Salvador Hernández.
Oaxaca.-Al “Camarón” lo conocí en uno de los antros de “mala muerte” que hay en mi barrio; nadie sabe de dónde es, ni dónde vive. Algunos comentan que es de “buena familia”, incluso, que es “socio” de una flotilla de suburbans que van al norte del Estado. Otros, aseguran que tuvo una marisquería de gran renombre, de ahí su apodo mareño.
Conocido por todos, a veces talachea de barman en la cantina de Don David, otras, subiendo sillas y trapeando el piso del “Candilejas”, otras más, metiendo cervezas en los refrigeradores del “Salón Cuarenta y Cinco”.
Teporocho le decían las persignadas mentes; aunque su narrativa oral– de mediano y largo aliento- eran impecables.
Su “look playero” -saco sport y bermudas con llamativos estampados, y mocasines sin calcetines-, atraía al más indiferente. Charlaba lo mismo con limpiadores de calzado o con guapas extranjeras. Alternando sus visitas a la “zona roja” y los barrios bajos de la periferia de la ciudad.
Un día, con la luz del mediodía calcada en el rostro, yacía de bruces, ocupando toda la acera, los transeúntes se hacían a un lado para no pisarlo. Su fino saco de lino, le daba cierta “inmunidad”.
Otra mañana, al poeta Dionisio y a mí, la resaca nos arrojó al único bar abierto. Poco después, entró “El Camarón” con Valeria, una bella chica, de procedencia desconocida y acento entre extranjero y “defeño condesiano”. Modales finos y delicados. Dionisio le mostró uno de sus trabajos, que la joven leyó al borde de las lágrimas.
Muy temprano, caminando por la Alameda de León, vi a la chica sentada en una banca, le encendí un cigarrillo, y sin preguntarle, me señaló hacia los portales del Palacio de Gobierno: “Espero a que se despierte el ´Camarón”. A lo lejos, pude distinguir un bulto cubierto de periódicos, y debajo, pedazos de cartón.
Los años pasaron, de Valeria no supe más, dicen que murió de una sobredosis en la “Central de Abastos”; y del “Camarón”, alejado del barrio y la bebida, parece como si hubiera perdido “su aura”, cojea y se le ve triste. Es uno más, entre la muchedumbre y el tráfico de automóviles.