Oaxaca.-Actualmente, ya no se concibe a la arqueología sin el apoyo de diversas disciplinas, “por lo que siempre les recuerdo a mis alumnos que mañana habrá nuevas técnicas y desarrollos que harán que nuestras averiguaciones, datos y metodologías sean vistas como ahora se aprecian las de quienes nos antecedieron y aportaron a la historia de la arqueología”, afirmó Eduardo Matos Moctezuma.
Durante su participación en el curso superior de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas (AMCA), “La visión antropológica e histórica de México. Homenaje a Rodolfo Stavenhagen”, el investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hizo un recorrido histórico por los sucesos más relevantes en la historia de la antropología en México.
Sobre el homenajeado, el arqueólogo se refirió a él como un grande de la antropología mexicana, “un indigenista apasionado que dejó una obra escrita de enorme validez para lo que hoy se está haciendo”.
En su conferencia Historia de la arqueología en México, Eduardo Matos revisó los momentos destacados que ha tenido la disciplina en el país, desde el arribo de los españoles hasta la era moderna, remontándose al siglo XVI, con la llega gente procedente de otros territorios que, al descubrir un mundo muy diferente al de ellos, tuvieron el interés por conocerlo, cuyo resultado fue plasmado en una serie de documentos.
“Estaban los cronistas militares y civiles, así como los frailes, quienes proporcionaron una rica información sin la cual, quizás, no se podría entender muchos de los aspectos del pasado. La riqueza de los códices prehispánicos, relatos coloniales, lienzos y mapas, es información que les permitió conocerlo y empezar a investigarlo”.
Así, la arqueología comienza a encontrar vestigios que incorporó a esa historia enriquecida por aquella documentación. En los siglos XVII y XVIII, principalmente en éste último, ocurren una serie de acontecimientos fundamentales e importantes para la disciplina.
Carlos III de Borbón, quien siendo rey de Nápoles y Sicilia ordenó las excavaciones de Pompeya y Herculano, al asumir el trono español dio una serie de indicaciones para que se conociera el pasado y los vestigios de las colonias españolas. Bajo este mandato, Antonio de Ulloa, militar y naturalista español, creó el Real Gabinete de Historia Natural, que agrupaba antigüedades, fósiles minerales y animales, y también monumentos arqueológicos.
En la década de 1700 se dio a conocer el hallazgo de El Tajín y los trabajos que José Antonio Alzate hizo en Xochicalco, bajo el título Descripción de las antigüedades de Xochicalco; el padre jesuita Pedro José Márquez, desde su exilio en Italia —la orden religiosa fue expulsada por Carlos III de las colonias españolas en 1767—, escribió el libro Dos antiguos monumentos de arquitectura mexicana, donde habla de los sitios arqueológicos mencionados.
A finales del siglo XVIII, el virrey Juan Vicente Güemes Pacheco y de Padilla, segundo conde de Revillagigedo, manda hacer obras en la ciudad en lo que hoy conocemos como el Zócalo. Ahí se encontró a la Coatlicue, conocida anteriormente como Teayaomiqui, el 13 de agosto de 1790; el 17 de diciembre de ese año, aparece la Piedra del Sol, posteriormente se encuentra la Piedra de Tízoc.
Ya en el México porfiriano, Leopoldo Batres, un capitán lancero del ejército de Benito Juárez, se dedicó a la arqueología. Explora varios lugares, siendo Teotihuacan uno de los más importantes donde encuentra el llamado Templo de la Agricultura, además de trabajar una parte de la Pirámide del Sol; establece uno de los primeros museos de sitio.
“A él se le debe la instauración de la inspección de monumentos, con lo que se busca vigilar todo lo relativo a excavaciones arqueológicas, a la protección de monumentos, entre otras tareas”, comentó Matos Moctezuma.
A principios del siglo XX se crea la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americana, y México es el país que se quiere investigar. Esta institución va a incluir lo que ahora son las disciplinas arqueológicas: arqueología, lingüistas, etnografía, por citar algunas.
De esa escuela surgen personajes como Manuel Gamio, alumno del antropólogo Franz Boas, quien le encomendó, hacia 1913, explorar Azcapotzalco, donde el investigador mexicano excavó por medio de la técnica estratigráfica que establecía las bases para tener un mejor control en los procesos excavatorios, hasta entonces realizados sin mucho rigor científico.
Gamio investiga el Valle de Teotihuacan desde dos categorías: población y territorio, ahí aplicó lo que llamó concepto integral, para estudiar esa área en tres niveles: el prehispánico, el colonial y el moderno.
Eduardo Matos Moctezuma relató que a partir de 1950 ya se cuenta con una arqueología con nuevas técnicas para su aplicación, cuyo resultado es una mejor información y más datos, ejemplo de ello es el uso imprescindible de la fotografía aérea —que surge a raíz de la Segunda Guerra Mundial— y que en México se empieza a aplicar gracias a José Luis Lorenzo.
Luego surge el Museo Nacional de Antropología, en Chapultepec, cuyo antecedente es el Museo Nacional, creado en 1825 por decreto presidencial de Guadalupe Victoria y que desde épocas antiguas era el lugar donde se concentraban los estudiosos.