Ciudad de México.- Con la mesa
Rufino Tamayo. Entre el arte y la filantropía, eel pasado 20 de junio, iniciaron las actividades que la Secretaría de Cultura federal llevará a cabo para conmemorar el 25° aniversario luctuoso del pintor oaxaqueño.
Durante la presentación de este conversatorio sobre la vida y obra de uno de los artistas más importantes del siglo XX en nuestro país, la coordinadora nacional de Artes Visuales del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Magdalena Zavala, dijo que “no podríamos hablar de la modernidad en México sin reflexionar sobre Tamayo y su papel preponderante dentro de las artes”.
Recordó que a la muerte del muralista, el 24 de junio de 1991, se le organizó un homenaje nacional de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, donde acudieron varios artistas y amigos del pintor. “Es por eso que hoy recordamos en este recinto a Tamayo. El INBA tiene muchos rituales y agradezco que se recuerde al gran artista en este espacio emblemático al lado de sus murales”.
En el conversatorio
Rufino Tamayo. Entre el arte y la filantropía participó Juan Carlos Pereda, subdirector de colecciones del Museo Tamayo, quien señaló que “Tamayo es uno de los artistas fundamentales de la cultura en México. Fue, sin temor a equivocarme, quien introdujo la modernidad y la vanguardia a nuestro país. Su esposa Olga decía que él había llevado a México al mundo, pero también había traído el mundo a México”.
Añadió que se trata de “un artista propositivo y creador de una de las vanguardias más aportadoras y llena de recursos visuales, poéticos y simbólicos. Tamayo dio una imagen de México muy profunda, porque sus raíces están fincadas en el arte prehispánico y también en el arte popular mexicano, que puso en diálogo con las vanguardias internacionales”.
Sin embargo, Pereda, quien convivió varios años con el artista oaxaqueño, compartió que la parte humana de Rufino Tamayo es poco abordada, y se refirió a él como “un ente generoso, refinado, silencioso y simpático, una persona que realmente tenía una preocupación por el otro.
“Esta cara de Tamayo también es importante, no solo la del artista más cotizado en el mercado latinoamericano, si no la del generoso hombre que compra una colección de arte prehispánico con la pura visión de crear un museo para su ciudad natal; de quien crea una bienal de pintura para dotar de arte moderno y contemporáneo a su pueblo, de un hombre que dona asilos para ancianos, y de este hombre preocupado por su semejante indígena”.
Afirmó que Rufino mostraba también su solidaridad con los estudiantes universitarios a los que dotaba de becas para que pudieran seguir estudiando, no solo a alumnos orientados al arte, sino a doctores, abogados e ingenieros. “Esto habla de una generosidad inteligente”.
Por otra parte, la curadora Ingrid Suckaer platicó sus experiencias con el prolífico pintor mientras ella escribía “su biografía más completa”, titulada
Rufino Tamayo. Aproximaciones.
La también crítica de arte guatemalteca comentó que este libro se gestó en 1983 durante su exilió en México, a causa de la guerra civil en su país. Aseguró que luego de visitar el Palacio de Bellas Artes, quedó conmovida por el mural de Rufino Tamayo que adorna el recinto de mármol, por lo que comenzó a interesarse más por su vida y obra, sin embargo, en ese momento no existía una biografía del autor, sino textos que hacían referencia a él de manera amplia.
Indicó que fue gracias al poeta y diplomático Luis Cardoza y Aragón que pudo acercarse a Tamayo y presentarle este proyecto, que luego de cinco años de entrevistas con el artista pudo consolidarse.
Agregó que como parte de las actividades conmemorativas por el 25° aniversario de la muerte de Rufino Tamayo, dicho material contará con una segunda edición.
En este conversatorio participó además Ana Torres, doctora en Historia del Arte por la UNAM, quien realizó su tesis doctoral bajo el título
Identidades pictóricas y culturales de Rufino Tamayo.
Torres habló sobre la representación de los elementos indígenas en la obra de Tamayo y su relación con la corriente artística del primitivismo que surge a finales del siglo XIX y principios del XX a nivel mundial, cuando los artistas empezaron a interesarse por recuperar las formas y la vida de otras culturas que no eran la occidental, como lo hicieron Picasso o Matisse.
Resaltó que Tamayo no estaba de acuerdo con el nacionalismo unificador que se vivía en su época, por lo que en las pinturas como en su postura política aseguraba que México era un país plural y diverso, donde el indígena tenía que ser autónomo y se tenían que respetar sus tradiciones y costumbres, así como integrarlo a la sociedad, donde tuviera un papel primordial.
Por último, la doctora Ana Torres citó al poeta Octavio Paz, quien en 1951 escribió: “Tamayo no fue solo un colorista, sus colores se apoyan en una estructura y no pueden considerarse sino como funciones de una totalidad. El contenido de sus pinturas está en una fuerza secreta, en el mundo de la poesía y en su relación con sus concepciones plásticas precortesianas. Tamayo no cae en los peligros de un arte puro, vacío o decorativo, pues en sus pinturas se dirige al hombre. Revelarlo y consagrarlo es su finalidad”.