Ciudad de México.- En este año por terminar, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) logró consolidar una serie de iniciativas en beneficio de la sociedad mexicana, en particular, con la creación y renovación de infraestructura para la mejora de la visita pública en distintas zonas arqueológicas del país, a la par de continuar proyectos de investigación cuyos resultados han merecido el reconocimiento internacional.
En los primeros meses de 2017, Puebla
estrenó dos nuevas zonas arqueológicas: Tehuacán Viejo, ubicado en las inmediaciones del poblado San Diego Chalma,
y Teteles de Santo Nombre, localizada en el municipio de Tlacotepec de Benito Juárez, ambas en el estado de Puebla.
Tehuacán Viejo fue considerado el centro de culto y cabecera política más importante del sur del actual estado de Puebla durante el periodo Posclásico (1000 d.C.-1456 d.C.). El sitio popoloca se distingue por los conjuntos de edificaciones distribuidos en los desniveles de una meseta. Destacan plazas donde se realizaban ceremonias, unidades habitacionales destinadas a los gobernantes y sacerdotes, basamentos piramidales en cuya cúspide había templos, así como restos de drenaje y conductos de agua.
Los materiales arqueológicos encontrados en más de 20 años de exploraciones sistemáticas son excepcionales, por ejemplo grandes esculturas de basalto con una técnica muy depurada que permite admirar los detalles de las vestimentas de los dioses y características muy claras de la calidad escultórica. Un conjunto extraordinario que puede conocerse a través del
Museo de Sitio de Tehuacán.
Teteles de Santo Nombre, de características arquitectónicas similares a Teotihuacan, se revela como punto importante en las rutas de comunicación y centro urbano de primer orden, que floreció hacia 400-650 d.C. En su extensión aproximada de 60 hectáreas se conservan restos de plataformas habitacionales, montículos piramidales, plazas, terrazas, zonas de circulación, construcciones aisladas y altares que hacen de este sitio el más grande y monumental del sur de Puebla.
El
Museo de Sitio de Teteles quedó abierto temporalmente como Sala Interpretativa, ahí se presenta un panorama general del desarrollo de las poblaciones antiguas que ocuparon el área de Tehuacán- Zucatlán.
Asimismo,
fue reabierto el Museo Regional de Cholula, también en Puebla; un espacio dedicado a mostrar al visitante lo mismo la evolución geológica del valle, que su desarrollo cultural en época prehispánica, contando para ello con un valioso acervo arqueológico de 394 piezas cerámicas y de lítica, así como algunas elaboradas en concha y otros materiales, resultado de excavaciones emprendidas por el INAH.
Enclavada en el corazón de la Ciudad de México, la
Zona Arqueológica del Templo Mayor cuenta ahora con un nuevo vestíbulo que permitirá un acceso controlado a los vestigios del también llamado
Huey Teocalli. El área introductoria a las ruinas del Templo Mayor y su museo fue abierta el pasado 3 noviembre.
Los visitantes ahora podrán observar los restos de un piso hecho con grandes bloques de piedra andesita, que corresponde a una parte de la plaza frente a Templo Mayor; una sección del
Cuauhxicalco, plataforma relacionada con ceremonias del fuego y las exequias de los dignatarios mexicas; los restos de un
xocotl o árbol sagrado; sahumadores con mangos en forma de cabeza de serpiente; una ofrenda de autosacrificio; cetros en forma de venado y serpiente, y representaciones de deidades como Xiuhtecuhtli y Tláloc, entre otras piezas.
Con la participación del Gobierno de la Ciudad de México, el
Templo Mayor estrenó iluminación general y puntual de algunos de sus monumentos.
Justamente el Programa de Arqueología Urbana (PAU) del Museo del Templo Mayor, reveló los avances de uno de sus grandes hallazgos: el
Huei Tzompantli. Se estima que el Gran Muro de Cráneos del Recinto Sagrado de Tenochtitlan pudo alcanzar 36 metros de largo y en promedio 12 o 14 metros de ancho, aunque por ahora, el PAU sólo ha detectado al interior de este terreno 13 metros de longitud y 6 metros de ancho de la estructura.
Uno de los elementos más interesantes es un muro circular de 6 metros de diámetro hecho a partir de cráneos que previamente estuvieron expuestos en el
Huei Tzompantli (según se observa por sus orificios en los temporales), unidos con argamasa de cal y arcilla. A partir de la muestra total recuperada: aproximadamente 221 individuos, sólo se ha podido asignar sexo a 3% ciento de la misma, dos terceras partes corresponden a individuos masculinos, y el tercio restante a individuos femeninos.
Además de esto, se han recuperado 70 cráneos completos. En proporción, 97 por ciento son adultos, dos por ciento pertenece a infantes y 1 por ciento no se ha identificado. Estos datos han venido a revolucionar ideas que prevalecían sobre los sacrificados en honor del dios guerrero y solar Huitzilopochtli, exhibidos en el
Huei Tzompantli.
Un equipo de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH descubrió el
zócalo del Monumento a la Independencia, proyectado para erigirse en la Plaza Principal de la Ciudad de México, en 1843. El proyecto del entonces presidente Antonio López de Santa Anna fracasó por diversas razones y quedó en esbozo. Los arqueólogos registraron una plataforma circular de 8 metros de diámetro y 28 centímetros de altura, el famoso “zócalo”, cuyo hallazgo consta en una placa instalada en la ahora llamada Plaza de la Constitución.
