Milpa Alta, Ciudad de México. Doña Anastasia Catalina Pérez Guzmán camina entre las plantas de nopal empujando una carretilla en donde coloca las pencas que están listas para ser cosechadas, sus manos están enfundadas por sendos guantes de plástico para evitar pincharse con las espinas.
Desde la altura de la serranía de la segunda Alcaldía más grande de la Ciudad de México se ve a lo lejos la ajetreada urbe donde Anastasia y su familia comercializan sus nopales.
“Es una actividad en la que se involucra toda mi familia”, afirma la mujer que ya ronda las seis décadas de vida.
La producción de esta cactácea significa empleo para seis personas o más en primavera cuando el benévolo clima hace que broten pencas, literalmente todos los días, es cuando por la sobreproducción caen los precios.
“En todo el año hay temporadas de producción alta y baja y en los meses que hay sobreproducción el precio del nopal baja mucho. En invierno la producción es muy poca y el precio en el mercado es alto y en marzo a junio hay sobreproducción”, explica Anastasia.
Ella y su familia poseen una parcela de 8 200 metros cuadrados para el cultivo del nopal que tienen la característica que está libre de pesticidas y herbicidas.
En la capital del país, el principal productor y consumidor de nopales del mundo, esta planta se vende por cientos: en la época de baja producción 100 nopales grandes se venden en 250 pesos y los nopales cambray a 150 pesos, pero con sobreproducción una caja con 500 nopales de cambray se comercializa en 15 pesos.
Es por esta problemática que Anastasia decidió transformar su producto para darle valor agregado y mejorar sus ingresos. “Hemos empezado a procesar el nopal, el producto, en una galleta para poder ganar un poquito más económicamente”, nos platica.
Semanalmente produce en promedio 100 paquetes de 100 gramos de galletas de nopal y amaranto, los cuales comercializa en el Mercado de Productores que impulsó el Gobierno de la Ciudad con el acompañamiento técnico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
“El beneficio es que de alguna forma doy a conocer la galleta y también todo lo relacionado a la producción del nopal y ya no tengo que acudir al mercado de acopio, se vende a un poquito a mejor precio”, afirma.
A través del Mercado de Productores, se busca acercar a productores y consumidores de manera directa para crear cadenas cortas agroalimentarias, que implican proximidad geográfica, organizacional y social, fortaleciendo el desarrollo de un sistema alimentario urbano sostenible, inclusivo y resiliente.
“A mí me encanta el convivio que hay directo del productor al consumidor y ellos también escuchan lo que uno les dice de cómo uno cultiva o procesa la galleta. Gracias a Dios, siempre que he ido al Mercado de Productores pues ya no tengo nada, si logro vender todas mis galletas”, finaliza Anastasia.