Fortino Torrentera
Oaxaca.- Economistas, sociólogos y politólogos coinciden que la única posibilidad de cambio en México, es a través de la cohesión social que trae consigo la identidad cultural y el desarrollo de las artes, que en Oaxaca habría que sumar la revaloración de la tradición, distinto al folclorismo que ha caracterizado a una política pública que promueve turísticamente al estado, cuando la cultura va más allá.
Basta señalar que en la actualidad los artistas oaxaqueños que más han destacado, surgieron desde condiciones adversas; Lila Downs (Cantante internacional), Faustino Díaz (El mejor trombonista del mundo), Arody Martínez (Premio Charlie Parker -el Oscar al saxofón en el jazz-) o Silvestre Martínez (Percusionista que destaca en el jazz de Estados Unidos), por mencionar a algunos de los músicos, sin considerar a jóvenes pintores, actrices y actores, bailarinas y bailarines, así como deportistas y científicos.
Hay que recordar que en el caso de Oaxaca, sus rasgos culturales han partido de la expresión popular, no del impulso oficial e incluso muchas de las políticas públicas han ido en contra de la tradición –como está sucediendo en las comunidades insertar en la Guelaguetza, que dicho sea de paso es con el mezcal, las dos únicas industrias culturales del estado-. La apuesta por una imagen folclórica que ha tenido maniatado el desarrollo cultural al mostrar un desdén a las expresiones contemporáneas o el no entendimiento de otras formas de cultura actual, han socavado las potencialidades tradicionales y contemporáneas.
No son producto de las políticas públicas que venden “nuestra imagen”, íconos identitarios de Oaxaca, entre otros muchos, Monte Albán, Santo Domingo, la gastronomía, el mezcal, las fiestas patronales con sus calendas y sus bandas y el Teatro Macedonio Alcalá, la última joya arquitectónica edificada con manos indígenas, por nuestros abuelos y padres, obra construida hace un siglo y hace un siglo que nuestra generación no deja una sola edificación del patrimonio actual que testimonie nuestra existencia a nuestros hijos y nietos.
Genialidades en la individualidad han levantado la voz como Miguel Cabrera, Francisco Gutiérrez, Rufino Tamayo, Rodolfo Nieto, Francisco Toledo y ahora una nueva generación de pintores, artistas gráficos y escultores, que si bien se han formado en espacios auspiciados por el gobierno, su mira está puesta en producir, más que en sobresalir o vender para convertirse en artistas ricos, como lo fue una generación intermedia.
En música, ni siquiera sabemos a quien puede ser considerado el músico más alto que hayan dado estas tierras, me refiero a Juan Mathías de los Reyes, reconocido compositor de la Nueva España, nacido en Coyotepec, alrededor de 1620.
¿Cómo podemos hablar de música en Oaxaca si no reconocemos la labor de la más importante compositora y concertista que ha dado Oaxaca?. La pianista Rosa Guraieb Kuri, una de las primeras compositoras mexicanas de música de concierto en el siglo XX, destacada alumna de José Pablo Moncayo y Carlos Chávez, originaria de Matías Romero en el Istmo de Tehuantepec, falleció sin el reconocimiento de su pueblo el 2 de marzo de 2014 a los 82 años.
O quien sabe de la importante labor en el rescate de la música indígena antigua que tuvo el músico, pintor e investigador musical, René Villanueva Solís, como un puente cultural que fortaleció la herencia de Álvaro Carrillo, Chu Rasgado, pero también de los maestros Rito Marcelino Ruvirosa, Narciso Lico Carrillo. Amador Pérez Torres “Dimas” o del jazzista Jorge Fernando Hernández, cuyos talentos que se ven refrendados con músicos de primer nivel como Faustino Díaz, Arody Martínez, el guitarrista Gil Gutiérrez o del percusionista, Silvestre Martínez, entre otros muchos.
No podemos voltear a ver otras formas de cultura si no hemos reconocido la nuestra, si no nos sentimos orgullosos y bien plantados en nuestras raíces, que a la vez son de todos, no pertenecen al gobierno, ni a grupos, la cultura es de todos y todos tenemos el derecho de ejercerla, más aún cuando existe una Ley Federal y una Estatal que pocos han leido.
