Ciudadania Express
Viernes 11 de octubre, 2019. 06:02 pm

Escrache contra el acoso, una crisis anunciada

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Escrache contra el acoso, una crisis anunciada

Escrito por Silvia Núñez Esquer/ CimacNoticias

Hermosillo, Son. El escrache contra el acoso llegó a la Universidad de Sonora. Y aunque estaban advertidos, no hicieron mucho para evitarlo. Lo supieron varios años atrás, cuando las primeras manifestaciones de estudiantes revelaban una realidad innegable, y ésta colgaba de un tendedero.

Titulado “Tendedero del acoso” las alumnas, principalmente de la licenciatura en Sociología decidieron no callar más y dar a conocer la situación que padecían cuando maestros sin ningún control las acosaban, las asediaban, y hasta las presionaban para tener algún tipo de relación extra escolar con ellas.

La tortura para las estudiantes duró años, pues sus intentos por denunciarlos se veían diluidos cuando las canalizaban a la Comisión de Derechos Universitarios (CDU), en donde de inmediato las sometían a un proceso de mediación.

Como es de esperarse, se veían minimizadas por el acosador quien haciendo uso de su poder llegaba acompañado por otras personas en su apoyo, además de quienes en la CDU tomaban el papel de mediador, pero en realidad era montarle el escenario al violentador para que a sus anchas explicara que no era cierto lo que la joven argumentaba.

Contraviniendo la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la metodología de la mediación se utiliza una y otra vez, revictimizando a las denunciantes. A decir de la integrante del Observatorio contra el acoso sexual, Sheila Hernández, son más de cuarenta los señalamientos que han hecho contra la Comisión de derechos universitarios, por ese motivo.

La falta de profesionalización para atender, y sobre todo para prevenir la violencia de género dentro del campus universitario, ha hecho que dentro del movimiento “Metoo” las estudiantes hayan retomado esa herramienta para visibilizar los casos poniendo el énfasis en el acosador y no en la víctima como lo hace la Universidad.

Crearon la cuenta de twitter @metoounison que aglutina las denuncias, algunas anónimas, otras con nombre, contra un total de 16 hombres entre maestros y trabajadores, uno de los cuales tienen más de 15 menciones.

Pero esto no fue repentino, era de esperarse, pues al seguir la ruta indicada, con resultados nulos transitaron de la violencia del acosador a la violencia institucional.

Se sintieron traicionadas en la confianza que pusieron en su universidad, y decidieron llevar la denuncia a lo público, si no para que se les resolviera a ellas, sí para alertar a las nuevas estudiantes para que tengan cuidado, sepan quiénes son acosadores y conviven con ellas.

En días recientes, la batucada de estudiantes han irrumpido en dos eventos que han suspendido las actividades pues la brigada con máscaras, con pañuelos cubriendo la cara y el escrache para hacer mucho ruido contra el acoso, no deja duda de que vienen por el acosador.

Como hace años en la UNAM, las universitarias en Sonora también tuvieron que hacer ruido, ante el fracaso en la ruta de atención que ofrece la Universidad de Sonora.

Un protocolo que se empezó a construir hace más de tres años y que no termina de ponerse en práctica, solo refleja la ruta fallida, no convence a las jóvenes que no ven llegar el momento en que se tome en serio el problema de la violencia de género.

Uno de los eventos suspendidos involucra al director de cine Carlos Reygadas, quien impartía en el Teatro Emiliana de Zubeldía, la charla “El cine como existencia. Un camino para dejar atrás el esquema dramático”, en el Festival de cine del desierto y señalado en el metoo como acosador.

Las chicas arribaron a la sede oficial en donde se encontraba el cineasta y le dijeron todo lo que quisieron, pero sobre todo la advertencia de que no vivirá en paz pues siempre habrá alguien que le recuerde lo que hizo.

Otro caso más es el de un maestro de la licenciatura en Historia y Antropología, así como del Posgrado en Ciencias Sociales. Por más de cuarenta minutos le cantaron, gritaron y tocaron vigorosamente las percusiones a centímetros de distancia para que le quedara claro que lo tienen ubicado como acosador.

Esta crisis ha evidenciado que la Universidad de Sonora no sabe qué hacer cuando llega la batucada contra el acoso. Está claro que pudo evitarla, pues es el último recurso de expresión que tuvieron las estudiantes para advertir sobre el comportamiento nefasto de esos maestros, trabajadores, o incluso, invitados especiales.

Ahora quienes tienen eventos culturales o académicos programados temen al escrache, que les impide continuar de acuerdo a lo programado.

No está claro si le temen a la manifestación estudiantil o a que se sepa que quienes participan arriba del escenario, y hasta puedan estar siendo objeto de un reconocimiento, en realidad son acosadores, eso sí, acosadores exitosos.

Algunas áreas han optado por quitar de su cartelera algún evento próximo, pues temen que pueda ser modificado o suspendido por los señalamientos de las jóvenes.

“No vaya a ser que nos lleguen las muchachas y se haga un relajo”, es el comentario al suspender. Pero en realidad lo que está detrás de esa frase es “Por si nuestros maestros o invitados son acosadores, mejor suspendemos”.

La Universidad de Sonora tiene un conflicto. Su personal administrativo, manual y docente tiene acosadores y hasta violadores en sus filas. Por otra parte, algunos de ellos son cuadros que según su nivel de reconocimiento académico sostienen a la institución en el  ranking de las mejores universidades. Si sancionan a uno, tendrán que sancionar a todos. La decisión está entre el derecho a una vida libre de violencia para las universitarias, o el prestigio de la Universidad. ¿Qué vale más?

