Oaxaca.-Reconocida por llevar durante más de 20 años de carrera los sonidos de los pueblos originarios de México al mundo, la cantante oaxaqueña Susana Harp ofreció la noche de este viernes, ante miles de personas, su Guelaguetza Musical, en la Plaza de la Danza de la capital oaxaqueña.
Faltan pocas horas para que en la Rotonda de la Azucena inicie la máxima fiesta de los oaxaqueños, pero la generosidad artística de Susana se inscribe en la ofrenda que el pueblo de Oaxaca aporta a los miles de asistentes a las festividades de los Lunes del Cerro.
Con los templos de La Soledad y San José como testigos solemnes, y ante un público que aguantó la intermitente lluvia que no cesó hasta que dio inicio el espectáculo, entre las 20:15 y 22:15 horas, la artista desplegó su talento vocal acompañada de músicos que bajo la dirección de César Delgado, compartieron la riqueza cultural de los pueblos de Oaxaca.
En 15 estampas de canto y baile, y sin que faltara ninguna de las regiones en que está dividido el estado, Susana Harp dio rienda suelta a su amor por la tierra que la vio nacer, mismo que la ha acompañado cuando recorre el mundo.
Ataviada de una indumentaria que mezcló los colores que usan las mujeres indígenas, allá en las sierras, en las cañadas, en la tierra firme y los litorales, la artista cantó, y se dejó acompañar por el público al presentar a las integrantes de las Chinas Oaxaqueñas de Genoveva Medina que con el Jarabe del Valle dieron marco a “Llévame oaxaqueña”, con la participación del tenor Emilio Cordero.
Respaldada por el talento de autores oaxaqueños que le prestan sus letras, sus acordes y sus emociones, de inmediato inició un recorrido musical por las ocho regiones representadas en los sones mazatecos, el torito serrano, sones y jarabes mixes, el jarabe chenteño, la Danza de la pluma, así como la Canción Mixteca y su Jarabe, que agitando pañuelos disfrutaron y entonaron miles de gargantas nostálgicas de esa tierra del sol que siempre llevamos dentro cuando estamos lejos. El tenor Antonio Cisneros fue uno de los invitados para interpretar la canción más conocida de José López Alavés.
La región del Papaloapan se hizo presente con los sones de esta zona colindante con Veracruz, que le permitió a Susana interpretar “El butaquito” acompañada por el arpa y la jarana de Jacinto Malpica y Augusto Castillo.
La presencia de la mujer tuxtepecana, con los multicolores huipiles de Flor de Piña, encendió los aplausos que se suavizaron más adelante cuando hombres y mujeres de El Espinal, dieron paso a La Llorona, en español y zapoteco, como bien lo sabe cantar Susana. Un homenaje al pueblo ikoot se pudo admirar con “La tortuga del arenal” en la que participan hombres de torso desnudo que recogen imaginariamente huevos de estos animales milenarios.
La fiesta tuvo un momento especial, después que en recuerdo del gran compositor zaachileño, Amador Pérez “Dimas”, dos parejas de bailadores deleitaron a la audiencia con Nereidas, el danzón mejor logrado del mundo.
Al final, la alegría de la Costa, con Pinotepa de Álvaro Carrillo, cerró un espectáculo que permitió la admiración de cuadros artísticos, música y canto de todas las regiones, como si fuera el Lunes del Cerro.
Todos y todas en el entarimado disfrutaron con la artista, de nuevo, el Jarabe del Valle, con las marmotas, los gigantes y cabezudos, los faroles y un espectáculo de juegos pirotécnicos que acompañaron la salida de familias enteras que disfrutaron una probadita de la Guelaguetza, un homenaje al espectáculo folclórico más importante de América Latina.
El público asistente, que abarrotó el graderío y la parte central de la plaza, coronó con aplausos y encendidas vivas a Oaxaca este enorme esfuerzo artístico de Susana Harp, en el marco de la edición número 84 de la Guelaguetza.