrontan es terrible, pues ella, mientras participó en ese proyecto y laboraba en la empresa comunitaria, fue víctima de hostigamiento para que desistiera de su trabajo, pues le decían que su condición de mujer la hacía no apta para la responsabilidad.