Oaxaca.-La Agricultura 4.0 se cierne sobre el mundo y el desplazamiento que esta puede ocasionar de las redes campesinas, de las que depende 70% del aprovisionamiento alimentario a escala mundial, puede resultar adverso, alertó la doctora Silvia Ribeiro, directora para América Latina del Grupo ETC, el cual tiene estatus consultivo ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Por lo anterior, urge cuestionar y desmantelar el sistema alimentario agroindustria que, en connivencia con las principales plataformas digitales, aumentará el control corporativo en el orbe, dijo al participar en el Seminario “Cocinas en México. Procesos biosociales, históricos y de reproducción social”, coordinado por las investigadoras Yesenia Peña y Lilia Hernández, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En el encuentro académico virtual, organizado a través de la Coordinación Nacional de Antropología, Ribeiro explicó que con la reconfiguración de los mercados mundiales debido a la invasión de tecnologías cibernéticas, nuestra seguridad alimentaria puede quedar a expensas de las plataformas de datos masivos que se mueven a velocidades incontrolables.
Así lo ha dejado expuesto un amplio informe sobre el tema, elaborado por el Grupo ETC, cuyo lema es: vigilar el poder, monitorear la tecnología y fortalecer la diversidad.
En la Agricultura 4.0 (integrada a la llamada cuarta revolución industrial) los datos masivos pueden proveer de información sobre el rendimiento de los cultivos y el clima, o sobre el mercado y los costos de semillas, pesticidas y fertilizantes. En el caso de semillas, Big Data puede referirse a la secuenciación digital de los genomas.
Se trata de un entramado inicuo, considerando que el sistema alimentario agroindustrial solo alimenta al 30% de la población mundial y, en contraste, usa más de 75% de los recursos: tierra, agua y combustibles, dejando fuera de la toma de decisiones a agricultores y consumidores, invadiendo territorios para exponerlas a otro tipo de explotaciones.
En el conversatorio digital, difundido en el marco de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, la periodista y ambientalista uruguaya hizo hincapié en que la utopía, o mejor dicho la distopía, es dar lugar a una “agricultura sin agricultores”, apoyada en el control monopólico de semillas, agrotóxicos, químicos, nuevas tecnologías (maquinaria, drones y sensores de suelo, cambios de cultivos y vegetación, datos de clima) y mapas genómicos.
Esto redunda en medidas coercitivas para los campesinos, a quienes se “ofrece” un “paquete de agricultura de precisión”.
“Todos los sectores de la economía industrial —incluyendo la agricultura—están acumulando datos y esforzándose por hacer un uso comercial de ellos. Los mayores administradores de datos del mundo son bien conocidos (Amazon, Microsoft y Google dominan la escena global), pero las principales empresas chinas, como Alibaba y Tencent, también están cosechando enormes cantidades de información.
“Aunque los gobiernos están luchando por controlar el uso de Big Data, la tecnología aún está muy por delante de los reguladores, como dejan claro las recientes revelaciones sobre Cambrige Analytica”, refirió la activista.
En paralelo, las fusiones en el sector agrícola, de las que destacan tres: ChemChina y Syngenta, Dow y DuPont, Bayer y Monsanto, controlan el mercado industrial de semillas y pesticidas en 63% y 70%, respectivamente.
La industria de fertilizantes, por su parte, reconoce que si no se mueve con rapidez para aprovechar sus datos biológicos, podría perder ante las empresas de maquinaria agrícola como John Deere, que tienen total capacidad para recopilar información de campo y combinarla con datos climáticos y de mercado.
Ribeiro detalló que el mercado de agrotóxicos en México está en manos de 11 empresas trasnacionales, encabezadas por las ventas de las mismas que controlan la mayoría del sector a nivel global —arriba mencionadas—. Y esta tendencia se repite a grandes rasgos en América Latina.
“Vemos el peligro de que estas tecnologías, al ser introducidas en sociedades injustas, van a fortalecer las relaciones de poder existentes y marginar más a quienes ya lo están. Por lo tanto, hacemos un llamado a un mayor control público como base para la soberanía alimentaria.
“Las políticas nacionales deben apoyar las redes campesinas, en las que cooperan agricultores, pescadores y pastores. La tecnología puede ser parte de esto, siempre y cuando sea elegida y esté bajo el control de campesinos u organizaciones en las que confíen. La concentración del mercado debe estar limitada por las respuestas nacionales y regionales, así como por las internacionales”.
La experta concluyó que se ha hecho un llamado a la creación de Tratados de Naciones Unidas sobre Competencia y Evaluación de la Tecnología, como herramientas para contrarrestar el control empresarial, buscando la regulación de procesos de fusión y su prohibición por parte de los gobiernos.