Por Salvador Hernández.
Oaxaca.-Ladridos acá y allá, del otro lado del “Bravo”.
Los que viendo las caras morenas de angustia, con hijos en brazos, en su gólgota terrenal, “el sueño americano”. ¿Qué dirán?
Como alguna vez el tlatoani mexica buscó al águila encima de un nopal.
Como Salomón, y posteriormente sus descendientes buscaron la “tierra prometida”.
Qué dirán los judíos que en 1933 escucharon los encendidos discursos antisemitas. La antesala de posteriores matanzas.
Qué pensarán los aliados de Donald, el racista que con sus iguales, dictaban el “manifiesto” al asesino.
Por donde se le vea, el boomerang regresará.
La ambición del xenófobo no tiene límites, y al igual que su odio, su falso dolor, una triquiñuela más, con derecho de picaporte al despacho oval.
Parafraseando a Hannah Arendt: todos sobre el verdugo, sobre el ejecutor, sobre la marioneta sin conciencia. ¿Y el autor intelectual?
Sólo la sangre de veinte y dos, quedarán plasmadas en los anales de la historia negra gringa.
Los que quieren ver en las vilezas, quimeras, dirán que el fascista se arrepintió. Que es “histórico” nombrar “terrorista” a un vil criminal.
¿Otra vez la retórica quiere tergiversar la historia?
Desde el Paso, Texas, hasta Chicago, pasando por Ohio. Miles de armas husmean como sabuesos, en busca de inocentes.
Desde los confines de Anáhuac, migrantes vienen a la “tierra ancestral”. El rio que busca su cauce natural. El eterno retorno.