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Viernes 09 de agosto, 2019. 12:09 pm

Mujeres oaxaqueñas sacan la cocina al sol

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Mujeres oaxaqueñas sacan la cocina al sol

 Emilio Godoy/IPS

Villa de Zaachila - Reyna Díaz cocina frijoles, pollo, cerdo y postres en su olla solar, que instala en el patio abierto de su casa, en un barrio pobre de la periferia de este municipio del suroeste de México.

“A mi familia les gusta cómo quedan. La uso a casi diario, me ha beneficiado mucho”, dijo Díaz a IPS, mientras mezclaba los ingredientes de cochinita pibil (tradicional platillo de cerdo marinado con especias y achiote, un colorante natural), que luego colocó sobre las láminas de aluminio del horno, alrededor de la olla, que reflejan la radiación que calienta el receptáculo.

Antes de recibir en marzo esta cocina u olla solar, esta vendedora de atole (tradicional bebida caliente mexicana a base de masa de maíz o trigo) y jefa en solitario de un hogar con un hijo y una hija, descreía de la posibilidad de cocinar con los rayos del sol.

“Fui aprendiendo con las señoras. Fue difícil, nos tocó picar piedra, era totalmente desconocido. Ahora hay más apertura de la gente, porque hay más información sobre el potencial solar. En las áreas rurales, la gente lo entiende más”: Lorena Harp.

“No sabía que se podía, me preguntaba si se iba a cocer la comida. Cosa más admirable”, relató esta pobladora de la colonia (barrio) popular Vicente Guerrero, en  Villa de Zaachila, este municipio con  unos 43.000 habitantes, situado en el estado  de Oaxaca, a unos 475 kilómetros al sur de Ciudad de México.

A los habitantes de Vicente Guerrero les une la pobreza, con viviendas que cuentan  con electricidad y agua potable y donde las mujeres que alternan sus trabajos informales con el cuidado de sus familias.

Antes, Díaz guisaba con leña y gas licuado de petróleo (GLP), cuyo consumo ahora ha limitado y le dura más tiempo. “He ahorrado bastante”, aseguró.

Vecinas de este barrio, donde abundan las casas de chapas de latón y las calles sin pavimentar y sin alcantarillado, recibieron capacitación sobre la cocina, su utilización y sus beneficios, y al obtenerlo, se convirtieron en sus promotoras. También organizan demostraciones en sus casas para intercambiar recetas, degustar sus platillos y difundir los cambios positivos que le han aportado los aparatos.

Las cocinas solares son dispositivos que permiten preparar alimentos con la radiación como fuente de energía, pues funcionan como un invernadero que, al concentrar el calor, cuecen la comida. Disponen de un hueco u olla rodeada de unos alerones, captura lo radiación solar con su forma parabólica y la refleja hacia el recipiente con la comida.

Entre sus ventajas figuran ser otra alternativa para la cocción rural, porque permite guisar sin necesidad de electricidad o combustibles sólidos o fósiles; pasteurizar agua para potabilizarla; evitar la tala y contaminación; respirar humo del fogón y utilizar energía renovable.

Pero estas cocinas no funcionan en días lluviosos o nublados, el proceso de cocción es largo, comparado con las estufas tradicionales, y se tienen que utilizar al aire libre.

En México, un país con 130 millones de habitantes, unos 19 millones utilizan combustibles sólidos para cocinar, hábito que ocasionó unas 15.000 muertes prematuras en 2016 por la ingestión de partículas nocivas, según datosdel Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

El principal material consumido por 79 por ciento de esos hogares es el GLP, seguido por la leña o carbón (11 por ciento) y gas natural (siete por ciento).

En Oaxaca, el gas y la leña representan cada uno 49 por ciento del consumo familiar, mientras que el resto recae en otros combustibles.

De los más de cuatro millones de habitantes del estado, 70 por ciento vivía en pobreza en 2016 y casi 27 por ciento sufría pobreza extrema, según el Inegi. El 26 por ciento padecía carencia por calidad y espacios en la vivienda y 62 por ciento, por acceso a servicios básicos.

Asimismo, aparece entre los tres estados mexicanos con mayor pobreza energética, cuando un hogar destina más de 10 por ciento de su ingreso a la compra de insumos energéticos.

Un proceso cocinado lentamente

La olla solar puede combatir algunos de esas precariedades.

