Oaxaca.- Mucho antes del síntoma de la pérdida de la memoria, hay cambios en el comportamiento que varían de un enfermo a otro.
Investigadores han tratado de conseguir testimonios de los “pre-síntomas”. Lo que antecede a los “síntomas conocidos” o lo que precede a la normalidad en la persona después del diagnóstico.
Seguramente esto no es nada nuevo, y normalmente se encuentra mucha información sobre los síntomas, pero son esos síntomas que confirman que la enfermedad está avanzada y ya se ha “instalado” en el enfermo.
En ese momento, ya quedan menos opciones para tratar de retrasar el deterioro cognitivo asociado a la enfermedad.
La idea de los investigadores es la de lograr que entre cientos, miles de cuidadores familiares, se consiga recopilar una serie de “pre-síntomas” y se puedan presentar a alguna entidad que los pueda analizar y estudiar en profundidad.
Está claro que “nerviosismo”, “depresión”, “dejadez” antes del diagnóstico, evaluado en mil pacientes puede resultar, a ojo, de un 5 a un 10% de casos de la EA u otras demencias en personas de edad avanzada, pero estos síntomas y otros, que sólo los familiares cercanos conocemos y detectamos desde el primer momento, sumados a esos pre-síntomas que también pueden ser de otras enfermedades, podrían, haciendo unos simples cálculos matemáticos, arrojar información interesante.
El primer síntoma por el que se acostumbra a detectar la enfermedad de Alzhéimer es la falta de memoria. Pero puede no ser el primero, al menos en los casos de aparición precoz (antes de los 60 años). Un equipo de investigadores del hospital Clínic de Barcelona ha detectado la aparición de algunos desórdenes asociados al inicio temprano de esta demencia. Aunque no haya pérdida en la memoria, se pueden observar trastornos en el lenguaje, en la visión o en la conducta. Los resultados los ha publicado la revista Neurology.
Los investigadores han llegado a esta conclusión tras revisar muestras de tejido cerebral de 40 donantes del Banco de Tejidos Neurológicos del Clínic-Universidad de Barcelona CCiT-IDIBAPS, a quienes se les diagnosticó la enfermedad antes de los 60 años.
En la mitad de los casos, los síntomas eran distintos a la pérdida de memoria. El inicio temprano de la enfermedad está relacionado con la mutación de un gen.
Por tratarse de síntomas atípicos, “dificulta el diagnóstico, especialmente en fases iniciales”, afirma Albert Lladó, uno de los autores del estudio, que también indica que el 53% de las personas con otros síntomas fueron inicialmente mal diagnosticadas.
Como promedio, habían estado viviendo con la enfermedad durante 11 años, con un retraso de tres años en el diagnóstico.
En el cristalino
Otro intento de afinar los métodos de detección es el que ha presentado Celia Sánchez Ramos, de la universidad Complutense de Madrid.
El sistema consiste en medir unos péptidos (trozos de proteínas) en los restos de cristalino que se extraen cuando se opera a una persona de cataratas, informa Emilio de Benito.
Tiene la ventaja de que se usa el material de desecho de una operación muy frecuente (se hacen más de 260.000 al año).
Por su parte, el CSIC ha publicado un estudio en el Journal of Alzheimer Disease, según el cual el ejercicio físico voluntario tiene un efecto protector y terapéutico contra el alzhéimer.
Mejora la sinapsis entre las neuronas, el aprendizaje, la memoria y la ansiedad. Se trata de un experimento realizado con ratones transgénicos en una fase moderada de la enfermedad.
Los ratones que practicaron ejercicio constante estuvieron viviendo en un espacio con una rueda giratoria desde que tenían un mes. El estudio concluye que el ejercicio tiene un efecto neuroprotector.