Oaxaca.- Atrapada entre las redes de la burocracia, la vaquita marina navega hacia su extinción en el Alto Golfo de California debido al incierto destino de los recursos públicos y privados que se etiquetaron para su conservación, el uso faccioso de programas de apoyo a pescadores que incluyó a personas difuntas, y un cobro de “diezmo” en los padrones de beneficiarios que operó en el sexenio anterior.
Greenpeace, pescadores y organizaciones ciudadanas de San Felipe, Baja California, legisladores e investigadores dedicados a conservar esta especie, refieren que a la vaquita marina no la está extinguiendo la veda a la pesca de la totoaba, sino la ausencia de una estrategia de “cero tolerancia” en pro de frenar la pesca furtiva y la presencia de programas que nunca terminaron por cristalizar.
“Hubo un gastadero de dinero, un despilfarro en el sexenio anterior. Nunca hubo como un ejercicio de transparencia que dijera: todo esto tuvimos de dinero y todo esto es lo que gastamos. No existe”, denunció a Notimex el coordinador de la campaña de océanos de Greenpeace México, Miguel Rivas.
Además, “se quedó en deuda con la ciudadanía. Tuvo que haberse reportado los resultados, porque no sé si las organizaciones internacionales condicionaron sus aportes, como eso no está del todo transparentado, no lo sabemos”.
Se destinaron, dijo, “255 millones de pesos al año de compensaciones para los pescadores de San Felipe y Santa Clara, en Baja California, por la veda de pesca con redes de enmalle, cimbra o palangre decretada el 1 de marzo de 2015 en el norte del Golfo de California, misma que se extendió durante dos años más”.
Además, en el sexenio pasado se canalizaron tres millones de dólares para el arranque de un ambicioso y loable programa de emergencia denominado Proyecto Vaquita CPR (Conservación, Protección y Recuperación) para llevar al cetáceo a un programa de semi-cautiverio, éste se cerró.
La estrategia -recomendada por el Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita Marina (CIRVA), consistió en trasladar algunos ejemplares de esta especie a un santuario temporal, ubicada a dos kilómetros al norte del Faro del Puerto de San Felipe, Baja California, para reproducirse sin el riesgo de caer en las redes de enmalle.
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