Preguntaría: ¿Saben por qué fue conocido Monte Albán en Mesoamérica?, podrían decir que por su arquitectura, su cosmogonía, su orfebrería y joyería e incluso por sus trepanaciones, pero además, Monte Albán fue el centro más importante en la producción de Aerófonos y pitófonos (silbatos, pitos, ocarinas, flautas, trompetas, entre otros), siendo reconocidos estos instrumentos en toda el área.
¿Sabían que Oaxaca tiene una excelente luz para filmar? Como lo afirmó el cineasta ruso, Sergei Eisenstein o el director oaxaqueño de cine, Nacho Ortiz, o a saber que es el principal punto de paso de aves migratorias, por lo que se concentra la mayor parte de esa biomasa?.
¿Saben quien asesoró a José María Morelos y Pavón para redactar “Los Sentimientos de la Nación” y sustentar la independencia total de España? Pues fue el primer periodista mexicano con los suficientes arreos para criticar a la monarquía española y plantear la idea de un país, el oaxaqueño Carlos María Bustamante, de quien las nuevas generaciones desconocen de su existencia.
Cada año que se festeja la Revolución Mexicana, las autoridades acostumbran realizar los actos cívicos al pie del busto de Francisco I. Madero, cuando el ideólogo e impulsor de ese proceso armado, fue Ricardo Flores Magón, cuya figura y obra se encuentra proscrita de la memoria oficial, cuando sus ideas sobre el derecho ciudadano están tan vigentes.
En las artes escénicas hay que recordar la época de oro que encabezó el director teatral, Rodolfo Álvarez; al Premio Nacional de Dramaturgia, Jesús Alberto Cabrera, o quien para mi gusto es el mejor dramaturgo oaxaqueño, Juan Herrera, pionero del periodismo cultural; autor de impresionantes obras teatrales, labor que ahora heredan escritores como Pedro Castellanos Lemus.
Oaxaca fue hasta hace tres décadas epicentro nacional del teatro comunitario con antecedentes que evocan al investigador norteamericano, Cayuqui Stage y después los promotores de Culturas Populares, además del auge que cobró el Movimiento de Teatro Comunidad, no en esta capital, sino en el ámbito indígena, campesino y popular de las regiones de la entidad.
En el olvido completo se encuentra la historia e identidad de los barrios con sus cuentos chocarreros y su símbolo patrimonial; hoy lo importante es tener todas las comodidades de moda, lo cual provoca que separemos más el tejido social, cuando las tradiciones que renovamos todos, nos permiten la convivencia y la armonía vecinal, ya sea del barrio, el pueblo o la ciudad.
Parece que hubiera una oscura intención en propiciar esa obnubilada visión de la cultura, por borrar la historia en vez de construir un plan incluyente y coherente para muchos años, esa insistencia palpable surgida desde el Homenaje Racial, que más que sembrar cultura, aprovecha los escenarios para crear una imagen que venda al estado y de paso se entretenga la población.
No se entiende la sumisa dependencia que durante años ha tenido la producción artística en Oaxaca, pues de lo que empezó como una legitimación del gobierno a la labor creativa, se convirtió hasta nuestros días en moneda de cambio para vislumbrar proyectos de poca monta “que alcance a comprar el gobierno”.
Otro aspecto, es la corta mira de los proyectos y cito al maestro Virgilio Gómez: “Los artistas oaxaqueños sólo alcanzan a ver hasta el periférico”, pues muchos proyectos, sobre todo, escénicos y musicales se piensan para “triunfar” en Oaxaca y si acaso en algunas regiones del estado.
Mientras el folclorismo que por décadas ha mantenido la cabeza de los oaxaqueños metidos en un mundo de agrado turístico, sin mostrar la trascendencia de la obra patrimonial y actual, surgen desde las condiciones más adversas propuestas que fusionan géneros, que combinan técnicas y materiales, que proponen un nuevo discurso en el escenario, pero todos en la soledad.
Esta visión tradicional, folclorista y meramente turística ha ahogado lentamente a la historia, a la tradición, a la cultura y con ello, la indiferencia a nuestro verdadero pasado prehispánico, indígena y comunitario. Pareciera entonces que hablamos de tres Oaxacas.
Ante el difícil e incierto panorama económico del país y de Oaxaca, donde los proyectos de industrias culturales no ha cuajado; ante la imposición de políticas “públicas” en materia de cultura; ante la violencia y la flagrante corrupción en todos los ámbitos, es preciso que la ciudadanía ejerza su derecho, ya legislado en el país y el estado, para participar, colaborar, usar, disfrutar y reclamar cultura, provenga ésta desde las instituciones o de iniciativa propia. Nadie puede ser coartado de ese derecho con apego a la ley.
