Salvador Hernández.
Oaxaca.-Mediodía. Y a la entrada nos espera una invitación: “Bienvenidos al Ejido Emiliano Zapata, Cuna del Maíz”; se trata de la “9a Feria Estatal de la Agrobiodiversidad” que, entre carpas que cubre del sol, cientos de personas se confunde entre los vendedores de diversas materias primas y elaboradas en forma orgánica, compradores nacionales y extranjeros, muchos de éstos, observan con la mayor naturalidad los productos. Al pasar los primeros puestos de venta miel, uno de los anfitriones, nos ofrece un refrescante pozole (pozolli en náhuatl), más parecido al pozol chiapaneco, que al que venden fuera del mercado “Benito Juárez”, de la ciudad de Oaxaca.
Provenientes de diversas regiones y estados vecinos, los diversas granos y semillas se distinguen por la gran variedad de colores; a un lado de un amplio corredor, se encuentra doña Imelda Luis, de Teotitlán del Valle, vendiendo tortillas blandas y tostadas, “ricamente elaboradas con la ciencia ancestral, bajas en azucares, altas en sabor remineralizantes”, reza un letrero a la orilla de su puesto; la bolsa, teniendo una barra de nutrientes, bien podría estar en el escaparate de alimentos naturistas, de cualquier cadena de supermercados.
Las mazorcas las hay de variados nombres y colores: marrones, rojos y amarillos, pasando por los negros y anaranjados; “El San Juan”, xocoyul, coral, chalqueño. Desde el milenario teocintle, hasta el llamado azul.
Más adelante, se encontraban las nieves de la “La Garrafita”, de San Pablo, Villa de Mitla, con una gran variedad de sabores, el de elote con arándanos me pareció uno de los más sabroso. Mientras la banda infantil y juvenil de Ayutla, mixe, amenizaba el ambiente, donde se sentía una verdadera armonía, interpretando sones y jarabes “De Betaza”. En la feria no todo es vendimia, también se vale el trueque; libros e instructivos para sembrar y tener mejores frutos, cerámica de Santa María Atzompa; y, por otro lado, unos pintores enseñan a unos niños y adultos a manejar diversas técnicas. Mientras los invitados, sin distinción, degustan gratuitamente un caldo de olla. Por las bocinas, escuchamos, que se rifará una escultura alusiva al maíz, los boletos para participar, no tienen ningún costo.
Transcurre el día, y de San Juan Bautista, Tuxtepec unos jóvenes ofrecen miel orgánica; de los Altos de Chiapas, las mazorcas, adornadas en pequeñas redes, les dan un aspecto ceremonial. Mientras unas mujeres-en una covacha- echan tortillas “de mano”. Un haz de luz, atraviesa el humo, posándose en las trenzas de la pequeña Abril Alejandra, de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco, que entona el “Dios Nunca Muere” “La Canción Mixteca” y “La Martiniana”.
Nos retiramos, con la promesa de volver para el próximo año y asistir con más frecuencia a los tianguis y festividades de éste tipo, que, durante todo el año, les hacen un contrapeso a los productos “chatarra” que venden las transnacionales.
De esta manera, las culturas indígenas, sus productos y alimentos son una muestra que la gastronomía indígena, sigue viva.
Un acto de resistencia, que en el sureste del país, es parte de una cultura tangible y ancestral, donde el neoliberalismo, se empecinan en destruir, bajo el pretexto de un progresismo, que nada.
tienen que ver con la cosmogonía, tradiciones y costumbres originarias. Esto lo percibimos en los medios masivos de comunicación; el “bombardeo” continuo por consumir productos chatarra.
Los alimentos provenientes del maíz, la calabaza o el frijol, no son solo productos comerciales, son parte de nuestra idiosincrasia espiritual, nos une con la Naturaleza, con la Madre Tierra (La Pachamama, en el sur del continente); no como una veta que hay que explotar indiscriminadamente, sino como una dadora de vida. Una deidad, representada en Cénteotl (dios o diosa del maíz).
Noemí Gómez Bravo, en su libro “Cosmovisión y Ciencia de la Vida del Maíz” señala: “El maíz pintado o rociado de sangre: dicen las sabias palabras de la gente antigua que este maíz surgió cuando se veneraba o se ofrecía respeto al maíz blanco. A la semilla se le rociaba la sangre de los pollos y guajolotes, ofrecimiento a la Madre Tierra y símbolo de respeto al Maíz” (página 16).
…Pero no solamente acuden por enfermedades, también acuden para saber si tienen vida (futuro, dinero, buena cosecha..) a través del maíz; se va qué es lo que se tiene, que hacer y cuánto llevarle a las montañas, peñascos, cerros y cuevas; dependiendo de lo que diga el kuxëë o xëmaabï, puede ser guajolotes, gallos de color rojo, , mezcal, aguardiente, cigarros como muestra de respeto o conforme a las necesidades de la gente. Puede ser para solicitar permiso para realizar algo pagar algo que se haya pedido con anterioridad y que se haya logrado, por eso se le da su respeto a la naturaleza” (página 18)