La Pirámide de la Luna podría tener un conducto subterráneo. En la gran urbe del Altiplano Central, Teotihuacan, un equipo de especialistas del INAH y la UNAM realizaron un estudio con el fin de comprobar la existencia de un conducto que correría del centro de la Plaza de la Luna a dicha pirámide. Las imágenes obtenidas a través de una tomografía de resistividad eléctrica, sugieren la existencia de una cavidad recta a diez metros de profundidad.
El hallazgo confirmaría que en la Pirámide de la Luna, los teotihuacanos reprodujeron el mismo patrón de túneles asociados a otros grandes monumentos, caso de la Pirámide del Sol y el Templo de Quetzalcóatl.
En los primeros días de este mes, diciembre, fue abierto el
Museo de Arqueología Subacuática. San José El Alto, en Campeche, materializando así más de 30 años del desarrollo de esta disciplina en nuestro país y convirtiéndose en el primero dedicado a esta temática en América. En 600 m² de recorrido, los visitantes hacen un dilatado viaje en el tiempo, yendo más de 10 mil años atrás en el Pleistoceno hasta nuestros días, “sumergiéndose” de manera virtual en estos mundos.
Distribuidas en seis salas, el museo exhibe 426 piezas, entre prehispánicas (algunas con más de mil 800 años de antigüedad), coloniales, y de los siglos XIX y XX. Destaca la exhibición de poco más de 200 objetos de joyería, la mayoría elaborados en oro y con esmeraldas engarzadas, procedentes de un naufragio de inicios del siglo XVIII, hallado en el arrecife Alacranes. La colección incluye cruces, anillos, adornos para el manto de la virgen, una decena mondadientes, cuentas de rosario, medallas y escapularios, entre otros.
El
Museo de Arqueología Subacuática. San José El Alto, en Campeche,
y las comunidades que protegen el Nevado de Toluca y su entorno, en el Estado de México,
fueron incluidos en el Registro de Buenas Prácticas en materia de protección, conservación y difusión del Patrimonio Cultural Subacuático. El reconocimiento tuvo lugar en París, Francia, durante la Sexta Reunión de los Estados Partes de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, de la UNESCO.
La Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH, ubicó este año
tres nuevos sitios en las aguas de Sisal, Yucatán. Los restos corresponden a un barco de guerra holandés del siglo XVIII, un vapor británico del XIX y un faro de finales del XIX e inicios del XX, que han sido integrados al Inventario y Diagnóstico de Recursos Culturales Sumergidos en el Golfo de México y Caribe Mexicano, que incluye más de 400 sitios.
El
Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro, que lleva a cabo la SAS, recibió a finales de este año el
Premio Descubrimiento en Campo, otorgado por la Academia China de Ciencias Sociales en el Foro Arqueológico de Shanghai. La investigación inició en 2011, tras el hallazgo de una inmensa oquedad en una cueva inundada de Tulum, Quintana Roo, en cuyo fondo estaba el esqueleto humano femenino conocido como “Naia”, correspondiente una joven que vivió hace 12,000 o 13,000 años. Los estudios han permitido profundizar en el conocimiento sobre los primeros pobladores del continente americano. También se encontraron restos de 33 animales prehistóricos pertenecientes a 13 especies.
El análisis de los restos de un
perezoso gigante descubierto en 2010 en el cenote Zapote, municipio de Puerto Morelos, también en Quintana Roo, arrojaron que se trata de una nueva especie de este animal pleistocénico. La especie fue nombrada científicamente
Xibalbaonyx oviceps, en alusión al inframundo maya identificado en las cuevas (
Xibalba), a sus garras (
onyx, en griego) y a la forma de su cráneo, similar a la de un huevo (
ovum, en latín).
En el mismo ámbito, el equipo del
proyecto Gran Acuífero Maya (GAM) del INAH descubrió diversos depósitos con restos de megafauna extinta hace más de diez mil años, entre ellos, los neurocráneos (cubierta ósea que protege el encéfalo) de un par de osos de la Edad de Hielo, del género
Arctotherium. Esto al internarse en las profundidades de una galería que alcanza los 100 metros, dentro de una enorme cueva inundada de Quintana Roo, la segunda más profunda de esa parte de la península de Yucatán.
En Chichén Itzá, el GAM busca crear un modelo digital sin precedentes, impulsando el registro en tercera dimensión tanto de la arquitectura en superficie, como de las cuevas, los pasadizos y los cenotes del subsuelo que habrían dado origen a la ciudad. Un equipo multidisciplinario e interinstitucional emprende un mapeo subterráneo de sus principales estructuras, con el cual se espera confirmar la “geografía sagrada” que habría guiado a los antiguos mayas en el diseño urbano.
Finalmente, tras siete años de trabajo de excavación arqueológica en un predio ubicado a espaldas de la Catedral Metropolitana, los restos del principal
Templo de Ehécatl (dios mexica del viento), así como de una esquina del
Juego de Pelota de la antigua Tenochtitlan quedaron al descubierto en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Dichos hallazgos permiten identificar un rostro más amplio de la cultura mexica.