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Sábado 15 de diciembre, 2018. 07:27 pm

Mi vida en prisión por el falso caso Wallace: Brenda Quevedo Cruz

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Mi vida en prisión por el falso caso Wallace: Brenda Quevedo Cruz

Oaxaca.-Brenda Quevedo Cruz sin estar sentenciada, lleva once años en prisión acusada por el falso secuestro y homicidio de Hugo Alberto Miranda Torres/Hugo Alberto Wallace Miranda, hijo de Isabel Miranda Torres, coonocida por su alias “la señora Wallace”.

El 27 de noviembre de 2009, internada en el penal de Santiaguito, Estado de México, Brenda fue torturada con abuso sexual por tres ministeriales bajo las órdenes de Isabel Miranda para obligarla a confesar un crimen que no cometió, y con el que Miranda llegó a tener poder político y económico auspiciada por el expresidente Felipe Calderón. Pese a ser víctima de una segunda tortura por los mismos ministeriales y por las mismas órdenes, Brenda nunca confesó el supuesto crimen. Éste es uno de sus testimonios sobre el calvario que vive por el falso caso Wallace.

Coatlan del Río, Morelos, 27 de noviembre 2018.

Hoy todavía es de noche, aún no destellan los primeros rastros del día y sin embargo ya debo estar vestida con un uniforme color beige que pareciera ya mi segunda piel. Me preparo para el conteo de cada mañana, para el primero de muchos del día, el famoso “pase de lista”.

Así empiezo, y lo he hecho todos los días de mi vida en estos últimos once años. No sólo me despierto con el cansancio, a veces tal vez también con el recuerdo de un bonito sueño en el que por unos momentos mi mente pudo salir de esta prisión, con la nostalgia que me produce el recuerdo de sentirme despertar en mi casa. Pero lo que roba mi primer pensamiento cada mañana sin falta, es la suplica a Dios porque todo esto pronto termine, no sin antes darle las gracias también por un día más de vida, por una oportunidad más de seguir aprendiendo.

Por más que quisiera buscar las palabras para poder expresar mi sentir en este tiempo en reclusión, privada de mi libertad, no creo encontrarlas más acertadas a este sentimiento que arde de dolor dentro de mí, que hace que mi alma y mi corazón se apachurren al ver que sigue pasando el tiempo en esta caja de pandora, donde las sorpresas han sido extremas; he encontrado tanto dolor físico provocado por las torturas, y moralmente, pues se me ha crucificado y sentenciado aun sin tener esa etiqueta puesta por un juez.

Así también he reído al conocer gente con la que he compartido buenos momentos, pues aun aquí en esta fortaleza de concreto he tenido el gusto y orgullo de conocer corazones tan bellos y sensibles, como si fueran flores flotando en un pantano. Definitivamente me quedo con los buenos recuerdos y enseñanzas que he obtenido durante este largo viaje que he tenido que emprender.

¿Hacia dónde voy?, todavía no lo sé muy bien, la incertidumbre es el pan nuestro de cada día en lugares como éstos, somos números, personas sin voz ni voto, que sólo esperamos indicaciones desde salir al pequeño comedor a tomar los alimentos o darnos un regaderazo de cinco minutos. Para todas esas simples actividades que para la gente en libertad pareciera algo tan simple y normal aquí es una actividad programada, la cual no tenemos elección de escoger cuando o como quisiéramos realizarlas.

Sin más ni más, también pueden trasladarnos de centro en centro por cualquier motivo, no importando si te alejan o te acercan de tu familia; si te gusto o no.

Desde mi detención en Estados Unidos, el 25 de noviembre de 2007, hasta el día de hoy, me han trasladado ocho veces de cárcel en cárcel, algunas peores que otras, pero al fin cárceles.

Aquí, nada me pertenece, ni la ropa que traigo puesta, sólo mi fe y mis pensamientos, esos sí son míos, y son libres para volar e imaginar tantas veces la misma escena: “mi familia”, el regreso a mi vida cuando termine esta pesadilla, que a veces siento que es ésta mi realidad, y mi vida tan bella que alguna vez tuve, es sólo un hermoso sueño que se hace cada vez mas vago.

Lo que sí sé es a dónde me gustaría llegar: A recuperar lo que me han arrancado que es mi libertad, me he sentido como si a una ave le arrancaran sus alas y quedara viva para morir de tristeza, viendo el cielo y no poder emprender el vuelo, pero luego vuelvo a mí, recapacito y saco fuerzas para pararme de nuevo erguida, con la cabeza en alto, tomar las armas que me ayudan a pelear que son mi familia y la esperanza, aunque siga lidiando con este desgastante proceso legal en donde tengo que probar que no soy culpable, sin que las autoridades cumplan con el principio de nuestra Carta Magna, que es la presunción de inocencia, uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario. ¡No! Aquí uno es culpable hasta que puedas demostrar lo contrario.

Y aquí sigo de pie, lista para lo que venga, porque confió que en algún momento ganaré la guerra, aunque haya perdido mil batallas, porque la justicia de Dios no es la misma a la del hombre, y esa justicia divina no es corruptible.

Sólo quisiera dar las gracias a las personas que siguen creyendo en mí y en mi inocencia, y que se han unido a esta gran lucha que sin duda la ganaremos en alguna instancia. Dios los bendiga por defender la verdad y la justicia, por tener esa humanidad que es la esencia del “ser” y no haber perdido esa empatía por el dolor ajeno, porque no sólo soy yo, somos miles de personas que estamos en circunstancias similares, peleando contra un monstruo de siete cabezas que pareciera invencible.

Gracias por seguir hombro a hombro luchando. ¡Juntos hasta la victoria!, por un mundo mejor.
Cordialmente
Brenda Quevedo Cruz

Con información de Los Ángeles Press

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