Oaxaca.- A pesar de que en años recientes se presentaron diversas iniciativas legales para erradicar el trabajo infantil, y que la titular del DIF municipal de Puebla, Mayte Rivera Vivanco, asegure que el trabajo infantil es una actividad que la mayoría de los niños realiza “por diversión”, en los hechos existen millones de niñas y niños que laboran en condiciones riesgosas o sin pago alguno, tanto en el campo como en las ciudades, lo que amenaza su vida y su integridad.
En el marco del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se conmemoró este 12 de junio, expertos advierten de la gravedad del problema, porque no existen políticas públicas para contrarrestarlo. Los pequeños trabajan en los cruceros de las ciudades o como jornaleros en las zonas rurales.
Al respecto, señalan que uno de los sectores con el mayor número del total de pequeños que laboran en México es el agrícola, en el que se registra un aumento del 22 por ciento.
Asimismo, 42 por ciento de los que trabajan, no estudian; 38 por ciento sufre una situación inestable en la escuela, y dos de cada 10 cubren de manera irregular sus estudios, en su mayoría, entre el cuarto y sexto año del nivel básico.
Nashieli Ramírez, coordinadora general de la organización Ririki Intervención Social, indicó que en los pasados tres años se lanzaron gran cantidad de proyectos para terminar con la explotación de menores de edad y proteger a los adolescentes que están en edad laboral, pero ninguno ha logrado terminar de manera real con este fenómeno.
“Hemos visto mucha infraestructura y arreglos institucionales, pero aún tenemos a muchos niños trabajando en labores peligrosas. Una tercera parte de ellos trabaja en la agricultura, que es una actividad pesada y riesgosa, donde hay jornadas de más de 12 horas, se requiere de mucha fuerza y están expuestos a fertilizantes y químicos”, subrayó la especialista.
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en el país hay alrededor de 3 millones de niñas y niños que trabajan en diversas actividades, sobre todo en el campo, la minería y el comercio informal, pero se calcula que puede haber un millón más de infantes en dichas condiciones.
A ellos habría que sumar a los 30 mil menores que realizan diversas funciones para grupos del crimen organizado –muchos de manera forzada– en muchas partes de la República, pero sobre todo en Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa y Michoacán.
México registra un incremento del 12 por ciento de menores que trabajan para aportar al sustento familiar. Las cifras demuestran cómo las condiciones del país impactan en uno de los sectores más vulnerables: la infancia, haciendo del trabajo infantil un problema social aún por resolver
Tal como lo informaron académicos de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM, desde el año 2000, el trabajo infantil ha crecido considerablemente en nuestro país. En el primer trimestre del 2012, dos millones 125 mil 500 niños y un millón 144 mil 500 niñas de cinco a 12 años desempeñaron una actividad laboral, es decir, tres millones 270 mil. Además, 190 mil infantes de tres a cinco años se han incorporado a la economía informal, del 2008 a la actualidad, de acuerdo con estimaciones del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés).
Luis Lozano, David Lozano Tovar, Jaime Vázquez y David Moctezuma, integrantes del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la FE, establecen que el incremento de los niveles de pobreza y de los precios que integran la canasta básica, la disminución de los salarios y malas condiciones laborales, explican este fenómeno.
En las calles de la Ciudad de México abundaban los niños trabajadores desempeñando las más diversas actividades. El universo de ocupaciones infantiles en lacalle es de lo más variado: cargadores de canastas en los mercados, tragafuegos, cuidadores de autos, cantantes en los autobuses, payasos, papeleros, lustrabotas, anunciantes, barrenderos, pepenadores, botones, saltimbanquis, vendedores (desde un vaso de agua fresca, cajitas de chicles, canastas de pan, fardos de papeles hasta billetes de lotería). El uso autónomo de la vía pública por los niños y adolescentes causó preocupación en las autoridades, que veían a la callecomo una “incubadora de la delincuencia infantil”,
Con apenas ocho años de edad, Lupita es una más de los niños que trabajan en los campos agrícolas de Michoacán para ayudar a la economía familiar. Los menores son parte de ese paisaje cotidiano, donde desempeñan jornadas de más de ocho horas y se olvidan de aprender el alfabeto y de gozar del juego.
Su historia es común a cientos de miles de infantes en el país que, con sus padres o solos, diariamente realizan sus faenas desde la madrugada. Para Lupita, su destino es ir de región en región en busca del pan de cada día. No se queja. Desde que abrió los ojos, lo primero que percibió fueron los extensos solares en donde hombres y mujeres dejan su vida. Ahí también estaba marcado su futuro.
En la Ciudad de México, María, de seis años de edad, se enfrenta cada día al recorrido de los automóviles en un crucero. Además, cuida a su hermana Ángeles, de cuatro años de edad, que lleva un cartoncito de chicles para vender. Las dos ayudan como pueden a su madre que ofrece dulces en algún semáforo. Solamente comerán una vez al día, y beberán agua con azúcar.