Agencias
Oaxaca.-En plena era Trump es todo un síntoma que Roma no ha podido derribar el último muro, el del Óscar a la mejor película. La Academia ha preferido no complicarse la vidapara elegir una cinta que no moleste a casi nadie: una película más tradicional, de la casa y, además, con mensaje contra el racismo, pero sin que escueza: Green Book. Netflix y Alfonso Cuarón se quedan con la miel en los labios. Se llevaron tres premios: fotografía, película de habla no inglesa y dirección. Este importante botín parecía indicar que solo faltaba la corona final, pero no llegó. Julia Roberts abrió el sobre y cerró la gala con la sorpresa de la noche.
Green Book, de Peter Farrelly, obtuvo tres Óscar: película, guion original y actor secundario. Este último fue para Mahershala Ali, actor protagonista de la última temporada de True Detective. Los defensores de la cinta la ven como una obra redonda, que funciona. Sus detractores creen que no hay nada nuevo bajo el sol de esa relación interracial y ese viaje por el sur profundo. Aunque es cierto que quizás no genere los odios y afectos extremos de Roma, que deslumbra a unos y aburre soberanamente a otros.
A pesar de todo, ya no hay más avisos para Hollywood. Netflix sorprendió a todos conquistando el premio al mejor documental en el 2018 con Ícaro. Parecía que la compañía había tocado techo y solo subía un escalón. Un año después, juega con los mayores. Y el empuje del talento mexicano está fuera de toda discusión con Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu recogiendo lo mejor del palmarés desde el 2014.
Netflix no es el primo pobre al que invitan de vez en cuando a la mesa de los ricos. Javier Bardem defendió ayer la convivencia entre los dos modelos. «Defiendo a las plataformas por sustentar películas. Adoro la comunión de ir al cine. Pero también es maravilloso verlo en tu casa. Este es el momento presente y el futuro. Menos mal que Roma existe», explicó.
La ceremonia, que terminó con una decisión conservadora al descartar a Roma, había comenzado con una pequeña revolución: la de las mujeres de Black Panther, la película más taquillera de todas las contendientes. Ningún afroamericano había ganado antes los premios de vestuario y diseño de producción. Ellas lo consiguieron. Por eso los discursos de Ruth Carter y Hannah Beachler sonaban distintos y sus lágrimas se veían diferentes.
La otra gran sorpresa de la noche, al margen del premio a la mejor película, fue el triunfo de Olivia Colman. Todas las quinielas apuntaban a Glenn Close.Parecía su momento. El que no había llegado con Atracción fatal o Las amistades peligrosas. El que asomaba con La buena esposa. Pero Colman, con su papel de Ana Estuardo, es la punta de lanza de esa batalla de intérpretes femenina que es La favorita y representa una de las mejores estirpes del cine y del teatro: la de las actrices británicas. Traspasó fronteras definitivamente con las series Broadchurch y El infiltrado. Seguirá reinando en la pequeña pantalla: lucirá la corona de Isabel II en la tercera temporada de The Crown.
No estuvieron en la foto de los ganadores Emma Stone y Rachel Weisz, compañeras de Colman en La favorita. Regina King recogió el premio a la mejor actriz de reparto.Regina King, mejor actriz de reparto por El blues de Beale Street, sí que hizo buenos los pronósticos. La espectacular transformación de Christian Bale en Dick Cheney en El vicio del poder no le valió el premio a la interpretación, pero le dio a la cinta el galardón al el mejor maquillaje. Rami Malek era el favorito por Bohemian Rhapsody y la Academia aquí sí que cumplió. No fue casualidad que la gala empezara con una actuación de Queen con Adam Lambert. Al final, la película sobre la vida de Freddie Mercury (siempre más humano que Cheney) se impuso en cuatro apartados: montaje de sonido, mezcla de sonido, montaje y mejor actor.
Spike Lee subió al escenario a recoger el Óscar al mejor guion adaptado por Infiltrado en el KKKlan, una especie de premio de consolación de lujo para una película y un director aplaudidos pero no santificados por Hollywood. El autor recordó el pasado esclavista de Estados Unidos, del que fue víctima su propia abuela, pero cerró su discurso asegurando que hay que elegir el lado correcto de la historia: el amor y contra el odio.
Lady Gaga tampoco pasó el último corte de la Academia. Se tuvo que conformar con un Óscar que estaba decidido, el de mejor canción por Shallow, de Ha nacido una estrella. Pero, diamentes al margen, fue una de las protagonistas de la noche gracias a su actuación al piano junto a Bradley Cooper.
Rodrigo Sorogoyen, que competía con Madre en la categoría de corto de ficción, se fue de vacío. Eso no impidió que la noche tuviera pizcas de sabor español gracias a las intervenciones de Javier Bardem, que presentó en castellano el premio a la mejor película en lengua extranjera, y José Andrés, encargado de darle paso al clip de Roma junto a Diego Luna.
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