Oaxaca.-Hace mil 400 años, en el siglo VII d.C., la metalurgia surgió como una expresión notable en el área de occidente e irradió a toda Mesoamérica; el metal aunaba propiedades estimadas para el pensamiento prehispánico y los mecanismos de transmisión de mensajes ideológicos, de estatus y poder, de ahí la importancia del acervo de orfebrería arqueológica del Museo Regional de Guadalajara (MRG), que constituye el más grande y diverso del México antiguo.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) inició, en 2012, un proyecto de investigación de enfoque interdisciplinar, con la misión de investigar, conservar y difundir esta extraordinaria colección. Durante cuatro años, especialistas lograron conocer con mayor profundidad, además de conservar y restaurar, dos mil objetos que fueron seleccionados como una primera muestra para su diagnóstico.
Cada pieza de este corpus metálico, compuesto en su totalidad por más de cinco mil elementos de joyería, representa un testimonio único e irremplazable, por lo que esta iniciativa optó por estudiarlos y tratarlos de forma individual, señalan sus responsables, las restauradoras perito Sara Fernández Mendiola y Luisa Mainou Cervantes, así como los arqueólogos Víctor Igor Quintana Cruz y Daniel Ruiz Cancino.
En el marco de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, ambos expertos del Centro INAH Jalisco y del MRG, respectivamente, explican que el conocimiento de las civilizaciones de occidente (Jalisco, Nayarit, Colima, sur de Zacatecas) en cuanto a la fundición, el vaciado y martillado del metal, fue proveído por las culturas del sur del continente americano, y ellas lo desarrollaron incorporándolo a su vida bajo sus propios medios.
En sitios de esta región se han registrado objetos de metal en contextos que han sido datados de manera relativa y absoluta (C14); pero también persiste el saqueo, el cual deja “una larga estela de piezas sin contexto que, en ocasiones por diversas circunstancias, llegan a los espacios investigativos como el MRG, siendo un recurso a estudiar”, anotan.
El proyecto en torno a la colección metalúrgica prehispánica del MRG, abrió un espacio inédito para el tratamiento de este tipo de materiales arqueológicos en la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, y desde entonces cuenta con un sitio y equipo técnico adecuado para emprender su preservación, refiere Sara Fernández Mendiola, restauradora de este centro de trabajo.
La especialista, quien desde entonces ha trabajado en las colecciones de orfebrería mixteca de la Tumba 7 de Monte Albán, así como en otra obtenida de un barrio de comerciantes en Tlatelolco, y en acervos de otros museos de occidente, hace hincapié en que el punto de partida para la conservación y restauración es el estudio de estos materiales, el cual abarca desde la caracterización por tipología, técnicas de manufactura, diseños, metales utilizados, hasta los deterioros y las capas de corrosión presentes en las piezas.
Un diagnóstico pormenorizado
En el caso del acervo metalúrgico del Museo Regional de Guadalajara, éste se ha clasificado en 27 categorías de diseño, que engloban una tipología de 275 definiciones. Una lectura de los datos reveló una orientación de la metalurgia hacia la fabricación de objetos de adorno corporal y un porcentaje reducido (arriba de 10%) de herramientas.
Asimismo, “se establecieron las partes que integran el cuerpo del artefacto a partir de un escrutinio macroscópico, registrando proporciones y huellas del proceso de factura, dimensiones y peso, y además elaboramos una guía técnica con el fin de unificar criterios de clasificación.
“Una parte fundamental del diagnóstico fue la minuciosa identificación de los materiales constitutivos de las piezas, así como las técnicas de manufactura de tan variados objetos. Para esto nos valimos del examen visual con lentes de aumento y microscopio estereoscópico, análisis con luz UV, toma de placas radiográficas, observación con microscopio de barrido (MEB); además del análisis de la composición química de los elementos traza con análisis elemental no destructivo, mediante espectometría de dispersión de energía de rayo X (EDS) y por emisión de rayos X inducidos por partículas (PIXE).
“Con los datos obtenidos pudimos reconocer que la colección de orfebrería arqueológica del MRG está caracterizada por piezas creadas con cobre, oro y plata y sus aleaciones, tanto binarias como ternarias, rasgos que le confieren propiedades físicas, químicas, mecánicas y estéticas diversas”, detalla Fernández.
Con el cobre y sus aleaciones se obtuvieron agujas, alfileres, anillos, anzuelos, argollas, azadones, barras, botones, cascabeles, cinceles, cuentas, espátulas, figurillas, fistoles, hachas-moneda, hachas, pinzas, punzones y ornamentos de alambre y lámina, pendientes, pinzas, prendedores de barra, punzones y remates de bastón. En oro fueron elaborados bezotes, cuentas, figurillas y adornos de lámina; mientras que con plata también se produjeron ornamentos de lámina, orejeras, anillos y figurillas.
Restaurando el esplendor perdido
La restauradora agrega que los resultados revelaron la presencia de diversos productos de corrosión generados por variaciones en la humedad, la temperatura y el entorno del objeto metálico.
“El estudio radiográfico de todas las piezas nos permitió evaluar la estructura interna de los objetos y su resistencia, aparte de reconocer formas y decoraciones ocultas por las capas de tierra y corrosión. Dentro de las alteraciones estructurales identificadas, las cuales inciden en la pérdida de resistencia en el diseño de los metales, se encontraron faltantes, fracturas, grietas, fisuras, rayones, dobleces, melladuras, abolladuras y deformaciones”.
Con este profundo diagnóstico en mano, se decidió que la intervención directa de la colección metalúrgica sería bajo los criterios básicos de mínima intervención, la compatibilidad de los productos empleados para garantizar la estabilización y conservación de los objetos, así como la reversibilidad de los materiales añadidos y el respeto a la legibilidad de cada pieza.
Para entrar en los detalles de este minucioso proceso, Fernández Mendiola Al tomar con delicadeza un anillo con el rostro del señor desollado Xipe Tótec, elaborado en falsa filigrana, técnica que tiene una presencia destacada dentro de la colección del MRG, Sara Fernández explica que la limpieza de los objetos requirió de distintos métodos para eliminar materiales ajenos que promovían el deterioro e impedían su apreciación visual.
Así, fueron removidos restos de tierra, concreciones de sales, rastros de grasa y sudor, resinas, mallas y pinturas. Sin embargo, se conservaron los materiales asociados (celulósicos, malacológicos y ciertos depósitos relacionados con la degradación de restos humanos) y los productos de corrosión estables, “pues corresponde a información primaria sobre su enterramiento, uso y autenticidad; además la corrosión pasiva contribuye a la estabilidad química del objeto”.
Tras evaluar las piezas de la colección y enfocarse en contrarrestar los efectos del deterioro estructural, se determinó realizar la unión de fragmentos de las piezas con un adhesivo que se mantiene estable durante varios años. De igual forma, se colocaron refuerzos y resanes estructurales que garantizan la adecuada conservación y exhibición de los objetos.
Al terminar las intervenciones directas, se realizó el empaque especial de cada una de las dos mil piezas, a fin de evitar su manipulación directa y asegurar su correcto almacenaje dentro del acervo del museo, al cual serán reintegradas próximamente, quedando a la espera de la reactivación del proyecto para continuar con el estudio y conservación de toda esta importante colección.
Todo este trabajo, concluye la restauradora, demuestra la importancia de trabajar con equipos interdisciplinarios en los proyectos referentes al patrimonio arqueológico, donde la participación del área de conservación debe tener injerencia en la toma de decisiones sobre su cuidado y destino.
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