Oaxaca.-Ocho años separan a los dos hermanos, pero al tocar la guitarra se convierten en uno solo. De madre ecuatoriana y padre suizo, en sus raíces latinas encuentran un sentimiento, un dolor y una pasión que los complementa y equilibra.
Si uno de ellos tiene una melodía, el otro la completa con una armonía. Entre ellos encuentran una magia silenciosa que sus guitarras cantan a la perfección sin necesidad de usar una sola palabra.
Su música es una invitación abierta a la imaginación, una conversación de sensaciones en estado salvaje que no requiere de muchos adornos porque nos hace sentir rodeados por el desierto y las montañas rosadas por la caída del sol.
Sus canciones muestra un cariño muy especial a la música de los años 50 y 60, a artistas como Julio Jaramillo, Los Chicanos, Los Ángeles Negros, Los Panchos, Sandro de América, Mercedes Sosa, Ry Cooder, Paco de Lucía, entre muchos otros.
"Desde un principio sentimos que queríamos crear un propio soundtrack. Un soundtrack que te hiciera viajar por paisajes desérticos, viendo la vastedad de la tierra, el sol manifestándose en luces y sombras, las nubes flotando encima de uno, gotas de agua cayendo del cielo, el viento en la cara", declaran los hermanos desde Suiza.
En activo como banda desde 2015, han grabado 3 discos: 8 años (2017), El camino de mi alma (2018) y Hoy como ayer (2019), a lo largo de los cuales ha evolucionado su sonido hasta llegar a sus nuevos sencillos: “HIJOS DEL SOL” y “RAILROAD VISTA”, que hoy presentan acompañados de un cortometraje “HIJOS DEL SOL”, escrito y dirigido por Fernando Guisa, y producido por Desierto Films y Madrefoca.
Estas dos piezas musicales que dividen el cortometraje por capítulos buscan transmitir un anhelo profundo: la sensación de hallarse rodeado por apariencias y presencias inesperadas en el corazón del desierto.
Aunque completamente instrumentales, narran vivencias que se grabaron en el corazón de los artistas, cuentos que toman lugar en la Mesa Redonda de Jalisco, cerca de Lagos de Moreno. En ellas se siente la aparición de una magia particular, el encuentro con un caballo salvaje –la conexión entre el animal y la persona–, el deseo de domesticarlo, su camino hacia la libertad.
"Nos acordamos de un viaje a un pueblo pequeño en el que la gente nos compartía sus cuentos mágicos y sobrenaturales. Le tomamos, de lejos, una foto para nuestros recuerdos, en blanco y negro. Parece ser un pueblo fantasma", nos cuentan.
Resulta revelador y refrescante escuchar esta música, tan de Aridoamérica y por ello tan cercana, grabada a la distancia, desde la universalidad melancólica y rica del desierto, que en estas canciones expresa la sorprendente abundancia del sitio amplio y vacío por excelencia.
Este trabajo como conjunto, las dos canciones y el cortometraje, además de un adelanto del próximo álbum de HERMANOS GUTIÉRREZ, “LOS HIJOS DEL SOL (2020)”, que saldrá a la luz más adelante en el año, rinde tributo a los pueblos indígenas, más claros y cercanos en su relación con la naturaleza, las creencias antiguas, los rituales y las ceremonias.
El cortometraje, grabado en blanco y negro en Guanajuato, en palabras del director Fernando Guisa, tiene la intención de reflejar la inefable magia del realismo mágico mexicano.
Sobre su trabajo, los HERMANOS GUTIÉRREZ concluyen:
Reconocemos y condenamos el mal que existe en el mundo, la desigualdad, la pobreza y la violencia. Queremos contar con nuestra música que aunque formamos parte de eso, también formamos parte de este universo infinito en el que somos un milagro, cada uno de nosotros, por haber nacido. Nosotros somos hijos del sol, los seres humanos, las plantas, los animales. Es su energía y su luz lo que nos hace vivir. Nacimos y morimos viendo la luz. Somos hijos del sol.
