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Jueves 28 de noviembre, 2019. 12:45 pm

Crónicas y vericuetos/ “El Periplo de Verastegui”

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Crónicas y vericuetos/ “El Periplo de Verastegui”
Salvador Hernández.
Oaxaca.-Este veinticinco de noviembre, familiares, amigos y compañeros ambientalistas del artista plástico Francisco Verastegui, se dieron cita en la explanada de la iglesia de Guadalupe; a la sombra del “Higo de Belem”, uno de los emblemáticos árboles que estuvo bajo el resguardo del también escultor. Donde se le rindió un homenaje póstumo al artista nacido en la ciudad de México en 1953, pero “nativo” de Oaxaca por más de treinta años. El motivo, esparcir las cenizas del artista en los árboles que les fueron más cercanos.

Ramón Licea, no de los asistentes, señaló: “Francisco Verastegui era un guerrero jaguar, un luchador, un soñador; pero muchas autoridades dirán que fue un loco”. Y efectivamente, las autoridades ecologistas en Oaxaca, todavía no les ha “caído el veinte”, sobre la relación que existe entre l@s oaxaqueñ@s y la naturaleza, relación que viene desde nuestros ancestros prehispánicos, zapotecos, mixtecos y demás pueblos originarios. Y que todavía está viva y presente. Cosmogonía de la que Verastegui seguramente abrevó. De esta manera, se cumplió el último deseo del también escultor.

    Terminado la ceremonia solemne, nos dirigimos al “Paseo Juárez”, mejor conocido como el “El Llano”, y bajo las ramas de un fresno y protegido por un enrejado, creación del maestro Francisco Toledo, se continuó con la ceremonia póstuma. Mientras las autoridades municipales alejados de los pasos de Morelos -que ese día se conmemoraba la toma de Oaxaca por el insurgente-, lanzaban al vacío sus “ardientes” discursos.

 Mientras el enrejado que protege al fresno mostraba un descuido notable, de la placa que daba fe que el generalísimo Pavón había sembrado dicho árbol, en 1812, no quedaba nada.
    Sembrado por uno de los más grandes héroes de nuestra historia, y protegido por dos pintores, quizá sea el árbol más afortunado del “Jardín del Llano” Solo un cercano limpiabotas, parece saber la valía del histórico árbol. Que de forma humilde prefiere no dar a conocer su nombre.

Un ingeniero de nombre Jorge Luis, nos ilustra: “El árbol tiene una ´Copa de Oro´, (una especie de bejuco que rodea al altivo fresno), la más grande de Oaxaca”. De ahí, partimos hacia el “Oquito de la Iglesia de Jalatlaco”, el blanquecino polvo se dispersa por el tronco del árbol primavera; las propuestas brotan espontáneas: “otorgar el Premio Francisco Verastegui, al ambientalista más destacado de la entidad”; la publicación de un calendario el año que se aproxima, con parte de las fotografías de los ´más de tres mil árboles catalogados”. Y la distribución de un video en las escuelas con los últimos proyectos de Francisco; además de sembrar un ahuehuete “que sea el hijo de Francisco Verastegui”.
 Entre los proyectos que “quedaron en el tintero”, y que pensábamos plantearle al presidente municipal actual de la ciudad de Oaxaca. Estaba la de realizar un centro cultural, en lo que fue en el siglo XVIII La Real Alhóndiga de Antequera, y que posteriormente, sería una comisaria cerca de cien años. Cabe mencionar que en ese lugar se encontraron en el 2001, vestigios prehispánicos, que datan entre el año 500 a.C a 1521 de nuestra Era. Propuesta que la ciudadanía debería retomar, ya que el actual edil no da visos de preocuparse por los vestigios culturales, mucho menos por embellecer la ciudad de Oaxaca. 

Afortunadamente, activistas y organizaciones ambientalistas surgen cada día más, conscientes de la importancia que, en su momento, Los pintores Francisco Verastegui y Francisco Toledo supieron valorar. Activistas, que lucharan por proteger el patrimonio cultural tangible e intangible, no sólo de la “Verde Antequera”, sino de toda la entidad.
Por último, las cenizas del que diera la mayor parte de su vida por la protección de las áreas verdes de la ciudad de Oaxaca, fueron diseminadas en la antigua estación de ferrocarril, el zócalo y en el árbol del Tule.

Por lo pronto, de algo estamos seguros. Verastegui nos demostró que “Naturaleza somos y Naturaleza seremos”, cambiando con sus actos y decisiones, el epitafio que enmarca una de las puertas del panteón general.
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