Oaxaca.-Gerardo Murillo, Dr. Atl, reconocido por su trabajo en la plástica y la literatura, así como por sus aportaciones en geología, filosofía y vulcanología, es recordado este 15 de agosto con motivo de su 56 aniversario luctuoso.
En el marco de la campaña “Contigo en la distancia”, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través del Museo Nacional de Arte (Munal), evocan al artista multidisciplinario nacido en Guadalajara, Jalisco, en 1875.
A los 19 años comenzó a estudiar pintura en su estado natal para, más tarde, trasladarse a la Ciudad de México e ingresar en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Tres años después, el gobierno de Porfirio Díaz le otorgó una beca para continuar su preparación en Europa.
Al volver a México impartió clases en la Academia de San Carlos. Durante este periodo protagonizó una rebelión que buscaba la renovación educativa con formas pedagógicas de mayor libertad y experimentación que aquellas que dictaba la enseñanza académica. Su apego a las vanguardias internacionales determinó su concepción del paisaje y la naturaleza, misma que influyó en notables artistas modernos nacionales.
El Dr. Atl tuvo particular interés en la vulcanología al ser testigo, en la década de los cuarenta, del nacimiento del Paricutín en el estado de Michoacán, fenómeno que quedaría inmortalizado en su texto Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín y en diversas producciones pictóricas. En 1950 donó al Museo Nacional de Artes Plásticas una colección de 130 dibujos y 11 pinturas creadas frente al volcán más joven del mundo.
En Erupción del Paricutín, obra resguardada por el Munal, Gerardo Murillo retrata con una pincelada vigorosa su lado noreste en plena erupción nocturna, y contrasta tonalidades grisáceas con rojos candentes. La pieza fue pintada con la técnica del atl-color, mediante una serie de tintes realizados a base de resinas secas y cera de abeja que Murillo utilizaba para dar mayor vivacidad a sus pinturas.
La pasión del Dr. Atl por los volcanes fue tal que no temió por su salud al respirar sus gases tóxicos. Creó el “aeropaisaje” al sobrevolar las montañas en helicóptero y avioneta para pintarlas y continuar su exploración, a pesar de haber perdido una pierna durante una expedición.
Falleció el 15 de agosto de 1964 a causa de un paro cardiorrespiratorio. Dejó una profusa obra plástica y literaria. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores, en la Ciudad de México.
Sobre su forma de trabajar, Atl escribiría en su libro Gentes profanas en el convento: “Yo nunca salgo ‘a buscar un paisaje’, siempre dejo que el paisaje me busque a mí, que se eche violentamente sobre mi sensibilidad”.