Aquí es necesario citar la definición de ciudadanía que es la “Condición que reconoce a una persona una serie de derechos políticos y sociales que le permiten intervenir en la política de un país determinado”, se denomina ciudadanía a la pertenencia a una determinada comunidad política. Es decir, la ciudadanía es lo que expresa la pertenencia de un individuo en una sociedad dada en la que por supuesto participa activamente en todos sus niveles.
Como miembros de esta sociedad, debemos partir del entendimiento de la diversidad cultural que implican las libertades raciales, sexuales, religiosas, culturales, deportivas, políticas o económicas, especialmente cuando muchas veces miramos con prejuicio y sin juicio.
Debemos estar conscientes e infundir en esa diversidad la urgencia de incorporar desde edades tempranas hasta los jóvenes, las artes y la cultura, como si fueran vacuna contra la ignorancia y la falta de valores e identidad, elementos que diferencian a los seres humanos.
Para tal fin, es necesario organizarse, lo cual solo se logra con la voluntad de unos cuantos y el interés de muchos, especialmente si ese interés se fundamenta en la trascendencia que para su devenir tengas las acciones que emprendan para su integridad, para familia, colonia o ciudad.
Hay muchos ejemplos de iniciativas ciudadanas, colectivos, centros culturales, personas en lo individual y unos cuantos artistas que realizan acciones en diferentes ámbitos del arte y la cultura, tanto en colonias, barrios, poblaciones o ciudades y muchos lo hacen sin apoyo oficial.
Alguien alegaba que hacer cultura desde la sociedad era ahorrarle el trabajo al gobierno, pero me pregunto en primera: ¿Cuál trabajo?, y en segundo: ¿Debemos extender la mano por un derecho que no pueden garantizar las instituciones o actuar para salvar lo poco que podamos de nuestro patrimonio cultural?
Aquí quiero destacar el Taller Internacional de Rehabilitación de Centro Históricos para América Latina y el Caribe (SIRCHAL) que impartió hace un año el arquitecto Leoncio Orellana y a partir se formó el Grupo Interdisciplinario “TequioOax”.
Si bien el propósito de ese taller y del grupo es la preservación del Patrimonio Cultural, sea este edificado, no tangible, ambiental, histórico o tradicional, la metodología que se ha implementado los ha llevado en la práctica a trabajar con colonos de esta ciudad y habitantes de Ocotlán y Etla, perfilando las acciones hacia el rescate y cuidado del patrimonio.
Aquí es importante señalar el trabajo a brazo partido con habitantes de la Colonia Díaz Ordaz, Xochimilco, vecinos de la Calzada Porfirio Díaz ejemplarmente organizados en “Vive la calzada”, ubicando en cada espacio las necesidades para resolverlas a partir de identificar sus representaciones icónicas culturales.
En este sentido, es de sorprenderse la postura del presidente municipal de la Villa de Etla, quien cree que la única forma de resolver los problemas del municipio es con la participación realmente activa de la población a partir de reconocer y fortalecer su identidad cultural; por ello es de señalarse la importancia que tiene ahí el Movimiento Arte Vanguardia AV, integrante de TequioOax.
De igual forma, se ha visto la perspectiva cultural en el Cabildo de Ocotlán de Morelos, donde compañeras de TequioOax han implementado importantes acciones con niños y adultos, tendientes al rescate y conservación del patrimonio cultural de esa pintoresca población.
No debemos confundir arte con cultura. En pocas palabras, la primera se refiere a las disciplinas estéticas y la segunda, simplemente está a nuestro alrededor, no sólo en un televisor, una computadora o un teléfono. Hacer cultura, es colaborar para propiciarla, es participar para disfrutarla y nutrirse de ella.
Una vez que fortalezcamos esa identidad cultural, abriéndonos a la diversidad de pensamientos y formas de vida, podremos aspirar a convivir en armonía, con objetivos claros para reconstituir el tejido social tan dañado en Oaxaca, pero esta oportunidad de cambio solo nos lo da la cultura, el conocimiento de nuestras raíces, el orgullo del presente y una construcción explosiva pero ordenada de nuestro futuro, e insisto, LA CULTURA ES NUESTRA, VAMOS POR ELLA.