En 2004 arrancaron los primeros intentos por repartirlas en Oaxaca. En 2008, activistas crearon la iniciativa “Energía solar para puestos de comida móviles en México”, con patrocinio de tres instituciones suizas: la ciudad de Ginebra, la cooperativa SolarSpar y la no gubernamental GloboSol.

Así nació en 2009 Cocina Solar México, un colectivo dedicado al aprovechamiento y uso de energía solar en la cocina y procesos alimentarios. Con el apoyo de la no gubernamental Solar Household Energy (SHE en inglés), con sede en Washington, se construyó un prototipo, económico y elaborado con materiales ligeros.

En 2016, SHE inició un proyecto piloto en comunidades indígenas para evaluar el grado de adopción.

“Fui aprendiendo con las señoras. Fue difícil, nos tocó picar piedra, era totalmente desconocido. Ahora hay más apertura de la gente, porque hay más información sobre el potencial solar. En las áreas rurales, la gente lo entiende más”, expresó a IPS la responsable de la iniciativa, Lorena Harp.

La olla, de cuatro litros de capacidad y cuya vida útil oscila entre cinco y 10 años, cuesta unos 25 dólares, de los cuales SHE aporta la mitad. En 10 comunidades ha entregado unas 200 de estas estufas.

Para Harp, es un tema de género, porque “la mujer se empodera, en sus familias han ganado respeto”.

A pesar de su potencial, Oaxaca no aprovecha su óptima radiación solar. A junio pasado, el estado aparece entre los 10 estados mexicanos con menor generación distribuida (descentralizada), menor a 500 kilovatios, conectada a la red eléctrica nacional, según datos de la gubernamental Comisión Reguladora de Energía (CRE).

En el primer semestre, Oaxaca tuvo una capacidad instalada fotovoltaica de 6,69 megavatios con 747 contratos de interconexión, en un país donde es solo fotovoltaica la generación distribuida.

Este país latinoamericano registró 17.767 contratos por casi 125 megavatios (Mw), casi el mismo volumen que en el mismo lapso de 2018 -cuando totalizaron 35.661 por 233,56 Mw, aunque con más permisos. Desde 2007, CRE ha inscrito 112.660 contratos por 817,85 Mw solares.

Para Luís Calderón, presidente del Clúster de Energía de Oaxaca, la evolución ha sido positiva en poco tiempo.

Pero “falta información precisa y confiable y certeza sobre los ahorros que se logran con la generación distribuida, que se genera para el autoconsumo y suministro del remanente a la red. Además, no hay política” estadal, aclaró a IPS el también integrante de la Asociación Nacional de Energía Solar.

En 2018, México registró una capacidad instalada total de 70.000 Mw, tres por ciento más que el año precedente. Las plantas de ciclo combinado alimentadas con gas contribuyeron con 36 por ciento, la térmica convencional, 17 por ciento; la hidroeléctrica, 18 por ciento; el carbón, casi ocho por ciento; eólica, casi siete por ciento, y la solar fotovoltaica solo 2,6 por ciento.

Pero el gobierno del izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien asumió la presidencia en diciembre, promueve la explotación fósil y frena la expansión renovable.

En ese contexto, modificará la iniciativa del Ecocrédito Empresarial, dirigido por el gubernamental Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica a micro, pequeñas y medianas empresas para la adquisición de aparatos eficientes. Las medidas incluyen eliminar el subsidio de 14 por ciento y un límite de unos 20.000 dólares de financiamiento, pero el gobierno aún no define su futuro.

Además, el plan del gobierno de Oaxaca, de crear dos cooperativas de energía para riego agrícola, aún no cuenta con los 1,75 millones de dólares de recursos requeridos para dos plantas solares de 500 kilovatios cada una en el municipio de San Pablo Huixtepec, para atender a 1.200 agricultores de 35 unidades de riego.

Las cocineras solares no miran atrás, en un barrio ideal para desplegar paneles y calentadores de agua solares. “Vamos a seguir usándola, ya vimos que funciona. Vamos a promoverla”, adelantó Díaz, mientras revisaba que su guiso no se quemase.

La evaluación de SHE halló buena adopción e impacto entre las usuarias, pues casi la mitad redujo el uso de cocinas contaminantes en más de 50 por ciento. Algunas utilizaron la olla hasta seis veces por semana, les ahorró tiempo y ha probado ser un utensilio de alta calidad, poderoso, duradero y accesible.

Para Harp, se requiere de socios y de apoyo gubernamental. “Falta mucho, hay muchas carencias. Algo falta para generar un uso masivo, quizás una política integral”, analizó.

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