UNAM/Global
Ciudad de México.- Antes del 19 de septiembre de 1985 en México no sabíamos lo que era un terremoto, llevábamos una vida tranquila y apacible. Esa mañana al empezar el siniestro y sentir la fuerza de la naturaleza nos llevó a mis hijos y esposo a abrazarnos, y durante el movimiento escuchamos un estruendo y todo se obscureció. Al terminar todo y salir de casa nos encontramos con una enorme nube de polvo que al desvanecerse nos dejó ver que ya no estaba el edificio Nuevo León, narró doña Juanita Huitrón, primera heroína y fundadora de la Brigada de Rescate Topos.
No lo podíamos creer, la estructura albergaba a dos mil 500 personas y en pocos segundos se apagó, ya no existía nada, sólo escombros. Al acercarnos pudimos escuchar los gritos de las personas atrapadas, recordó la señora que en ese tiempo vivía sobre la avenida Reforma, frente a la Unidad Habitacional de Tlatelolco.
“Fue terrible, es algo que te marca para siempre. En ese momento pensé que no podíamos quedarnos sin hacer nada, ahí vivían mis vecinos y muchas personas queridas. Vi como mis dos hijos mayores, David y Fernel, sacaban a niños cubiertos de tierra de entre los escombros. Quería llorar, pero fui firme, recibí a los pequeños y cuando veía que parpadeaban me ponía feliz porque estaban vivos”, recordó con la voz entrecortada.
Les dimos un lugar en el camellón a los que estaban vivos, fue así que mi esposo, mis hijos y yo trabajábamos para ayudar, y sin darnos cuenta llegaron muchos voluntarios, algunos cocinaban en las calles para alimentar a los rescatistas, que en ese momento no teníamos idea de lo que hacíamos, pero trabajábamos con botes, cubetas y herramientas que tuviéramos a la mano para sacar a los sobrevivientes.
Hasta entonces pensamos que sólo había sido el Nuevo León, pero después nos enteramos que había colapsado media ciudad, parecía una pesadilla, manifestó.
El hospital más cercano no tenía espacio, la secundaria estaba llena de heridos, y decidimos que en el DIF que se encontraba enfrente podía servir como un centro para albergar a quien lo necesitara.
Después, de algún lado llegó una camioneta pickup, y nos subimos para ayudar en otros sitios. Es admirable cómo en medio del dolor la gente acude a apoyar, las personas nos veían pasar y nos aventaban comida, pensaban que la repartíamos a quien lo necesitaba en toda la ciudad, manifestó.
Rescates
Recorrimos las colonias y llegamos a San Pablo, un sitio donde se había colapsado un edificio que albergaba ancianitos. La gente gritaba y suplicaba que los ayudáramos. Rescatamos a los más que pudimos, fueron días muy difíciles, rememoró.
En el camino, añadió la entrevistada, se me pegó un niño de 14 años, se llamaba Fernando y tenía muchas ganas de ayudar. Me dijo: “Yo estoy enfermo del corazón, pero no me importa morir, quiero salvar vidas”. Pensé egoístamente, está chiquito, cabe en lugares donde yo no.
Así, llegamos a la colonia Tránsito, por San Antonio Abad, y en una estructura colapsada oímos que lloraba un niño, Fernando a quien apodamos después como el Capitán Huevos, me insistió en entrar primero para rescatarlo, agregó la señora Huitrón.
Y yo contesté: sí, entre los dos lo vamos a hacer, y ahí fui aprendiendo poco a poco como entrar. Vete por la orilla, le dije mientras lo seguía entre escombros, así si se nos llega a caer algo que no nos lastime, y vamos despejando, narró.
Fue lo más hermoso haber salvado esa vida, se trataba de un bebé que estaba vivo pegadito al pecho de su madre, ella ya había fallecido pero lo siguió amamantando mientras estuvieron enterrados, evocó doña Juanita entre lágrimas.
Por esas fechas y por primera vez se empezó a hablar de los famosos Topos. A Fernando le decían ese sí es un topo, porque era muy listo y valiente, siempre entraba por delante a los escombros y yo siempre detrás de él.
Y nacieron los Topos
Después de pasar meses trabajando en los remanentes de los edificios, doña Juanita fue conocida como Mamá Ganso, a donde quiera que se aparecía todos la seguían y escuchaban por ser muy organizada y tener un alma altruista.
Un día, después de casi un año del siniestro, alguien le dijo: piensa en un nombre para el equipo de rescate. Ella lo platicó con sus hijos y esposo y decidieron llamarlo 19 de septiembre, porque fue en esa fecha donde todo empezó.
“Ese es el grupo que formaremos para para ayudar a quién esté en desgracia, no solamente aquí en México, sino en cualquier parte del mundo”, pensó en aquel momento doña Juanita. Este equipo después dio lugar a los hoy conocidos como los Topos.
La UNAM
Comenzamos a capacitarnos. La UNAM fue algo glorioso porque nos apoyó en este camino. Primero, fuimos a la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, donde nos ayudaron a entrenar a nuestros perros de búsqueda y rescate.
En la Facultad de Medicina aprendimos rapel, para poder ascender y descender cargando otra persona o un fallecido. También estudiamos primeros auxilios, por ejemplo, cómo usar un estetoscopio para tomar la presión arterial.
Por parte de los ingenieros y arquitectos de la UNAM aprendimos sobre las construcciones, el tipo de materiales, si son de primera calidad o de bajo costo, los tipos de varillas, las consecuencias que trae un colapso, cómo leer planos, etcétera.
“Me gustaba mucho la universidad, podía trabajar con los jóvenes de toda índole y no importaba su grado de estudios. Para mí esto fue un sueño hecho realidad, porque yo siempre quise estudiar Medicina en la UNAM y no se me dio la oportunidad”, concluyó doña Juanita.
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