Oaxaca.-reverente, atrevida y brillante, así fue la obra de Guadalupe Amor, quien este 2018 cumpliría cien años de vida. El Instituto Nacional de Bellas Artes por medio de la Coordinación Nacional de Literatura la recordará con la charla
Mi vida de centellas y secretos. Cien años de Pita Amor, en la que participarán Claudia Hernández de Valle-Arizpe, Michael Schuessler y Nadia Ugalde, además de Mariana Villalobos, quien realizará una lectura dramatizada. Se llevará a cabo el martes 29 de mayo a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Para el autor de
La undécima musa: Guadalupe Amor, publicada por vez primera en 1995 por la Editorial Diana, conocer la vida de quien habría escrito semejante obra lírica era importante ya que no entendía el personaje que se había creado alrededor de su figura, como una mujer que rondaba la Zona Rosa, vendía sus poemas, pegaba bastonazos y portaba siempre una flor marchita en su cabello.
“Guadalupe Amor fue la poeta más famosa desde Sor Juana Inés de la Cruz. Fue una mujer celebrada, elegante, inteligentísima, cuyos libros se vendían como pan caliente; una mujer muy moderna para su tiempo”, comenta en entrevista Michael Schuessler.
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El momento de máximo esplendor de Pita Amor para el doctor en Lenguas y Literaturas Hispánicas, fueron los años donde se publicaron sus poemarios
Yo soy mi casa (1946),
Polvo (1949),
Décimas a Dios (1953),
Sirviéndole a Dios de hoguera (1958),
Todos los siglos del mundo (1959), entre algunos otros. Pasado este momento de grandeza, Guadalupe Amor tuvo transformaciones tras la muerte de su hijo Manuel a principios de los años sesenta. A raíz de esa tragedia personal es que ella nunca volvió a ser la misma persona.
“Regresó con nuevas obras muy diferentes. Se le había quedado para siempre el ritmo y la rima del Siglo de Oro español, por ejemplo, pero sus temas ya no eran profundos, místicos, ontológicos como habían sido en sus días de esplendor.
Décimas a dios, entre otras obras, fueron celebradas no sólo en México, sino entre grandes escritores de su tiempo, también en España, donde la compararon con Santa Teresa de Jesús. Ella misma decía que era una poeta mística, no como Sor Juana, que decía que era intelectual y filosófica”.
La influencia de Pita en la poesía mexicana ayudó a que se mantuvieran las formas clásicas de la poesía en lengua española, heredadas de las lecturas que hacía de niña de autores como Lope de Vega, Quevedo, Góngora, aclara Schuessler.
“Pasó una infancia difícil, de pobreza aparente. Pertenecía a una familia hacendaria que perdió mucho en la Revolución Mexicana; habían sido dueños de casi la mitad del estado de Morelos, todo eso sucedió por Zapata, ‘ese pelado de Zapata’ como ella decía. A ella le tocó vestir ropa viejita de sus hermanas, siendo ella la menor; nunca estaba conforme, nunca había recibido lo que ella pensaba que merecía en la vida, y primero trató de ser actriz de teatro y más o menos salió en obras de Villaurrutia, después en cine hizo películas, pero nunca como protagonista, y fue hasta que descubrió esta vocación de poeta que se volvió una estrella en la literatura mexicana de finales de los cuarenta y de la década de los cincuenta, hasta la muerte de su hijo”, cometó.
“Pita no luchaba por nadie que no fuera por sí misma”, dice Michael Schuessler, por lo cual no se atreve a llamarla feminista; sin embargo, “por esa liberación, por esa independencia, por ese desparpajo, definitivamente se le puede llamar precursora en ese sentido. Dirigía un estudio de televisión en los años cincuenta, tenía su propio programa, publicaba sus libros en las grandes casas editoriales, manejaba a los hombres a su antojo. En ese sentido ella fue no una feminista
avant la lettre, sino una mujer independiente y autosuficiente, eso sí”.
Finalmente aseguró: “La poesía de Pita Amor es atemporal, no es una moda, no es una vanguardia, y nunca perderá su valor literario”.