Oaxaca.-Ginecólogo y víctima, respectivamente, Denis Mukwege y Nadia Murad encarnan una causa planetaria que supera el marco de los conflictos, como atestigua la ola planetaria #MeToo desatada hace exactamente un año por unas revelaciones de prensa.
"Denis Mukwege y Nadia Murad arriesgaron ambos personalmente su vida luchando valientemente contra los crímenes de guerra y pidiendo justicia para las víctimas", indicó la presidenta del Comité Nobel, Berit Reiss-Andersen.
"Un mundo más pacífico solo se puede lograr si las mujeres, su seguridad y derechos fundamentales son reconocidos y preservados en tiempos de guerra", agregó.
Las Naciones Unidas se congratularon por este "fantástico" anuncio que "ayudará a hacer avanzar el combate contra la violencia sexual como arma de guerra en los conflictos".
"Es una causa muy importante para las Naciones Unidas",precisó la portavoz de la ONU en Ginebra, Alessandra Vellucci.
El año pasado, el premió recayó en la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) por su contribución a la adopción de un tratado histórico de prohibición del arma atómica.
Tras el premio de la Paz, el único que se entrega en Oslo, el de Economía clausurará la edición 2018, en Estocolmo.
Los Nobel, consistentes en una medalla de oro, un diploma y un cheque de 9 millones de coronas suecas (unos 865.000 euros, 990.000 dólares) se entregarán formalmente en Oslo y Estocolmo el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador, Alfred Nobel (1833-1896).
En un testamento redactado un año antes de su muerte, el inventor de la dinamita había deseado ver recompensados a "quienes durante el año transcurrido prestaron a la humanidad los mayores servicios".
Denis Mukwege nació en marzo de 1955 en Bukavu, en lo que antes era el Congo belga. Es el tercero de nueve hijos. Después de cursar estudios de medicina en el vecino Burundi, regresó a su país para ejercer en el hospital de Lemera, en Kivu del Sur.
Fue entonces cuando descubrió el dolor de las mujeres que por falta de cuidados sufren graves lesiones genitales posparto que las condenan a una incontinencia permanente.
Se especializó en ginecología y obstetricia en Francia. Volvió a Lemera en 1989, al servicio de ginecología del hospital, un centro que quedó en ruinas cuando estalló la primera guerra del Congo en 1996.
En 1999 el doctor Mukwege creó el hospital de Panzi. Lo concibió para permitir a las mujeres dar a luz en condiciones óptimas. En poco tiempo el centro se convirtió en una clínica de tratamiento de las violaciones debido al horror de la segunda guerra del Congo (1998-2003), durante la que se cometieron numerosas violaciones masivas.
Esta "guerra contra el cuerpo de las mujeres", como recuerda el médico, continúa por la presencia de milicias en zonas del norte y del sur de Kivu.
El cirujano tiene manos prodigiosas. Lo llaman el "doctor milagro" porque gracias a él muchas mujeres han podido recuperarse. En 2015 obtuvo el grado de profesor de la universidad libre de Bruselas, donde defendió su tesis sobre el tratamiento de las "fístulas traumáticas urogenitales".
Su labor le ha valido recompensas en Europa, Estados Unidos y Asia.
El ginecólogo congoleño Denis Mukwege (L) conversa con un soldado pakistaní de Monusco encargado de su protección en el Hospital Panzi, en las afueras de Bukavu, en marzo de 2015. (Foto Prensa Libre: AFP).
Este defensor de la dignidad humana desborda de energía, y en 2014 fundó un movimiento feminista masculino, V-Men Congo.
Y es imagen de una campaña mundial que incita a las grandes multinacionales a controlar sus cadenas de aprovisionamiento para asegurarse de que no compran "minerales de sangre", que contribuyen a alimentar la violencia en el este del Congo.
Desde 2015, su país atraviesa una crisis política salpicada de violencia. También lo condena. "El hombre que repara las mujeres", como describe un documental sobre su combate, ha denunciado "el clima de opresión [...] y la restricción del espacio de las libertades fundamentales".
A aquellos que piensen que tiene aspiraciones políticas, les dice que lo único que le importa son sus pacientes pero que no se crean que renunciará a la libertad de expresión.
Nadia Murad es la voz de la conciencia de los yazadíes, y la joven heroína que transformó en dignidad la humillación y la esclavitud a la que el grupo terrorista Estado Islámico (EI) sometió a su milenario pueblo.
Todo cambió para Nadia Murad el 3 de agosto de 2014. Aquel día la comarca iraquí de Sinyar, donde nació y creció la joven que hoy tiene 25 años, vio como una columna de vehículos del EI llegaban para iniciar una operación salvaje de sometimiento y de exterminio.
Su objetivo era acabar con los yazadíes, una minoría religiosa de etnia kurda asentada en el norte de Irak, cuyas raíces se remontan a 2.000 años en los que ha sufrido 74 genocidios, y a los que los yihadistas del EI consideran infieles.
La masacre del grupo terrorista supuso la muerte de unas 5.000 personas, según cálculos no oficiales, y la esclavitud de alrededor de 3.000 niñas y mujeres que fueron sometidas a ventas y reventas para su explotación sexual.
Imagen de archivo fechada el 13 de diciembre de 2016 de la iraquí Nadia Murad, ganadora del Premio Nobel de la Paz 2018 junto con el congoleño Denis Mukwege. (Foto Prensa Libre: EFE).
Una de ellas fue Nadia Murad. Aquel día estaba junto a su madre y sus 12 hermanos en su natal Kojo, un pueblo agrícola, del que los yihadistas se llevaron a todo el mundo.
Durante tres meses Murad sufrió un tormento del que logró escapar en noviembre de aquel mismo año gracias a los vecinos que la ayudaron a salir de la zona controlada por los terroristas para llegar a un campo de refugiados en Irak y trasladarse posteriormente a Alemania.
Desde allí comenzó a alzar la voz para denunciar el suplicio de los yazidíes y el 16 de diciembre de 2015 contó su experiencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, que la nombró embajadora de esta organización.
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