Lilia TORRENTERA G.
Oaxaca.- No darle tregua a la ignorancia ni menos al mal ejercicio del poder, eran dos de las tantas batallas personales que Anselmo Arellanes Meixueiro jamás se cansó de enarbolar ya sea en un artículo, una investigación, un libro, una charla. Su voz fue apagada por el silencio fúnebre, pero su legado como intelectual, maestro e historiador permanecerá en tanto la semilla sembrada florezca en esos jóvenes, niños y niñas que tuvieron la fortuna de leer alguno de sus libros de texto..
El gran “Chemo” partió este viernes dejando para la posteridad un gran acervo de conocimientos gracias a esa tenaz vocación de maestro porque sabía que la educación tenía que partir de la experiencia local y no de la imposición de políticas centralistas erróneas.
Por ello,optó por proponer más que solo discernir y fue así que
Oaxaca: historia y geografía. Tercer grado, se convertiría en uno de los primeros libros en su tipo editado por la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito de la la Secretaria de Educación Pública (SEP).
El querido maestro Anselmo Arellanos siempre creyó que había un mejor destino para la educación en Oaxaca.
Esa pasión la compartió también para investigar y dar a conocer lados inexplorados de la historia del estado. Era importante primero, reflexionar sobre lo acontecido desde lo cercano para entender en mucho, los hechos que marcaron la vida nacional y entender la actuación social actual.
Esas noches interminables de bohemia intelectual entre “Chemo” con José Francisco Ruiz Cervantes y Carlos Sánchez Sílva o aquellas interminables reflexiones y críticas al sistema con Roberto Santiago, Ernesto Reyes e Isidoro Yescas Martínez, quienes a la postre se convertirían en reconocidos periodistas, eran unas deliciosas citas de amigos en las que parecía que los ideales llegaría a buen puerto.
El incansable Chemo, llevó al periodismo de opinión sus análisis sobre la realidad, política, educativa, social y comunitaria que vivía Oaxaca, su crítica temeraria llegó a ser leída y repetada por los personajes aludidos, insertados en las esferas oficiales pero sobre todo, de sus asiduos lectores en las páginas diarios independiente como lo fue el semanario Cambio en la década de los 80.
A Tuti, su entrañable compañera de vida y a sus hijas, el abrazo fraterno de amigos y amigas que vieron en Chemo un guía, esperando el pronto reconocimiento de la omisión de la sociedad oaxaqueña hacia sus grandes mujeres y hombres y a la que Anselmo Arellanes no le quedó nada deber nada porque con su obra siempre supo reivindicarla.