Adriana Bianco
Oaxaca es un bello estado de México, y es también tierra de artistas. El gran Rufino Tamayo, a quien conocí en México, nació en aquel terruño de sol y de importantes centros prehispánicos como Monte Alban y Mitla, y siempre recordaba sus pagos y su gente. Francisco Toledo, el pintor oaxaqueño, también me comentaba cuando nos visitaba en la Galeria Arvil, lo que significaba esa cultura indígena en su arte. Un mundo de símbolos y colores se entrelazan con historia y mitos en la tierra oaxaqueña y los artistas contemporáneos han sabido expresar su herencia con una visión presente, en la exposición “Tradición y modernidad-Oaxaca” que itinera por los Estados Unidos.
Cuando vivía en México, la Galeria de arte Arvil era un punto de reunión de artistas, además de organizar importantes exposiciones. Allí, conocí a Tamayo que con su voz pausada, hablaba del Museo que estaba organizando en Oaxaca con su colección de cerámicas, objetos prehispánicos, y los famosos perritos autóctonos “exquincles”. A veces, se encontraba con Francisco Toledo y se intercambiaban obra. Toledo era un tanto esquivo, de poco hablar, pero un día me explicó que la fuente de inspiración de su obra era su tierra, las leyendas que aprendió de sus mayores. Cuando visité Oaxaca comprendí por qué estos dos grandes artistas valoraban tanto su tierra, hay algo mágico en Oaxaca.
En el centro histórico se puede gozar de la belleza arquitectónica de la iglesia de Santo Domingo con su barroco indígena, las plazoletas con flores, la fiesta de la Guelaquetza, danza dedicada a la virgen que se funde con el sentimiento zapoteca del culto a la naturaleza y a la hermandad. Los centros ceremoniales de Mitla y Monte Alban, que muestran la grandeza de la civilización prehispánica.
Las playas casi vírgenes y esa manera de vivir el tiempo que nos une a la eternidad. Los artesanos que trabajan los tapices con pigmentos naturales y aquella gastronomía sabrosa acompañada del mezcal, bebida alcohólica, extraída del corazón del maguey, producida según técnicas prehispánicas.
El director del Instituto Cultural de México en Miami, Fernando de la Torre-Gorraez, confirma el legado de historia y arte que se evidencia en Oaxaca, la riqueza de sus Iglesias, los sitios arqueológicos, y una cultura ancestral que revive en la expresión de los artistas contemporáneos.
En esta exposición “Tradición y Modernidad-Oaxaca-Mèxico” se presentan los artistas modernos: Jacobo y María Angeles, Saúl Castro, Roman Gutiérrez, Fulgencio Lazo, Fernando Andriacci y Rosendo Pinacho bajo la curaduría de Carlos Blas Galindo quien nos explica:
“Esta muestra surge con la filosofia de reunir seis artistas oaxaqueños que mantengan la tradición unida a la modernidad. Se organiza en colaboración con Art Gallery, contando con el auspicio del Gobierno de México a través del Instituto Cultural de México y la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo. La muestra ha itinerado por los Consulados mexicanos de Estados Unidos, mostrando, la vigencia del pasado, en los artistas del presente, inspirados en la mitología y la naturaleza, con una fuerte espiritualidad y un mágico color”.
Román Gutierrez revive la antigua técnica del tapiz, telar a mano con hilos de algodón y teñido natural. Recuerdo cuando visité los talleres artesanales en Mitla, donde trabajaba toda la familia, que diligentemente me mostraron la coloración de los tejidos según los pigmentos naturales, los diseños indígenas y el telar donde realizaban cada tapiz con esmero.
Para Saúl Castro el enfoque es el mundo de la playa, el cangrejo, la arena, empleando la técnica de óleo sobre tela encausto en tonalidades pastosas. Para Fernando Andriacci es importante explorar la cerámica vidriada con temas de la naturaleza y la cosmogonía indígena.
Jacobo y María Angeles trabajan juntos elaborando objetos fantásticos partiendo de la fauna regional, como la tabla protagonizada por el jaguar en alto relieve, o el buho tallado en madera de copal y dibujado en guache, que evoca las leyendas del pájaro simbolo de la noche y la sabiduría zapoteca.
Pudimos conversar con Rosendo Pinacho, un artista formado en el Instituto Nacional de Bellas Artes de Oaxaca, dentro de la generación de los 80, impulsada por el éxito de los grandes artistas Tamayo y Toledo, motores de efervescencia plástica donde confluyen los lenguajes tradicionales y las innovaciones.
Me relata el artista Rosendo: “Yo nací en un pueblito de la costa del Pacífico oaxaqueño, cerca del mar. El mar era mi compañero en la niñez, y los barcos de un solo tronco, que aún se usan en las lagunas, me encantaban; vivía rodeado de naturaleza. Ese mundo, es lo que pinto en mi estudio de Mazunte, en la playa Santuario de la Tortuga, allí trabajo por temporadas, junto a la naturaleza y al mar. Elaboro técnicas mixtas, tierras naturales, pigmentadas, encausto, oro, con temas de la naturaleza y mis recuerdos, a veces me encuentro con el maestro Toledo, en los talleres de cerámica…mi vida esta en Oaxaca, es mi mundo.”
Un mundo de imágenes, color y símbolos. Un mundo donde pasado y presente coexisten, como ramas de un solo tronco: el tiempo mítico mexicano.
Via PERIODISTAS en español
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