Hermosillo, Son. El escrache contra el acoso llegó a la Universidad de Sonora. Y aunque estaban advertidos, no hicieron mucho para evitarlo. Lo supieron varios años atrás, cuando las primeras manifestaciones de estudiantes revelaban una realidad innegable, y ésta colgaba de un tendedero.

Titulado “Tendedero del acoso” las alumnas, principalmente de la licenciatura en Sociología decidieron no callar más y dar a conocer la situación que padecían cuando maestros sin ningún control las acosaban, las asediaban, y hasta las presionaban para tener algún tipo de relación extra escolar con ellas.

La tortura para las estudiantes duró años, pues sus intentos por denunciarlos se veían diluidos cuando las canalizaban a la Comisión de Derechos Universitarios (CDU), en donde de inmediato las sometían a un proceso de mediación.

Como es de esperarse, se veían minimizadas por el acosador quien haciendo uso de su poder llegaba acompañado por otras personas en su apoyo, además de quienes en la CDU tomaban el papel de mediador, pero en realidad era montarle el escenario al violentador para que a sus anchas explicara que no era cierto lo que la joven argumentaba.

Contraviniendo la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la metodología de la mediación se utiliza una y otra vez, revictimizando a las denunciantes. A decir de la integrante del Observatorio contra el acoso sexual, Sheila Hernández, son más de cuarenta los señalamientos que han hecho contra la Comisión de derechos universitarios, por ese motivo.

La falta de profesionalización para atender, y sobre todo para prevenir la violencia de género dentro del campus universitario, ha hecho que dentro del movimiento “Metoo” las estudiantes hayan retomado esa herramienta para visibilizar los casos poniendo el énfasis en el acosador y no en la víctima como lo hace la Universidad.

Crearon la cuenta de twitter @metoounison que aglutina las denuncias, algunas anónimas, otras con nombre, contra un total de 16 hombres entre maestros y trabajadores, uno de los cuales tienen más de 15 menciones.

Pero esto no fue repentino, era de esperarse, pues al seguir la ruta indicada, con resultados nulos transitaron de la violencia del acosador a la violencia institucional.

Se sintieron traicionadas en la confianza que pusieron en su universidad, y decidieron llevar la denuncia a lo público, si no para que se les resolviera a ellas, sí para alertar a las nuevas estudiantes para que tengan cuidado, sepan quiénes son acosadores y conviven con ellas.

En días recientes, la batucada de estudiantes han irrumpido en dos eventos que han suspendido las actividades pues la brigada con máscaras, con pañuelos cubriendo la cara y el escrache para hacer mucho ruido contra el acoso, no deja duda de que vienen por el acosador.

Como hace años en la UNAM, las universitarias en Sonora también tuvieron que hacer ruido, ante el fracaso en la ruta de atención que ofrece la Universidad de Sonora.

Un protocolo que se empezó a construir hace más de tres años y que no termina de ponerse en práctica, solo refleja la ruta fallida, no convence a las jóvenes que no ven llegar el momento en que se tome en serio el problema de la violencia de género.

Uno de los eventos suspendidos involucra al director de cine Carlos Reygadas, quien impartía en el Teatro Emiliana de Zubeldía, la charla “El cine como existencia. Un camino para dejar atrás el esquema dramático”, en el Festival de cine del desierto y señalado en el metoo como acosador.

Las chicas arribaron a la sede oficial en donde se encontraba el cineasta y le dijeron todo lo que quisieron, pero sobre todo la advertencia de que no vivirá en paz pues siempre habrá alguien que le recuerde lo que hizo.

Otro caso más es el de un maestro de la licenciatura en Historia y Antropología, así como del Posgrado en Ciencias Sociales. Por más de cuarenta minutos le cantaron, gritaron y tocaron vigorosamente las percusiones a centímetros de distancia para que le quedara claro que lo tienen ubicado como acosador.

Esta crisis ha evidenciado que la Universidad de Sonora no sabe qué hacer cuando llega la batucada contra el acoso. Está claro que pudo evitarla, pues es el último recurso de expresión que tuvieron las estudiantes para advertir sobre el comportamiento nefasto de esos maestros, trabajadores, o incluso, invitados especiales.

Ahora quienes tienen eventos culturales o académicos programados temen al escrache, que les impide continuar de acuerdo a lo programado.

No está claro si le temen a la manifestación estudiantil o a que se sepa que quienes participan arriba del escenario, y hasta puedan estar siendo objeto de un reconocimiento, en realidad son acosadores, eso sí, acosadores exitosos.

Algunas áreas han optado por quitar de su cartelera algún evento próximo, pues temen que pueda ser modificado o suspendido por los señalamientos de las jóvenes.

“No vaya a ser que nos lleguen las muchachas y se haga un relajo”, es el comentario al suspender. Pero en realidad lo que está detrás de esa frase es “Por si nuestros maestros o invitados son acosadores, mejor suspendemos”.

La Universidad de Sonora tiene un conflicto. Su personal administrativo, manual y docente tiene acosadores y hasta violadores en sus filas. Por otra parte, algunos de ellos son cuadros que según su nivel de reconocimiento académico sostienen a la institución en el  ranking de las mejores universidades. Si sancionan a uno, tendrán que sancionar a todos. La decisión está entre el derecho a una vida libre de violencia para las universitarias, o el prestigio de la Universidad. ¿Qué vale más?

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